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Cuando los pájaros vuelvan a cantar: construir paz en el país de la biodiversidad

OPINIÓN.

Sandra Perdomo Medina*

28 de septiembre de 2023 - 05:50 p. m.
Colombia es potencia mundial en biodiversidad, donde se registran más de 75.947 especies / Foto: Felipe Villegas
Foto: Felipe Villegas-Vélez

Que Colombia sea potencia mundial de la biodiversidad es una verdad que no nos cansamos de contar. Existen 75.947 razones para repetirlo, pues este es el número de especies registradas en el Sistema Nacional de Información sobre Biodiversidad -SIB-, y de ahí que somos el país número uno en aves, mariposas y orquídeas; el segundo en plantas, anfibios, reptiles y peces dulceacuícolas y el quinto en mamíferos.

Esta riqueza entrelazada a la complejidad de más de 300 ecosistemas ha sido también el escenario de una guerra interna que ha azotado por lo menos durante medio siglo a Colombia, donde la conflictividad socio-ambiental ha sido una variable permanente. Aquí radica la importancia de reflexionar sobre la relación positiva que debe haber entre paz y biodiversidad, partiendo del respeto por la vida como principio fundamental. (Lea: Mosaicos de conservación, una pieza clave para cuidar la biodiversidad de Colombia)

Con el Acuerdo de Paz entre el gobierno nacional y las Farc-EP se sentaron algunas bases para trabajar por la biodiversidad en el contexto de la paz ambiental. Aunque no se desarrolló explícitamente, ni se abordó a profundidad, sí se consideraron las causas del conflicto para revertir las condiciones que habían permitido la persistencia de la violencia en el territorio, con énfasis en la propiedad de la tierra, las brechas urbano-rurales, el rezago histórico con las comunidades campesinas, étnicas; en las mujeres, niñas y niños, la participación política, la reparación a las víctimas del conflicto.

Esto permitió que más adelante, en el Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición “Sufrir la guerra y rehacer la vida: Impactos, afrontamientos y resistencias”, se declarara la naturaleza como víctima del conflicto armado interno, no solo por haber sido el escenario de crímenes atroces, sino que además fue afectada por distintos actores armados, actividades de financiamiento de la guerra y violaciones a derechos humanos. (Lea: Sistemas Agroforestales en Caquetá, una iniciativa que llamó la atención de Noruega)

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Hoy, en el contexto de la paz total, tenemos la oportunidad de asegurar la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en ecosistemas estratégicos. Es un llamado a encontrar nuevos caminos hacia la reconciliación de todas las formas de vida en nuestro entorno natural. Reconciliación del campo con la biodiversidad y sus contribuciones a las personas y las enormes oportunidades en el tema agrario y la bioeconomía como motores de desarrollo, teniendo como eje central a las comunidades y grupos sociales. Es aquí donde se torna cada vez más útil el conocimiento integral sobre la biodiversidad del país, donde la ciencia participe activamente en un diálogo de saberes incluyente.

El Instituto Humboldt ha tenido la oportunidad de recoger historias de esa relación positiva entre paz, vida y biodiversidad. Una muy significativa se vivió en la expedición a El Peñón, Santander, en el 2016, una zona con larga historia de afectación por el conflicto armado, a la cual se pudo acceder después de la firma del Acuerdo de Paz. En el recorrido, los investigadores se encontraron con una flor blanca, la cual se registró como una nueva especie, que decidieron dedicarla a la paz denominándola Elaeagia pacisnascis, cuyo nombre se traduce como la “paz naciente”.

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Otra experiencia se tuvo en el departamento de Nariño, donde se diseñó de manera participativa una estrategia de turismo científico y de naturaleza para la Reserva Natural La Planada, en el municipio de Ricaurte, zona anteriormente afectada por el conflicto armado, como alternativa para su gestión sostenible y su posicionamiento como destino turístico, pues los negocios a partir de la biodiversidad y las soluciones basadas en la naturaleza también pueden constituirse en alternativas para la reincorporación de excombatientes, la sustitución de cultivos de uso ilícito y la reparación integral a víctimas.

Otro caso es el del departamento del Meta, que identificó potencialidades en bioeconomía y negocios verdes por su riqueza de recursos naturales, oportunidades para el turismo de naturaleza, turismo científico y el aprovechamiento sostenible de la cadena forestal, como alternativas para la generación de ingresos de las comunidades.

A su vez, los ejercicios de ciencia participativa también se constituyen en una oportunidad de reconciliación, como el realizado en la cuenca del Río Claro, uno de los ecosistemas más importantes del Magdalena Medio por albergar una gran cantidad de especies de plantas y animales, algunas de las cuales no habitan en ninguna otra parte del mundo. Aquí, con el trabajo conjunto de investigadores del Instituto Humboldt y comunidades locales, se registraron más de 75.000 hallazgos pertenecientes a un aproximado de 3.953 especies; de las cuales, 2.636 son plantas nativas de la zona. También se han reconocido registros de 603 especies de aves, 80 de insectos y moluscos, 61 de mamíferos, 45 de anfibios y 50 de reptiles.

El aspecto más importante de esta experiencia es que los registros son liderados por los mismos habitantes de la cuenca, quienes han aprendido a identificar las especies que habitan en sus veredas y han desarrollado capacidades para gestionar su biodiversidad de manera sostenible en el largo plazo. (Lea: La naturaleza es un eje central para la paz de Colombia, ¿por qué?)

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Por último, la expedición científica en Montes de María ha permitido transformar historias de un territorio crudamente azotado por la guerra, en una región donde ahora se identifican nuevas alternativas productivas sostenibles provenientes de los recursos naturales para generar oportunidades que permitan afrontar la sensibilidad del ecosistema de bosque seco tropical y de los medios de vida frente a la pérdida de biodiversidad y la crisis climática.

De hecho, esta expedición ha evidenciado, entre otros, la importancia de la yuca para las familias, en total se identificaron 11 variedades. Muchas de estas variedades han sido reportadas en otros estudios en la región como alternativa para la seguridad alimentaria en un contexto de cambio climático, por su adaptabilidad a periodos de sequías. A su vez, se encontró una alta diversidad de especies que contribuyen a brindar beneficios a los seres humanos y a la conservación del Bosque.

Además, se reportaron 273 especies de plantas leñosas y herbáceas que fueron identificadas como un componente importante de los sistemas productivos y los paisajes circundantes, de las cuales se describieron saberes etnobotánicos y prácticas asociadas para 28 especies usadas comúnmente y descritas de manera conjunta por las comunidades e investigadores de la expedición.

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En total, se documentaron más de 50 preparaciones gastronómicas con productos valorados por su importancia, el aporte a la dieta y economía familiar, tales como: la yuca, el ñame, el maíz, el plátano, el guandul, las caraotas, el cacao, el mango y otros frutales; algunas especies de plantas y frutos medicinales como el coco marino, la fruta de pava; así como el uso de lianas para preparar bebidas y contras de culebra como el bejuco cadena, entre otras especies.

Sandra Perdomo Medina, gerente de Política Pública y Cooperación del Instituto Humboldt / Foto: Felipe Villegas
Foto: Felipe Vi

Estos son solo algunos ejemplos que reflejan el enorme potencial de un país que construye paz y desarrollo en armonía con la naturaleza. Es el momento de gestionar la biodiversidad para las transformaciones que necesitan los territorios y sus comunidades para evitar el riesgo de perpetuar la violencia y que la naturaleza deje de ser víctima del conflicto. Como dice Wade Davis, defender y proteger el ambiente en Colombia es un acto de patriotismo.

Pero esto no termina acá, se avecinan oportunidades interesantes para fortalecer diálogos incluyentes en aspectos como manejo de suelos, agroforestería, frontera agrícola; entre muchos otros, en un contexto decisivo para el futuro sostenible no solo de Colombia, sino del planeta, pues recordemos que la ciencia ha confirmado que seis de los nueve límites planetarios ya se superaron por la acción humana; entre esos, el de cambio climático, lo que nos obliga a incluir la naturaleza en el centro del desarrollo del país y de la construcción de paz.

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Por Sandra Perdomo Medina*

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