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En Colombia, y podría decir que, en el mundo entero, solemos hablar del agua solo cuando escasea. Sin embargo, pocas veces reconocemos el esfuerzo que se realiza para evitar llegar a ese punto crítico. Es fundamental comprender que, como país, necesitamos una gestión integral del agua, que contemple el cuidado de las cuencas como sistemas vivos donde bosques, fauna, comunidades y clima interactúan constantemente.
Esta visión requiere situar a las comunidades en el centro, valorando su relación con el agua: desde la protección de las fuentes, la disponibilidad del recurso, hasta el acceso efectivo.
Aunque Colombia posee el 5 % del agua dulce del planeta, el 60% de la población rural aún no cuenta con acceso seguro al recurso. Como alguna vez me dijo una persona de una comunidad: “Tenemos mucha agua, pero poca para beber”. Esta paradoja resume nuestro desafío: somos un país rico en agua, pero con grandes oportunidades de mejora en su gestión y acceso. No basta con proteger las fuentes; es imprescindible garantizar que el agua llegue limpia, de manera eficiente y sostenible, a los hogares y comunidades que más la necesitan.
Desde la Fundación Grupo Argos, hemos asumido este reto con una visión de ciclo completo: cuidar el agua en las cuencas y, simultáneamente, trabajar para que las familias tengan acceso a agua segura en su vida cotidiana. Por un lado, concentramos nuestros esfuerzos de conservación en cuencas estratégicas, especialmente en la gran cuenca Magdalena–Cauca, de la que depende el 77 % de la población nacional. Junto a campesinos y comunidades rurales, impulsamos la restauración y protección de los bosques que regulan el agua y garantizan su flujo para millones de colombianos.
Pero proteger el origen del agua es solo una parte de la historia. La otra, igual de urgente, es lograr que llegue a las personas en condiciones seguras. Por eso, en 2021 creamos el programa Aquavida, una apuesta para cerrar la brecha entre la fuente y el hogar, entre el cuidado de las cuencas y el derecho efectivo a consumir agua limpia.
A través de Aquavida, hemos entregado más de 32.052 soluciones alternativas de acceso a agua segura en 170 municipios de 18 departamentos, beneficiando a más de 162.863 personas. Nuestra meta es llegar a 500.000 personas en 2030. Detrás de estos números hay historias reales: familias que ya no deben caminar horas para conseguir agua, madres que pueden ahorrar en agua embotellada o hervida, niños que faltan menos al colegio porque ya no sufren enfermedades relacionadas con el agua.
Estas soluciones, tanto familiares como colectivas, buscan especialmente llegar a zonas rurales dispersas donde la infraestructura tradicional es una opción remota. Para ello, establecemos alianzas con empresas, entidades públicas y fundaciones para llevar filtros que permiten tratar el agua en los hogares, “naves del agua” que funcionan como sistemas pedagógicos y de acceso en instituciones educativas, “torres de vida” para almacenar y distribuir el recurso en comunidades, y “árboles del agua” que combinan acceso, almacenamiento y espacios de cohesión comunitaria.
Todas estas soluciones tienen en común ser sistemas sencillos, eficientes, de bajo mantenimiento y sostenibles, puestos en manos de las comunidades para asegurar agua de calidad.
Sin embargo, el acceso físico a la infraestructura no basta si no transformamos nuestra relación con el recurso. Por eso, cada solución va acompañada de jornadas formativas sobre higiene, salud y uso eficiente del agua. En estos espacios se comparten prácticas para prevenir enfermedades, optimizar el recurso en el hogar y la escuela, y proteger las fuentes que lo alimentan.
Realizamos monitoreos permanentes del programa para evidenciar el impacto en la calidad del agua y la apropiación por parte de las comunidades. Estos seguimientos nos permiten verificar que las soluciones funcionan, que el agua cumple con los parámetros de calidad y que las familias saben operarlas y mantenerlas. Los hogares beneficiados han reducido entre 20.000 y hasta 300.000 pesos mensuales sus gastos asociados al agua, y la percepción de enfermedades relacionadas con su consumo ha disminuido en un 85%.
En conjunto, este trabajo demuestra que la gestión del agua es mucho más que una agenda ambiental: es una agenda de equidad. Cuidar las cuencas asegura la disponibilidad del recurso a largo plazo; garantizar el acceso a agua segura transforma la vida cotidiana en el corto plazo. Lo primero protege nuestro futuro común; lo segundo cambia el presente de las familias.
La gestión del agua, entendida así, deja de ser un asunto exclusivo de expertos y se convierte en un proyecto de país. Ese es el círculo completo que necesitamos cerrar para que el agua deje de ser una preocupación cuando falta y se convierta en una certeza cotidiana para quienes aún la esperan.