El oso andino, también conocido como oso de anteojos por las manchas blancas que enmarcan sus ojos y que contrastan con su pelaje oscuro, es uno de los mamíferos nativos más emblemáticos de Colombia y de Suramérica. Se trata de la única especie de oso endémica de América del Sur, sin embargo, está catalogada como “vulnerable” a extinguirse según el Ministerio de Ambiente y la IUCN, debido principalmente a la pérdida y fragmentación de su hábitat, así como a la cacería ocasional que enfrenta, en ocasiones, en medio de conflictos con comunidades locales.
Los avistamientos de estos osos, que miden en promedio entre 1,30 y 1,90 metros de alto, y pesan entre 80 y 125 kilogramos, se dan principalmente en la cordillera de los Andes, en particular en las partes altas de los bosques y en los páramos. Su presencia en los ecosistemas es fundamental, pues este mamífero dispersa semillas al comer frutas u otro tipo de vegetación y para algunos expertos es un “guardián del agua”: su interacción con los ecosistemas contribuye a mantener los ciclos hídricos.
Como explica Carlos Saavedra, coordinador de especies de Wildlife Conservation Society (WCS) Colombia, “debido a la presión y degradación de sus hábitats naturales, en los últimos años, se les ha visto en zonas más bajas de la montaña y más cerca de las comunidades en las cordilleras, lo que ha aumentado las amenazas que enfrenta esta especie”.
Para proteger al oso andino (Tremarctos ornatus) en el país y en la región han surgido múltiples estrategias para mejorar las condiciones de vida de esta especie, que van desde el estudio de su comportamiento y su hábitat, y también en restaurar ecosistemas de bosque andino y de páramo para asegurar la conectividad de los ecosistemas.
Una de las propuestas que asegura ya tener resultados positivos para mostrar es la alianza ‘Conservamos la Vida’. Esta iniciativa público-privada, que busca implementar una intervención integral en los territorios en lo que habita esta especie, es liderada por Parques Nacionales Naturales de Colombia, la Fundación Smurfit Westrock, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), WCS y la Fundación Grupo Argos.
|Lo que muestra cómo se están mejorando los espacios disponibles para ellos”, apunta Saavedra, de WCS.
En los próximos meses se realizarán más sondeos para tener un mayor panorama de lo que está ocurriendo en otros ecosistemas andinos y de cómo esta especie está recuperando “su tierra” en las montañas de Colombia. Estos logros, aseguran desde la alianza, se están materializando a través de una estrategia de restauración que pone a las comunidades en el centro y en el que intervienen diferentes sectores de acuerdo con su experticia.
Una estrategia para conservar el oso andino y los bosques
Como contamos en estas páginas, además de la pérdida de áreas de bosque, los científicos están cada vez más preocupados por la fragmentación y pérdida de conectividad de los ecosistemas andinos. Según una reciente investigación de un grupo de investigadores colombianos, la conectividad de estos ecosistemas ha disminuido en un 85 %, con relación a su estado original. La meseta cundiboyacense y el Eje Cafetero son las zonas más críticas.
Para enfrentar esta problemática en este y otros ecosistemas, la Fundación Grupo Argos, durante las últimas décadas, ha centrado sus esfuerzos en preservar y restaurar áreas estratégicas que permitan restablecer la conectividad biológica. A través de acuerdos de conservación con comunidades rurales, propietarios de tierras y organizaciones aliadas han protegido más de 25.600 hectáreas —lo que equivale a tres veces el área del Parque Nacional Natural Tayrona— y han sembrado más de 5,3 millones de árboles nativos, contribuyendo a la recuperación de 23 fuentes de agua esenciales para la seguridad hídrica. Para 2024, la Fundación logró proteger más de 15.200 hectáreas de ecosistemas de bosque andino, húmedo y seco tropical.
Cómo explica María Camila Villegas, directora ejecutiva Fundación Grupo Argos, esta labor se ha centrado en tres ventanas de trabajo clave, relacionadas tanto con la operación de los negocios de Grupo Argos como de zonas estratégicas para la conservación y estabilidad hídrica. Estas se han priorizado en el río Claro (en el Magdalena Medio, en Antioquia), el río Cartama (en el suroeste de Antioquia) y el río Saldaña (Tolima), caracterizadas por su biodiversidad, la existencia de especies endémicas y por ser cruciales para el abastecimiento hídrico.
Esta estrategia de conservación se viene aplicando en el marco de la alianza ‘Conservamos la Vida’, en la que se desarrollaron, junto con los otros aliados, estrategias de conservación en la Cordillera Occidental (Risaralda, Valle del Cauca y Cauca), y Cordillera Central (Cauca, Valle del Cauca y Tolima) para proteger al oso andino.
“En Colombia hay cinco núcleos poblaciones en los que vive esta especie, y en la alianza realizamos acciones en dos ubicados en la cordillera occidental y otras dos en la central. En estos puntos realizamos estrategias de investigación, pues cada ecosistema y las comunidades que viven a su alrededor son diferentes, y posteriormente acciones de restauración de los hábitats”, explica Saavedra, de la WCS.
“Lo cierto es que estos no son procesos lineales, pues se pueden presentar problemas propios de cada territorio y hay muchos procesos de ensayo y error. No todo funciona siempre y se trata de proyectos de largo plazo en los que estamos, ahora, viendo los resultados”, analiza Villegas, de la Fundación Grupo Argos.
Entre los hitos de esta intervención en los ecosistemas andinos, están 126 acuerdos de conservación para 2024, así como 3.600 hectáreas de área mejorada en hábitat para osos para finales del año pasado.
“Nuestra meta siempre ha sido contribuir a que Colombia siga siendo el cuarto país del mundo con mayor disponibilidad de este recurso y uno de los más biodiversos. Y para esto entendimos que proteger por proteger no garantiza la sostenibilidad. Lo importante es cómo viven las comunidades que rodean los bosques”, explica María Camila Villegas, de la Fundación Grupo Argos.
En esta línea, desde la alianza se realizaron ejercicios de educación ambiental, tanto en las comunidades como en instituciones educativas, para compartir información sobre por qué es una especie dinamizadora en los ecosistemas, que se alimenta principalmente de plantas. Por ese motivo, no constituye un riesgo para las comunidades y con lo que se busca disuadir, de este modo, su caza.
Otro de los procesos que se apoyó en el terreno tiene que ver con el desarrollo de economías sostenibles, en torno a la conservación y en actividades complementarias que permiten mejorar la calidad de vida de las comunidades que viven cerca a los hábitats de los osos andinos.
Uno de estos procesos ocurrió en la zona de amortiguación del Parque Nacional Tatamá, en la zona rural del municipio El Águila (Valle del Cauca). En esta zona del país, 13 familias destinan una parte de sus predios para la conservación de los ecosistemas y, como contraprestación, la alianza, las asesoró para la producción de café de alta calidad. Bajo el nombre ‘Café Oso Andino’, se trata de un producto con certificaciones de buenas prácticas agrícolas que busca llegar a mercados en el exterior. Esta fue una de las 40 iniciativas socioambientales recibieron recursos para la formulación y financiación de sus proyectos en 2024 por parte de la Fundación Grupo Argos y los otros aliados de la iniciativa.
“Además de contribuir a la protección de esta especie, los ingresos del sector cafetero de la zona se cuadruplicaron en el último año, lo que muestra cómo la conservación también puede impulsar el desarrollo de las comunidades”, añade Saavedra, de WCS.
Por su parte, en el marco de la alianza también se impulsaron proyectos de turismo de naturaleza como el aviturismo o el avistamiento de osos andinos, con el objetivo de asegurar la sostenibilidad a largo plazo de la conservación de los ecosistemas.
Un apoyo a otras especies
Además de la protección que le está ofreciendo al oso andino, la Fundación Grupo Argos con sus aliados viene desarrollando, entre otros, un proyecto para restauración de la cuenca del Río Saldaña que abastece, aproximadamente, al 46 % de los habitantes del Tolima y ayudar a proteger la biodiversidad de esta zona del país.
En los últimos nueve años, se han sembrado, a través de tres viveros comunitarios, cerca de 9.000 árboles de especies amenazadas sembrados y se han restaurado 210 hectáreas. “En total, lograremos 23 especies amenazadas, 4 mamíferos, 9 aves y 9 plantas, y 33 endémicas registradas en los predios con acuerdos de conservación y postulados como reservas naturales de la sociedad civil”, explica Saavedra, de WCS.
El conocimiento sobre los ecosistemas juega un rol fundamental en estas apuestas de conservación. Por ejemplo, en este proyecto, se descubrió una nueva especie planta endémica de los Andes que fue denominada como Miconia lorenaensis. En general, en todos los procesos de restauración de la Fundación Grupo Argos, se han identificado 140 especies de fauna en las áreas donde se realizan procesos de restauración y protección.
“Es una apuesta por la naturaleza y por las comunidades que ninguna organización puede lograr por sí sola. Se requieren alianzas entre distintos sectores y fortalecer la gobernanza en los territorios”, afirma Villegas, de la Fundación Grupo Argos.
Aún persisten retos, como el control de la caza furtiva y la necesidad de restaurar corredores biológicos a gran escala, pero esfuerzos y alianzas de este tipo sientan las bases para que comunidades involucradas puedan desarrollarse al mismo tiempo que protegen a la naturaleza.
*Este artículo fue publicado en alianza con la Fundación Grupo Argos.