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Colombia cuenta al menos con 43 especies de peces introducidas: 30 especies exóticas u originarias de otros continentes y 13 especies trasplantadas de una cuenca hidrográfica a otra. De todas ellas, el basa es la más controversial.
Este bagre, originario del sur de Asia, fue introducido ilegalmente en Colombia hace al menos 15 años y se ha dispersado rápidamente. Hoy cuenta con poblaciones en las cuencas del río Magdalena y Sinú. Su ingreso ilegal al país no fue casual, sino organizado, como su cultivo posterior, con el pretexto de proveer con proteína barata a la población y garantizar la seguridad alimentaria.
Hoy día el basa está en todo el mercado colombiano. Sus rasgos de vida muestran que es una especie potencialmente invasora. Alcanza 1,3 metros, no tiene depredadores, madura rápidamente, tiene alta fecundidad, se reproduce estacionalmente y migra como nuestros peces nativos y come de todo. Es portador, vector y transmisor de enfermedades y parásitos para otros peces. Tolera baja concentración de oxígeno y contaminación. Compite por espacio y alimento con nuestras especies autóctonas del Magdalena como el bagre rayado, la doncella, el blanquillo y el bocachico, especies todas de interés pesquero y amenazadas.
La especie está en la actualidad en proceso de establecimiento y se han detectado individuos maduros e incluso de un ejemplar hermafrodita en el medio natural. Todos los animales recolectados proceden de fugas de cultivos, ya que estos no son “bioseguros”. Un estudio del 2020 muestra que al menos 15 especies introducidas se fugan al medio natural.
Erradicar al basa es virtualmente imposible, sin embargo, hay estrategias para minimizar su impacto. Primero, dar tranquilidad a los pequeños y medianos acuicultores, en el sentido de no culpar y menos todavía judicializar, a los involucrados. Segundo, conversar con todos los actores y sectores que participan en su cultivo y venta, para qué mediante un proceso de negociación, las autoridades competentes puedan recibir los ejemplares existentes y eviten que sean liberados al medio natural.
Tercero, sacrificar todos los individuos parentales usados como reproductores en los cultivos y frenar así más producción de juveniles y escapes potenciales al medio natural. Cuarto, sustituir dichos cultivos por el de especies autóctonas que se han venido reproduciendo en el país de manera exitosa y rentable.
Finalmente, proseguir con el monitoreo científico y participativo continuo de la especie. Contamos entonces con todo el contexto político y normativo nacional necesario, los riesgos socioeconómicos y ecológicos derivados de su legalización y toda la información biológica para su análisis y la toma de decisiones, una oportunidad única para Colombia de declarar al basa como especie invasora en la próxima COP 16.
*Investigador del Instituto Humboldt.
Por Carlos Andrés Lasso Alcalá*
