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El descubrimiento y uso del fuego cambió para siempre la historia de la humanidad. Consumir alimentos cocinados cambió nuestra fisionomía, calentarnos nos permitió sobrevivir a los climas inclementes, el fuego nos sirvió para defendernos de depredadores y hoy en día continúa siendo parte de nuestra vida cotidiana, aunque en ocasiones pase desapercibido. Pero el fuego no es solo importante para los seres humanos. En la naturaleza estimula el rebrote de las plantas, ayuda en la dispersión de semillas y la floración de algunas especies.
Para las comunidades que habitan el páramo y en especial para las comunidades indígenas que viven a los pies del volcán Cumbal en Nariño, el fuego tiene una diversidad de usos y significados espirituales. Lo usan para cocinar, para calentar sus casas, para limpiar y armonizar los espacios y hace parte de sus prácticas agrícolas.
Allí en Nariño, las comunidades indígenas le llaman “la Tulpa”, que a simple vista se asemeja a una fogata con piedras, leña y fuego, pero es mucho más que eso: es el lugar donde preparan los alimentos, es el punto de encuentro familiar, donde se calienta la casa. Es donde se invita a quienes visitan, a dialogar, intercambiar saberes y donde se avivan las tradiciones, en otras palabras es el corazón de la casa donde se sostiene la vida.
Pero el fuego también tiene sus riesgos y lo pudimos ver recientemente durante los primeros meses de este año. En los diferentes páramos de Colombia, los fuegos que se salieron de control, según la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), quemaron cerca de 17 mil de hectáreas de vegetación entre las que se cuentan hectáreas de páramo como el de Santurbán. En los páramos, el fuego es un riesgo, pues la mayoría de sus especies tienen crecimiento lento, como los frailejones, una gran porción de sus especies son pastos y sus coberturas tienden a estar más expuestas a la radiación solar, lo que lleva a que cada evento de fuego sea más severo.
El fuego junto a la ganadería y la expansión de la agricultura, son algunos de los factores que más transforman los páramos. La frecuencia de incendios, tanto naturales como provocados por la actividad humana, ha contribuido significativamente a la pérdida de territorio paramuno. Esta situación ha propiciado, a su vez, que la agricultura y la ganadería se adentren cada vez más en las zonas montañosas.
Dialogar para colaborar e investigar
Alrededor de la Tulpa, comunidades indígenas del resguardo El Gran Cumbal e investigadoras del Instituto Alexander von Humboldt nos reunimos alrededor de “la tulpa” para discutir sobre algo que preocupa por igual a comunidades parameras y la sociedad entera: las quemas en los páramos.
Tanto mujeres como hombres, en su mayoría representantes de colectivos y asociaciones ambientales, expresaron una profunda preocupación por las quemas de páramos, pues afectan los frailejones y los nacimientos de agua, de los cuales dependen todos. Entre otras cosas nos contaron que por lo general después de un evento de fuego llega un tractor, se cultiva o se ponen vacas y la biodiversidad que existía en esa zona no regresa o que difícilmente se recupera.
En ese espacio de diálogo y de intercambio de saberes, las comunidades nos manifestaron su interés por entender e investigar los efectos del fuego sobre las plantas y las aves. Así como sus implicaciones para las fuentes de agua, la polinización y la dispersión de semillas.
En respuesta a este interés local de investigar al fuego y sus dinámicas, iniciamos un proceso que llamamos monitoreo participativo de la biodiversidad. Este proceso lo definimos como una estrategia que, de la mano con las comunidades, busca medir y hacer un seguimiento riguroso de los cambios en el entorno natural en el tiempo. Este proceso permite reconocer si una especie de animal o planta, o los ecosistemas han experimentado cambios, o si las amenazas que enfrentan han aumentado su riesgo de degradación o desaparición.
Este enfoque de monitoreo se distingue por su énfasis en la cocreación, otorgando un papel central a las comunidades locales en todas las etapas del proceso que va desde la formulación de las preguntas de investigación hasta el diseño metodológico, la recolección y análisis de datos, así como la divulgación de la información obtenida. Este proceso se realiza con el respaldo constante de técnicos e investigadores, convirtiendo así los resultados en herramientas fundamentales para la toma de decisiones.
Es crucial destacar que las comunidades locales son los expertos de sus territorios. Poseen un conocimiento profundo de las dinámicas naturales de su entorno y saben su historia a la perfección, lo que convierte al monitoreo en un ejercicio completamente contextualizado. Por ello este enfoque va más allá de simplemente recopilar información, se convierte en una herramienta poderosa para la gestión ambiental a nivel local y actúa como catalizador para la acción colectiva al proporcionar información fundamental para abordar los desafíos socioambientales que enfrentan tanto las comunidades como los gobiernos locales.
Puentes para el diálogo de saberes
Nuestro objetivo era claro, generar información que concientizara a otras personas de la comunidad sobre la importancia de manejar el fuego de manera adecuada en estos ecosistemas a través del monitoreo. Y como este también permite y facilita la creación de puentes para el diálogo de saberes, en otro de los encuentros contamos con la presencia de Julián Díaz, investigador de doctorado de la Universidad del Rosario, quien viene estudiando los efectos del fuego en el páramo y su biodiversidad en otras regiones de Colombia.
Julián compartió su conocimiento acerca del fuego y cómo se encuentra desarrollando su investigación en otras regiones del país. Asimismo, compartió su proceso metodológico, el cual la comunidad lo encontró relevante para responder su pregunta.
Así fue como decidimos salir del abrigo de la tulpa y probar los métodos en el páramo. Nos fuimos a las faldas del volcán Cumbal y allí todos entramos en acción. Unos se dedicaron a observar un área de páramo que fue quemada recientemente y otros a observar otra área con más de 15 años de recuperación después de la quema.
Entre las reflexiones de la salida, las mujeres señalaban que los frailejones no volvían a crecer de la misma manera, su altura era distinta y se les notaban todas las cicatrices de las quemas. Algunos hombres señalaban que tras las quemas los pastos son los que crecen más rápido reduciendo la capacidad de rebrote de otro tipo de plantas y esto hace que algunas personas aprovechen para traer su ganado y ponerlo a pastar. Pero para poder confirmar sus hallazgos necesitan observar más a través del tiempo.
Desde marzo los participantes decidieron iniciar su proceso de recolección de datos, esperan realizarlo mensualmente en diferentes puntos y de este modo poder comparar. La meta es contar con suficiente información en un año o más para analizarla, y poder llevarla al resguardo. Esperan que el cabildo y demás comuneros conozcan de primera mano los efectos del fuego en sus páramos y puedan tomar acciones para responder a sus problemáticas.
Todo esto impulsa el diálogo, el trabajo en equipo y la exploración de soluciones locales. Además, estos procesos subrayan que la ciencia trasciende los límites de las aulas, y que todos tenemos la capacidad de participar en su desarrollo. Al hacerlo, reconocemos lo que sabemos, reconocemos los conocimientos de todas las personas, valoramos el conocimiento como una herramienta efectiva para abordar los desafíos locales y nos movemos para lograr un objetivo común y sin complicaciones.