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Si te gusta la naturaleza y los viajes con propósito, imagina llegar en canoa a un pueblo que flota. Casas de madera sobre pilotes, pasillos de agua donde pasan los niños en chalupa, garzas al amanecer y el olor a bollos de mazorca recién salidos de la olla. No es un parque temático: es la vida real de Buenavista y Nueva Venecia, dos pueblos palafíticos en la Ciénaga Grande de Santa Marta donde hoy la comunidad te abre la puerta -de agua- para mostrarte su cultura anfibia y cómo la cuidan. En estas rutas, el paisaje no se mira de lejos: se vive, se conversa y se aprende por qué aquí no se tala el manglar, no se tira basura y por qué cada visita puede dejar una huella positiva.
“Durante años, el turismo fue “extractivo”: llegaban lanchas, tomaban fotos, seguían de largo; la comunidad apenas veía pasar la oportunidad. Hoy la historia es otra”, cuenta Marcela Galvis, coordinadora del proyecto Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia, desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), financiado por la Unión Europea. “Junto a Invemar y las comunidades hemos construido nuevas alternativas de turismo, son experiencias únicas en lugares que son poco visitados”, agrega.
Las comunidades de la Ciénaga Grande de Santa Marta han pasado de ser espectadoras a anfitrionas: se han formado, están organizadas y cuentan con dotaciones e infraestructura para operar con calidad y cuidar su entorno. Infraestructura e implementos para mejorar la oferta hotelera y gastronómica; adecuación de espacios comunitarios; la llegada de equipos para separación y aprovechamiento de residuos; y, sobre todo, procesos de capacitación para que las herramientas no se quedaran como “hierros”, sino como capacidades instaladas, hace parte de la lista de acciones que están transformando el turismo comunitario.
Lo invitamos a leer: Paisajes Sostenibles - Herencia Colombia, el proyecto que está potenciando el turismo comunitario.
El resultado se siente en la orilla. “Aprendimos que lo que tenemos vale, y que hay que cuidarlo y compartirlo con respeto. Aprendimos a guiar, a planear y a recibir sin perder lo nuestro”, cuenta Gabriela Moreno, hoy liderando experiencias que ponen a la juventud en el centro con su emprendimiento Viajando con Gaby. “Ahora muchos jóvenes ya no quieren irse: su historia y su voz tienen un lugar”, dice.
“Crecí entre canoas y manglares y entendí que el turismo aquí se vive haciendo. En la Ruta de la Restauración la gente escucha por qué el mangle sostiene la vida, visita el vivero y siembra plántulas; se lleva un reconocimiento simbólico de Guardián del Manglar y la certeza de que cada visita puede dejar una huella real. Luego ven Ecopalermo y comprenden la economía circular -del residuo al recurso-. No vendemos paseos rápidos: abrimos nuestra casa de agua para aprender juntos y aportar al territorio.”
“Al amanecer, salimos por Caño Clarín con Aves e Historias Palermeras: garzas en el espejo de la Ciénaga, relatos de memoria y cocina tradicional; a veces aparece el colibrí ventrizafiro, que aquí cuidamos entre todos. Para mí, este turismo no cambia nuestra cultura: la visibiliza y la dignifica. Si deciden venir, háganlo con respeto: pregunten, escuchen, compren local, reduzcan residuos y compartan lo aprendido.
Las rutas nacieron con la comunidad, por eso su guion lo escriben quienes han vivido siempre con el agua a la cintura. Hay salidas de aviturismo con relato de conservación; curvas de manglar que se leen como un libro abierto; pesca vivencial para entender artes tradicionales; y circuitos de cocina y música donde la cultura se degusta y se baila. El diseño de estas experiencias se trabajó con mentorías empresariales y alianzas técnicas: cinco emprendimientos de Nueva Venecia consolidaron su propuesta de valor con el acompañamiento de Manakin Nature Tours e investigadores de INVEMAR, iniciativa en la que se sumaron emprendimientos de Palermo, Sevillano y Buenavista para un total de 14 organizaciones locales y aproximadamente 183 familias en los municipios de Ciénaga, Pueblo Viejo y Sitio Nuevo.
Además, la puesta en marcha del modelo de gobernanza local activó seis mesas territoriales y reunió a más de 546 actores (37 % mujeres; 60 % jóvenes entre 15 y 28 años), un dato que habla de apropiación social, relevancia de género y relevo generacional.
La transformación es tan económica como cultural, ha sido construida en un entorno que proyecta sostenibilidad en su amplio sentido, lo social. “No se trata solo de dotar, sino de construir confianza en lo que se es. La comunidad se volvió protagonista del turismo que antes la ignoraba”, resume Marcela Franco, bióloga especialista de la Fundación Bioherencia.
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“En la cocina aprendí a contar quiénes somos”, dice Elsy Rodríguez, cocinera tradicional de Nueva Venecia. “En Paraíso Veneciano -su restaurante- servimos bollos de mazorca, pescados del día y dulces con recetas de mi mamá y mi abuela. Con Paisajes Sostenibles entendimos cómo costear, presentar menús y recibir grupos; eso me abrió puertas: participé en ANATO, hice contactos y hoy puedo ofrecer paquetes con anticipación”. Elsy resalta algo clave: “la conectividad lo cambió todo; ahora me escriben por WhatsApp, publico en redes y confirmo reservas en minutos. Ya no esperamos a que ‘caiga’ la lancha: nosotras salimos a buscar al visitante con una propuesta clara”.
El impacto es familiar y comunitario. “El restaurante genera trabajo para mujeres de la zona: una cocina, otra atiende, otra lleva el inventario. Cuando llegan viajeros, no solo comen, aprenden qué cocinamos, de dónde viene el pescado y cómo cuidamos el manglar. Eso también vende y educa. Y lo más lindo”, agrega, “es ver a las peladas jóvenes diciendo: ‘yo quiero estudiar gastronomía y volver’. El turismo nos dio voz; ahora nos conocen por lo que somos y sabemos hacer”.
El agua también ha inspirado nuevas creaciones, uno con huella verde. “Antes, esos troncos taponaban los caños; hoy son canoas en miniatura y piezas que cuentan nuestra historia”, explica Edrulfo. “Cada canoa la trabajo pensando que, para nosotros, la canoa son los pies: con ella se estudia, se pesca, se enamora. Aprendí a seleccionar y curar la madera, a lijarla hasta que brille como el agua al amanecer. Cuando la gente la toma en las manos, entiende que no es un adorno: es memoria de un pueblo anfibio”.
Este artesano nato, explica que su oficio también es conservación y futuro. “Recojo madera que ya cumplió su ciclo y la transformo; así liberamos los caños y le damos un segundo uso. Con el acompañamiento del proyecto aprendí a fijar precios, a exhibir y a contar la historia detrás de cada pieza. Ahora vienen visitantes, compran y se llevan la Ciénaga a sus casas. Lo que más me emociona es cuando los muchachos se acercan a mirar y dicen: ‘¿me enseña?’; ahí sé que no solo vendo artesanías: siembro oficio y orgullo por nuestro pueblo”.
El proceso dejó aprendizajes útiles para cualquier destino que aspire a ser sostenible: formación en servicio, costeo y formalización legal de los emprendimientos; materiales promocionales para vender mejor; y un boot camp de negocios verdes con la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag) para abrir mercados. Todo soportado por la educación ambiental y el manejo de residuos para que el turismo ayude a limpiar y conservar.
Detrás de las cámaras (y de las canoas), también hay hitos que hablan del estándar alcanzado: dotaciones e infraestructura orientadas a la sostenibilidad de la operación; y un programa de Mentorías Empresariales cuya calidad fue reconocida en 2024 con el Premio de Turismo Responsable (plata) por promover impacto socioeconómico y construcción de paz.
Y está, claro, la voz del pescador-guía que cierra el círculo: “A veces creen que solo vinieron a pasear, pero se van con otra mirada: aquí aprenden por qué el manglar no se tala y por qué esta casa de agua se cuida entre todos”. Esa pedagogía cotidiana, hecha de conversación, ejemplo y orgullo, es la que vuelve sostenible cada visita.
Sierra Nevada en primera persona: cinco rutas para caminar, aprender con comunidades y cuidar el territorio
En la Sierra Nevada de Santa Marta, el ecoturismo tiene rostro y voz locales. La jornada puede empezar en Palermo con “Aves e historias palermeras”: salida al amanecer por el Caño Clarín y la Vía Parque Isla de Salamanca para observar aves en manglar y bosque seco -incluido el colibrí ventrizafiro, en peligro crítico-, y cerrar con relatos de memoria como la Ruta de los Espantos y un taller gastronómico comunitario. Horarios y paradas están definidos: inicio 6:00 a. m., desayuno típico, visita a manglar/Vía Parque, “Cocoteando con Albeiro” y cierre cultural.
Si el plan es vivir la cultura anfibia a fondo, “Sabores y sonidos palermeros” recorre 8 km en bote por el Caño Clarín Nuevo, con paradas en huertas aéreas, piscicultura, artes con fibra de coco y un remate musical que canta a las aves y al manglar; el almuerzo se sirve en “Sazón de Rodrigo – Arroz al Clarín”. Todo en un solo día, operado por la comunidad.
El agua, fuente de vida, de trabajo, de alimento y cultura, ha sido la musa de inspiración para múltiples temas musicales como los del Congo Buenavistero, que reactivó cantos, tambores y vestuarios del Caribe, sumando a jóvenes y mayores en un relevo que hoy da la bienvenida a quienes llegan en canoa. Su presentación -con taller de tambores y danza- puede cerrar ‘Sabores y sonidos palermeros’ o acompañar el atardecer de ‘Aves e historias palermeras’, hilando identidad y conservación. Cada función remunera a familias de artistas y convierte la visita en un intercambio vivo de cultura anfibia.”
Hacia la montaña, San Pedro de la Sierra ofrece un paquete de 3 días: Día 1, hasta 7 horas de avistamiento en bosque seco y subandino y trekking de 7 km hasta la comunidad Kogui de San Andrés; Día 2, conexión 4x4 y encuentro con la comunidad Arhuaca de Busingueka (tejido y cosmovisión), circuito completo del café en Villa Esperanza y cabalgata al Refugio Serrano; Día 3, apicultura con productor local, descanso en piscina natural comunitaria y cata sensorial de café de especialidad. La operación la lideran emprendimientos serranos: Serranos Travel, Sierra Diversa, Café, herencia y tradición y Finca Villa Esperanza.
En Santa Clara (Fundación, Magdalena), el turismo comunitario también es de 3 días: Día 1, producción artesanal de caña y panela en trapiche y taller de memoria histórica; Día 2, mirador de picos nevados, visita a la comunidad Arhuaca de Mañimake (tejido y plantas medicinales), preparación de almuerzo, cabalgata y cata de café en el bosque; Día 3, apicultura y encuentro con cultivos de malanga, tubérculo ancestral que sostiene economías familiares. Impulsan TRUCO y CAPIKUL, con enfoque de conservación y desarrollo local.
De vuelta a la Ciénaga, la “Ruta de la Restauración en un bosque de manglar” convierte a cada visitante en actor de conservación: charla de biodiversidad y amenazas, trabajo en vivero, siembra y poda de plántulas y certificación simbólica de Guardián del Manglar. El cierre muestra la economía circular en Ecopalermo (“del residuo al recurso”) y celebra sabores y música local. Son experiencias cocreadas en Paisajes Sostenibles – Herencia Colombia para generar ingresos, fortalecer capacidades y cuidar la naturaleza.
Viajar con propósito transforma a quien llega y fortalece a quien recibe. Reservar, preguntar, escuchar, comprar local, reducir residuos y compartir lo aprendido es la manera de vivir estas cinco rutas -de la Ciénaga a la Sierra- y dejar una #HuellaPositiva.
27 de septiembre, Día Mundial del Turismo 2025: “Turismo y transformación sostenible”
En los pueblos palafíticos de la Ciénaga, esa transformación ya sucede: las comunidades diseñan experiencias, mejoran sus medios de vida y fortalecen su identidad mientras conservan los múltiples ecosistemas que les rodea. Visión que conecta con las apuestas de la FAO, pesca y turismo de naturaleza con pescadores en la Ciénaga (reduciendo presión sobre recursos y visibilizando buenas prácticas); agroturismo serrano con café de especialidad y apicultura; o circuitos de gastronomía con identidad. Cada experiencia integra tres llaves operativas que FAO promueve: compra local y precio justo, educación ambiental y cultural en la ruta, e indicadores de impacto. Así, viajar deja de ser solo desplazarse, se vuelve en corresponsabilidad con territorios que cuidan su naturaleza y su cultura.
Desde su mandato en sistemas agroalimentarios, la FAO impulsa el turismo como palanca de desarrollo rural diseñando, con las comunidades y no para ellas, experiencias que conservan paisajes, dignifican oficios y diversifican ingresos sin perder identidad. Iniciativas globales como las alianzas en territorios de montaña y los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) han mostrado que el binomio patrimonio agrocultural + turismo responsable crea valor real.
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En clave del Día Mundial del Turismo 2025, este enfoque dialoga con el lema “Turismo y transformación sostenible”. Esta fecha destaca el poder del turismo como motor de cambio, a través de cada visita realizada, los turistas contribuyen con el impulso de economías locales, la construcción de sociedades más justas y una mayor sostenibilidad ambiental. Cada reserva financia a familias que viven del agua, visibilizan una cultura única y cuida un santuario de biodiversidad.
Con este marco global, cada reserva en las rutas comunitarias de los pueblos palafíticos no es solo una experiencia auténtica: aporta ingresos locales, visibiliza la cultura anfibia y cuida los manglares. Súmate, viaja con y deja tu #HuellaPositiva.