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La fórmula ambiental que se tejió en tres ciudades para integrar a los migrantes en Colombia

En tres ciudades del país, organizaciones locales, Juntas de Acción Comunal y autoridades locales, junto con personas migrantes, están liderando proyectos ambientales. Según sostiene la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), estas iniciativas que buscan cuidar el medio ambiente, ayudan a construir comunidades más unidas, resilientes y sostenibles.

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06 de octubre de 2025 - 07:39 p. m.
El objetivo de la estrategia es aumentar la participación de los migrantes en todas sus edades en proyectos comunitarios.
El objetivo de la estrategia es aumentar la participación de los migrantes en todas sus edades en proyectos comunitarios.
Foto: OIM
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Colombia ha sido un país marcado, por las migraciones que han transformado su territorio y su cultura, por ejemplo, con la llegada de los esclavos africanos durante la época colonial, o, siglos después, de las personas migrantes a la costa Caribe provenientes de países del Medio Oriente. En este contexto, en los últimos años, Colombia ha experimentado una nueva ola migratoria, en particular proveniente de Venezuela. Según cifras de Migración Colombia, en 2025 se estima que hay más de 2,8 millones de venezolanos viviendo en Colombia.

Gran parte de estas personas se han quedado, en busca de mejores condiciones de vida, en zonas de frontera como La Guajira (con 160.000 migrantes venezolanos), Norte de Santander (con 332 mil) o en Santander (115.000 personas registradas), según los datos más recientes de Migración Colombia. Gran parte de estas personas se han quedado, en busca de mejores condiciones de vida, en las grandes ciudades del país (Bogotá: 593 mil personas, Medellín 241 mil, Cúcuta 216 mil y Barranquilla 138 mil) y en en zonas territorios de frontera como La Guajira (con 160.000 migrantes venezolanos), Norte de Santander (con 332 mil) o en Santander (115.000 personas registradas), según los datos más recientes de Migración Colombia.

Sin embargo, a pesar de que muchos han encontrado oportunidades económicas con ayuda del Estado y la cooperación internacional aún persisten brechas de integración socio-cultural en los territorios y comunidades del país.

La evaluación conjunta de necesidades del Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM) del 2025 evidencia las barreras estructurales y sociales que aún persisten, especialmente en relación con el empleo, la discriminación y el acceso a servicios esenciales. Las oportunidades económicas de la población venezolana en Colombia siguen siendo limitadas: presentan una alta tasa de desempleo (13.07%), subempleo (13.34%) y una mayoría (95.26%) trabaja en la informalidad, lo que limita su acceso a ingresos estables, seguridad social y posibilidades de planificar a futuro.

Como explica Denisse Velázquez, Jefa de Misión Adjunta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Colombia, “La falta de redes de apoyo y contactos previos, la escasa participación en actividades comunitarias y la ausencia de información o acompañamiento para adaptarse, limita el acceso de la población migrante a oportunidades y servicios. Además, los sentimientos de discriminación, la falta de identificación con la cultura local y la percepción de rechazo afectan negativamente su integración social”.

Para atender esta, y otras situaciones, la OIM, junto con aliados locales, viene implementando el proyecto “Promoviendo la integración social entre población migrante y comunidades de acogida mediante actividades ambientales”, financiado por el Fondo de la OIM para el Desarrollo (IDF, por su sigla en inlgés), en el que miles de personas han participado en procesos que van desde la reforestación hasta la recuperación de parques, senderos y humedales en Bucaramanga (Santander), Ipiales (Nariño) y Riohacha (La Guajira).

El objetivo, según explica la OIM, es que, sin importar su edad, género, capacidades o identidad, las personas migrantes puedan participar y decidir activamente en espacios incluyentes y seguros en sus comunidades, bajo la premisa de realizar proyectos ambientales orientados a mejorar su entorno.

Avanzando en proyectos que necesitan los territorios

Uno de los enfoques que guían esta estrategia es el de la Planificación Basada en la Comunidad (CBP, por su sigla en inglés), que implica que las actividades se construyen y desarrollan de la mano con las comunidades, respondiendo a sus necesidades reales y pensando en alternativas sostenibles. “Por eso, cada iniciativa busca reforzar la cohesión social, impulsar la resiliencia colectiva y abrir espacios de participación para las personas que han llegado al país en busca de nuevas oportunidades”, explica la OIM.

Las iniciativas ambientales se han puesto en marcha en estas tres ciudades del país a través de organizaciones sociales y comunitarias locales, escogidas mediante convocatorias públicas bajo la modalidad de subvenciones. Cada una de ellas recibió respaldo financiero y acompañamiento técnico para llevar a cabo sus proyectos, lo que ha garantizado un impacto directo en los territorios y una respuesta ajustada a sus necesidades.

En el barrio Mutis de Bucaramanga se llevó a cabo uno de estos proyectos, liderado por la Fundación Sevicol, que impulsa programas innovadores orientados al bienestar social y al desarrollo sostenible de las comunidades. Allí se recuperó y embelleció el Parque Palmas del Mutis mediante jornadas colectivas de limpieza y restauración con la participación de jóvenes de instituciones educativas, migrantes, así como de personas vinculadas a procesos de justicia y prácticas restaurativas.

Sin embargo, la intervención en estos puntos, que tienen el objetivo de que los diferentes actores de la ciudad se vinculen activamente a dinámicas colectivas de fortalecimiento social y ambiental, no se limita a cambios físicos en el territorio.

En esta línea, el proyecto también incluyó talleres de formación ambiental con participación comunitaria, así como la creación y consolidación de un colectivo de 25 recicladores migrantes venezolanos que se presentarán oficialmente como grupo organizado para promover un reciclaje más ordenado y sostenible en el barrio. Además, se realizaron procesos de capacitación en formulación y gestión de proyectos comunitarios y en liderazgo sociopolítico para 40 hombres y mujeres líderes de sus territorios, con el respaldo de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP).

“El fortalecimiento comunitario ha sido clave para que los proyectos ambientales tengan un impacto duradero. Desde la OIM, junto con aliados locales, se han realizado capacitaciones para líderes y lideresas de las Juntas de Acción Comunal (JAC) y otras organizaciones. Estos talleres han abordado temas como liderazgo, gestión ambiental, derechos humanos y prevención de la violencia, y han contado con el apoyo de entidades como las secretarías de medio ambiente, corporaciones autónomas regionales y expertos locales”, sostiene Velázquez, de la OIM.

Otro de los lugares en los que se desarrolla esta estrategia es Riohacha, La Guajira, donde hay un alto flujo de migrantes debido a la cercanía con Venezuela. En este punto se viene desarrollando, en un proceso liderado por la Fundación Brisas del Norte, una estrategia integral que se basa en un componente central: la formación. En particular, se realizaron talleres para mejorar las capacidades en separación en la fuente, aprovechamiento y manejo de residuos; y la promoción de prácticas sostenibles en hogares y espacios públicos.

Además de esto, se realizaron jornadas de embellecimiento y recuperación de barrios, en particular aquellas zonas que sirven como espacios de encuentro comunitarios. En total, hasta la fecha, se han realizado ocho talleres de formación, dos jornadas de embellecimiento y dos actividades de promoción ambiental.

Como parte de la sinergia entre los diferentes actores, el pasado 13 de septiembre se realizó una feria de actividades que incluyó promoción ambiental, recolección de aceite de cocina usado, demostraciones de separación en la fuente y la socialización de los resultados. Este espacio sirvió, según la OIM, para reforzar los compromisos entre la comunidad y los aliados, además de transferir conocimientos y capacidades al grupo dinamizador con el fin de asegurar la sostenibilidad del proceso a futuro.

Esto último, según asegura la OIM, es crucial para mantener estos proyectos a largo plazo, pues al participar en la toma de decisiones y en la puesta en marcha de estos, se fomenta un mayor sentido de pertenencia y compromiso. Vale señalar que estas apuestas priorizan la participación de mujeres, jóvenes y población LGBTIQ+.

En palabras de Velázquez, Jefe de Misión Adjunta de la OIM en Colombia, estas “actividades ambientales se han convertido en espacios muy valiosos para unir a las personas. Cuando migrantes y comunidades locales trabajan juntos en proyectos como la reforestación, el cuidado de fuentes hídricas o la limpieza de espacios públicos, se crean oportunidades para conocerse, compartir experiencias y construir confianza. En resumen, cuidar el medio ambiente juntos ayuda a construir comunidades más unidas, resilientes y sostenibles”.

Hacia una mejor protección de un humedal en Nariño

En el sur del país, en el municipio de Ipiales, las comunidades y las autoridades se han unido para la conservación y la protección del humedal el Totoral. Este ecosistema, como lo apuntan algunos estudios, se ha visto afectado por el crecimiento urbano desordenado que ha vuelto más inestable el flujo de las fuentes hídricas de la región.

“Este punto de encuentro natural donde confluyen, no solo es una fuente hídrica que permite la sostenibilidad de la vida silvestre, sino que además, es un lugar donde históricamente una parte de la población ipialeña se ha asentado y ha establecido su proyecto de vida desde los pueblos originarios hasta la actualidad, desarrollando un rico y diverso patrimonio cultural”, explica la OIM.

Para atender esta situación, la Asociación Venezuela Migrantes por el Mundo implementó, con el apoyo del Fondo de la OIM para el Desarrollo, un proceso para la construcción de un sendero ecológico y ambiental en el humedal, que busca promover y fortalecer la integración comunitaria. Por su parte, se busca apoyar la restauración ambiental de este ecosistema que actualmente enfrenta un deterioro progresivo debido a la contaminación que afectan a este territorio indígena ancestral.

De igual manera, como en los otros puntos del país, se han llevando a cabo a traves de acciones de educación ambiental, espacios de intercambio cultural, jornadas de limpieza del humedal y procesos de fortalecimiento del liderazgo comunitario, con la participación de migrantes, comunidades de acogida, líderes sociales y con el apoyo de la Fundación Tierra Minga, el departamento administrativo de ambiente y sostenibilidad de la alcaldía de Ipiales, la ESAP y el SENA..

“Ejemplos como los que están realizando Venezuela Migrantes por el Mundo en Ipiales, Fundación Brisas del Norte en Riohacha y Fundación Sevicol muestran cómo se puede lograr un gran impacto en sus territorios. En particular, estos proyectos han logrado promover la participación directa en el diseño y ejecución de estas iniciativas, lo que les da mayor protagonismo y fortalece su capacidad de gestión”, indica Velázquez, de la OIM.

Por su parte, Velázquez destaca que se han creado comités técnicos y grupos dinamizadores que incluyen tanto a migrantes como a miembros de la comunidad, para asegurar que las actividades se mantengan en el largo plazo y se articulen con los gobiernos locales.

Uno de los retos que quedan pendientes, a pesar de estos avances, es que más actores se animen a financiar este tipo de apuestas, que buscan mejorar la articulación de los actores en los territorios, y la participación de las personas que habitan, sin importar su origen, las diferentes ciudades del país.

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