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La otra gran cuenca: lo que revela el Reporte Bio sobre la Orinoquia

El reporte BIO, publicado por el Instituto Humboldt, además de recalcar las oportunidades que hay en esta región, y reseñar algunas prácticas en ese sentido, parte de reconocer el gran reto que existe para construir en esta una región una propuesta concreta de sostenibilidad. En efecto, muestra que la huella espacial humana en la Orinoquia aumentó 35 % en las últimas cuatro décadas y podría incrementar a 41 % en los próximos diez años. Esta región, que concentra el 29 % de las especies observadas en Colombia y el 26 % de la disponibilidad hídrica del país, enfrenta crecientes presiones por la expansión de la frontera agrícola y el cambio climático.

Redacción BIBO

31 de julio de 2025 - 08:00 a. m.
La Orinoquia contiene el 48 % de los humedales continentales del país.
Foto: Instituto Humboldt

La región que olvidamos mirar

Durante los últimos años, la Amazonia ha acaparado la atención de la academia, la opinión pública y los medios por su papel crucial en el equilibrio ecológico global. Sin embargo, hay otra región tan vasta como frágil de la que se habla poco: la Orinoquia. La última edición del Reporte Bio del Instituto Humboldt le pone el foco. Esta región, que abarca los departamentos de Arauca, Casanare, Vichada y parte de Guaviare, representa el 31 % del territorio colombiano, alberga el 29 % del total de especies observadas y concentra el 26 % de la disponibilidad hídrica.

El Reporte Bio es una publicación anual del Instituto Humboldt y el Ministerio de Ambiente. La última edición está dedicada a la Orinoquia colombiana y documenta los ecosistemas, especies y transformaciones que marcan el presente y el futuro de la región. En palabras del Hernando García, director del Instituto Humboldt, la Orinoquia es “vasta y en muchos casos desconocida, se presenta como un espacio vital para la conservación de especies, la regulación climática y el sustento de miles de colombianos”.

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Ríos como el Guaviare, Vichada, Meta y Casanare alimentan esta arteria hídrica. Germán Andrade, asesor científico del Instituto Humboldt, explica que “la Orinoquia es, en extensión, la tercera cuenca internacional más importante de Sudamérica, después del Amazonas y La Plata. El río Orinoco es el tercero más caudaloso del mundo. Aunque nace en Venezuela, su magnitud depende en gran medida de los afluentes que discurren desde Colombia”. Pero ese equilibrio llama a la construcción de un nuevo estado de convivencia entre los ecosistemas, la sociedad y las dinámicas productivas. El Reporte Bio muestra que la huella espacial humana en la Orinoquia aumentó un 35 % en las últimas cuatro décadas. Si no se adoptan medidas de conservación, planificación territorial efectiva y gestión ambiental, ese crecimiento podría alcanzar el 41 % en los próximos diez años.

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23 487 formas de vida

La riqueza biológica de la Orinoquia es notable con 23.487 especies de fauna y flora, lo que representa el 29 % de las especies observadas en el país. De estas, 491 se encuentran en alguna de las categorías de amenaza: 76 En Peligro Crítico (CR), 173 En Peligro (EN) y 242 Vulnerable (VU), lo que corresponde al 23 % del total de especies amenazadas en el país.

Uno de los grupos más representativos es el de las aves: 761 especies han sido registradas, lo que equivale al 38 % de la avifauna nacional. La región también es líder en diversidad de peces de agua dulce, con 767 especies documentadas. En reptiles y mamíferos, destaca la presencia de especies como el caimán de anteojos (Caiman crocodilus), la boa constrictora (Boa constrictor) y la zarigüeya (Didelphis marsupialis). Andrade también resalta la diversidad ecosistémica del territorio, con bosques montanos, humedales continentales, sabanas naturales y selvas como la de Matavén, al norte del río Guaviare. Esta última actúa como un puente biológico entre los Andes y la Amazonia. Esta heterogeneidad llama a la necesidad de una visión de la región basada en su diversidad y complejidad.

El peligro en la carretera

Uno de los hallazgos más preocupantes del Reporte Bio Orinoquia es el impacto de la infraestructura vial sobre la fauna. Según los datos recogidos, 6 153 kilómetros de carreteras en esta región tienen una probabilidad alta o muy alta de causar atropellamientos.

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Entre 2016 y 2023 se documentaron al menos 1047 casos de animales muertos en vías, sobre todo en la ruta entre Villavicencio y Yopal. Las especies más afectadas han sido mamíferos como la zarigüeya (11,94 % de los registros), el mielero (8,69 %) y el zorro cangrejero (7,74 %); también se registraron impactos en reptiles como la iguana (4,78 %) y la anaconda verde (1,62 %).

El Reporte propone crear pasos de fauna aéreos, adaptar obras para permitir cruces seguros y señalizar las zonas de alto riesgo. Pero también advierte que estas medidas deben ir acompañadas de procesos de educación comunitaria y articulación institucional para ser sostenibles.

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La expansión de la frontera

Uno de los principales motores de transformación en la Orinoquia es la expansión agroindustrial. El reporte revela que la frontera agrícola aumentó de 1000 a 8000 km² en las últimas dos décadas. Esta tendencia, impulsada por cultivos de arroz, ganadería extensiva y nuevas vías de acceso, podría duplicar la demanda hídrica en las próximas décadas.

El departamento del Vichada se perfila como uno de los más susceptibles al aumento de la huella espacial humana en el periodo 2019-2030, debido a su reciente dinamismo agropecuario. Allí, por ejemplo, se han sembrado 4300 hectáreas de marañón, lo que representa el 54 % del total nacional. El marañón es una especie con buena captación de carbono y puede ayudar a reducir quemas y deforestación.

Andrade explica que uno de los desafíos es ver a la Orinoquia como “una frontera abierta para la construcción de la sostenibilidad con base en la biodiversidad y no solo como la última frontera agrícola del país”.

Si bien tiene un gran potencial productivo, seguir esa lógica puede llevar al colapso de sus ecosistemas más frágiles, especialmente sabanas y humedales que no son aptos para el uso intensivo del suelo.

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La Orinoquia ocupa cerca del 31 % del territorio colombiano.
Foto: Instituto Humboldt

Agua en abundancia (y en riesgo)

La Orinoquia es, literalmente, un territorio del agua. El 35 % de la cuenca del río Orinoco se encuentra en Colombia, lo que representa el 26 % de la disponibilidad hídrica nacional. También contiene el 48 % de los humedales continentales y el 41 % de las reservas hídricas subterráneas del país.

Sin embargo, esa abundancia podría estar en algo riesgo. El Reporte proyecta que, si la transformación actual continúa, algunos ríos podrían ver reducciones drásticas en sus caudales: el Meta hasta un 95 %, el Vichada hasta un 98 % y el Guaviare hasta un 50 %, en los escenarios más extremos.

Estos cambios, según Andrade, serían el resultado de un cóctel entre deforestación, cambios hacia un uso intensivo de las sabanas, cambio climático y alteración del ciclo hidrológico. “Las temperaturas están subiendo, las precipitaciones bajando y los fenómenos naturales son cada vez más difíciles de predecir”, advierte.

Una región en disputa

Las oportunidades de conservación y desarrollo en la Orinoquia son evidentes. Hoy, más del 20 % del hato ganadero del país está presente en la región y presentan interesantes formas de convivencia entre la ganadería y los ecosistemas en las sabanas inundables. Las sabanas de altillanura se están transformando en cultivos intensivos. Estos modelos presentan riesgo y oportunidad para la sostenibilidad.

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En este contexto persisten experiencias locales que ofrecen alternativas. El Reporte documenta iniciativas de ganadería criolla con razas como el Sanmartinero y el Casanare, adaptadas al ecosistema, con menos impacto ambiental y mayor eficiencia reproductiva. También menciona el consumo de hormigas culonas, que sigue un ciclo de colecta artesanal con valor cultural y ecológico.

Otro sector con gran potencial es el de peces ornamentales: la región aporta 323 especies al mercado y algunas comunidades ya exploran el cultivo en sistemas sostenibles. Estas prácticas, junto con el uso estratégico del marañón, pueden abrir caminos hacia una bioeconomía adaptada al territorio.

Biodiverciudades y el futuro

Más allá de los datos, el Reporte Bio propone una visión. “No podemos seguir creyendo que la oferta de la naturaleza de la Orinoquia es inagotable”, insiste Andrade. “La gestión territorial debe basarse en el mantenimientos de en los servicios ecosistémicos: provisión, regulación, biodiversidad y resiliencia”. En medio del cambio acelerado, la gestión de la naturaleza con fines de mantenimiento, transformación prudente y recuperado se debe debe enfatizar

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Esto implica también gestionar el cambio en ciudades como Arauca, Yopal, Villavicencio, Puerto Gaitán y Puerto Carreño para integrar en ellas la gestión de la biodiversidad. Desde el Instituto Humboldt, se propone el modelo de “biodiverciudades”: lugares donde lo urbano y lo natural no compiten, sino que se integran.

Y esto no solo requiere de acciones estatales. Según Andrade, dos actores clave deben asumir un rol activo: las empresas agroindustriales y las comunidades indígenas. “Las fincas de 15 000 o 30 000 hectáreas no pueden seguir actuando como si la biodiversidad fuera un obstáculo. Deben ser aliadas de la conservación”. Al tiempo, las comunidades locales son guardianas históricas de este territorio.

En su décimo año, el Reporte Bio vuelve a insistir en una idea central: Colombia no puede proteger su biodiversidad sin mirar hacia la Orinoquia. Aunque los riesgos son evidentes, también lo son las oportunidades.

“Ya hay muchas soluciones en marcha. Lo que se necesita ahora es escalarlas, apoyarlas y hacerlas visibles”, concluye Andrade. En otras palabras: el futuro de la Orinoquia no está escrito. Pero para que sea sostenible, justo y biodiverso debe dejar de ser un punto ciego en la agenda nacional.

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