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La reserva en el Caquetá que recupera orquídeas que ni la ciencia conocía

En las afueras de Florencia, Caquetá, una asociación de campesinos e indígenas que vive en la reserva El Manantial desarrolla un proyecto de ciencia ciudadana, por medio del cual aspiran a repoblar de orquídeas no solo esta área, sino el departamento.

María Camila Bonilla
02 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
El proyecto planea encontrar las especies de orquídeas de Caquetá, un departamento poco explorado. / Proyecto Orquídeas para la Paz
El proyecto planea encontrar las especies de orquídeas de Caquetá, un departamento poco explorado. / Proyecto Orquídeas para la Paz

Mary Polanía es una docente que vive que vive en la reserva El Manantial, cerca de Florencia, en el departamento del Caquetá. Desde hace más o menos 25 años, diez familias de campesinos e indígenas llegaron a ese lugar, donde formaron un asentamiento informal. Después de un tiempo, compraron la tierra y se ubicaron en varias parcelas, dándole como nombre al lugar reserva Uruki-El Manantial, por los 37 nacimientos de agua que hay.

Allí, junto a las otras familias, desarrolla un proyecto de conservación de orquídeas de la reserva y otras zonas rurales del departamento. En el espacio de cuarenta hectáreas, las familias han construido un vivero en donde tienen varias especies de orquídeas y estaciones en donde esperan enseñar a turistas que los visiten sobre los cultivos. El auge de las orquídeas, como lo llama Mary, ha llegado a muchos habitantes de la zona y ha hecho que los miembros de la reserva natural se interesen más por conservar y reforestar el área. Este proyecto comunitario se llama “Orquídeas para la Paz” y nació de una idea que en 2017 tuvo Tatiana Arias, botánica especializada en la investigación de orquídeas neotropicales en los jardines botánicos Marie Selby, de Sarasota, Florida.

Ese año, después de haberse hospedado en la casa de Polanía algunas veces, Arias se fijó en el vivero que tenía varias especies de orquídeas. La misma Polanía solo se percató de esto en ese mismo año, cuando otro profesional especializado en plantas se sorprendió por la diversidad de orquídeas nativas del Amazonas que había en su casa. En aquella época, la imagen que tenía de las orquídeas era la de la Cattleya, el tipo de planta entre lila y rosado, que suele ser la más comercial y visible. “No sabía que todas las maticas que yo había recogido y tenía en mi casa eran orquídeas y fue muy bonito darme cuenta de que siempre estuvieron a mi alrededor”, dice la docente.

La región del Caquetá despertó el interés de Arias para realizar allí el proyecto. “Para ser una zona tan biodiversa, había muy pocas especies de orquídeas reportadas, en varias listas que consulté había únicamente unas ochenta especies. A mí eso se me hacía raro y pensé que había mucho más por explorar”, explica. Después de todo, el departamento no fue explorado durante muchos años por la presencia de grupos armados. Según la Fundación Ideas para la Paz, el Caquetá fue históricamente un bastión militar y político de la exguerrilla de las Farc y por eso hubo una presencia constante de conflicto.

Además de esto, a la botánica también le llamó la atención que el Caquetá es un ecotono; es decir, una zona de transición entre dos ecosistemas: la Amazonia y los Andes. “Aunque siempre se ha dicho que en la Amazonia no hay tanta diversidad de orquídeas, mientras que los Andes son un punto caliente de biodiversidad, a mí todavía me quedan dudas. Es muy extraño que, siendo los trópicos tan diversos, haya habido tan pocas especies exploradas. Yo pensé entonces que probablemente no estamos explorando mucha biodiversidad de lo que podríamos conocer”, cuenta la botánica.

Con esta intuición en mente, Arias aplicó al programa “Ideas para el Cambio”, del Ministerio de Ciencia, proyecto dirigido a apoyar soluciones innovadoras que contribuyan a resolver problemas de comunidades vulnerables de Colombia desde la ciencia y la tecnología. El objetivo de la iniciativa es convertir la reserva El Manantial en un piloto de conservación comunitaria en torno a las orquídeas. Polanía lo resume así: “La idea fue capacitarnos más con las orquídeas, repoblar nuevamente las zonas rurales cercanas, empezando por El Manantial y utilizar las riquezas naturales que tenemos para llamar la atención de turistas”. (También puede leer: Los retos ambientales del próximo gobierno)

Al parecer, el primer instinto que tuvo Tatiana Arias sobre la biodiversidad no explorada del departamento tiene un fundamento. Tras haber recorrido un poco menos del 20 % de la biodiversidad del departamento, calcula ella, ya han registrado unas 400 especies de orquídeas, un 500 % más de las que se habían registrado previamente en otras listas. El objetivo de esta actividad es recopilar las especies totales del Caquetá para formular estrategias de conservación más efectivas.

¿Qué se debe hacer para conservarlas?

En 2017, el Instituto Humboldt realizó un estudio sobre las orquídeas de Cundinamarca, el segundo departamento en donde más se concentran estas plantas en el país. En este informe, el Instituto indicó que, de las 4.270 especies de orquídeas nativas que hay en Colombia, unas 207 se encuentran bajo alguna categoría de amenaza, “principalmente por la destrucción de su hábitat, seguido por la extracción de las poblaciones silvestres con fines comerciales”. La situación de vulnerabilidad o amenaza a la que están expuestas ciertas especies de orquídeas “evidencia la necesidad inmediata de acciones in situ y ex situ por parte de la academia, las ONG, las autoridades ambientales y comunidad en general”, concluyó la entidad.

Este tipo de acciones se refieren a dos tipos de iniciativas de conservación, dentro y fuera de las áreas en las que crece o está una población. “Orquídeas para la Paz” se ha enfocado principalmente en promover una conservación in situ, que es la conservación de una población, en este caso la orquídea, en el ambiente en el que está adaptada.

Por eso, después de buscar y registrar las especies de orquídeas del departamento, el proyecto se enfocó en tener un vivero comunitario, con una colección de germoplasma (material genético como semillas) vivo de las especies de plantas que quieren cultivar para comercializarlas eventualmente. “Las estamos cuidando y, cuando florecen, se hace una muestra de herbario que queda en la colección de la Universidad de la Amazonia”, explica la botánica Arias. Planean llevar otra parte de las semillas de las plantas al laboratorio de cultivo in vitro de esta misma universidad, para cultivar las orquídeas allí a largo plazo.

De todo este proceso, y de los tecnicismos, han aprendido los habitantes de El Manantial. Polanía, por ejemplo, sabe a la perfección cuál es la diferencia entre la polinización manual o híbrida y se sabe los tiempos de las orquídeas al derecho y al revés. Estos suelen ser, por lo general, demorados, ya que pueden pasar unos tres años desde la siembra de la planta hasta que llega a un tamaño prudente para reinsertarla. Los datos que no sabe, como el género y la especie de las orquídeas que cultivan, se los pregunta a Arias. “Una orquídea florece, le mando la foto a ella y me dice toda la información que quiero saber. Yo tengo un listado con el nombre y las características de todas las plantas”, explica Polanía.

Al igual que varias otras cosas, la pandemia dificultó el trabajo de campo que querían realizar para explorar las orquídeas que puede tener el departamento. En cambio, aprovecharon ese tiempo para realizar talleres virtuales sobre fotografía y dibujo científico. También aprendieron sobre los cultivos in vitro durante esos años, junto a estudiantes de la Universidad de la Amazonia, que también los ayudaron cuando no entendían algo. (Le puede interesar: Bosques, los nuevos indicadores de la salud humana)

Pero además de las capacitaciones para los habitantes de El Manantial, otras reservas, como la Posada de los Andaquíes y el Danubio, también han empezado a replicar algunas de las estrategias con orquídeas que la botánica Arias enseñó en El Manantial. Por ejemplo, dos mujeres, mamá e hija, fueron a uno de los cursos que dictó Arias sobre el cultivo de orquídeas. Un tiempo después, la botánica fue a visitar la reserva en la que las mujeres viven, la Posada de los Andaquíes. “Ya habían montado un sitio para mostrar las orquídeas que iban encontrando por ahí y, si utilizan las prácticas adecuadas, seguro van a florecer en otro momento”, explica Arias.

Polanía, por su parte, cree que el cuidado de las orquídeas también ha motivado un interés por proteger, en general, la reserva natural. “Desde mi casa veo por ahí monos y jaguares, y creo que eso nos indica que vamos bien con la tarea de reforestar y tener un buen espacio de plantas para que los animales se amañen ahí”, puntualiza la docente. El boom de las orquídeas, opina Polanía, les ha enseñado que la orquídea real, la nativa, tiene un valor en todo el ecosistema. “He aprendido cómo trabajarlas, cuidarlas y alimentarlas. Y eso ahora aplica para todo el medio ambiente”, puntualiza.

María Camila Bonilla

Por María Camila Bonilla

Periodista con intereses en las áreas de medio ambiente, movimientos sociales y democracia, y conflictos y paz.mbonilla@elespectador.com

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