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Opinión | ISAGEN y el camino de las serpientes

El camino de las serpientes en Colombia es turbulento y comprende una diversidad de trampas que amenazan su supervivencia y el equilibrio natural de los ecosistemas. El trabajo en preservación, investigación y pedagogía que hace ISAGEN junto a sus aliados en las áreas de influencia de las diferentes centrales de generación abre un sendero de oportunidades para que estos seres incomprendidos logren una mejor convivencia con sus vecinos humanos.

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ISAGEN*
15 de septiembre de 2025 - 02:55 p. m.
Según datos del Instituto Nacional de Salud (INS), el país cuenta con más de 300 especies y menos del 20% de ellas son venenosas.
Según datos del Instituto Nacional de Salud (INS), el país cuenta con más de 300 especies y menos del 20% de ellas son venenosas.
Foto: Oscar Garces
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Ojos que hipnotizan, aliento que paraliza, cola que pica, poderes mágicos que abren portales a lo desconocido. Esas y muchas otras creencias viven en el folklore de las sociedades alrededor del mundo para describir a uno de los reptiles más incomprendidos y temidos: la serpiente.

Estos seres de comportamiento primitivo, solitario y nervioso pueden encontrarse en casi todos los ecosistemas del planeta, y algunos pueden sobrevivir en entornos tan extremos como el desierto o los territorios septentrionales. En el mundo se han identificado cerca de 3.500 especies de serpientes, clasificadas en 465 géneros y 30 familias, y Colombia ocupa un lugar destacado dentro del top cinco del ranking. Según datos del Instituto Nacional de Salud (INS), el país cuenta con más de 300 especies y menos del 20% de ellas son venenosas.

En nuestro país, las familias de serpientes más reportadas al Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública – SIVIGILA con: Viperidae (vipéridos), Elapidae (elápidos), Colubridae (colúbridos) y Boidae (boas). Los vipéridos (como las víboras) y elápidos (como las corales) son familias de importancia médica y quienes registran los casos de accidentes ofídicos nacionales, con un protagonismo predominante de víboras del género Bothrops (asper y atrox).

“Culebra vista, culebra muerta”

Es el popular refrán repetido por generaciones en el campo colombiano y que se arraiga en la creencia de ver en cada serpiente un peligro para la vida, desatando una respuesta inmediata por darle muerte. Lo que la mayoría no sabe es que por cada serpiente muerta sube la apuesta por el desequilibrio de los ecosistemas en el país, pues ellas al igual que cualquier otra especie de fauna, tienen una función específica y necesaria.

Como expertas cazadoras, las serpientes son un mecanismo de control de plagas natural, como pueden ser los roedores y varios insectos, una ventaja especialmente útil para las actividades agrícolas tan presentes en nuestro territorio. Si alrededor de las viviendas rurales y espacios de trabajo complementarios no se permite la acumulación de material orgánico, se mantiene el orden y la limpieza, y se instalan barreras de protección en puertas y ventanas, la posibilidad de encontrar alguna en los espacios familiares y de trabajo bajo techo, se disminuye.

Además de alimentar a otros animales, algo propio de la cadena alimenticia, las serpientes también pueden controlar su población entre sí. Este es el caso de las serpientes ofiófagas, que se comen tanto a venenosas como a no venenosas; un ejemplo es la cazadora negra (Clelia clelia, no venenosa) presente en el país y que se alimenta de la mapaná (Bothrops asper), lo que ayuda al control natural de esta población.

Ahora, el veneno de las serpientes tiene una importante variedad probada de usos médicos, más allá de los sueros antiofídicos, y gran potencial de investigación para ampliar sus beneficios en la salud humana gracias a la diversidad de proteínas que lo conforman. Estos componentes ayudan a tratar trombosis, hipertensión y afecciones al corazón; el Captopril es un ejemplo perfecto de medicamento ya usado en la población.

Es importante destacar que algunas serpientes pueden ser más sensibles a los cambios en el ecosistema, por lo que su presencia en un territorio puede ser indicador de la calidad de ese hábitat (a esto se le conoce como ‘especie bioindicadora’), un rasgo de evaluación importante para los biólogos en su ejercicio investigativo.

Terminar con la vida que cada serpiente vista es una acción innecesaria y catastrófica para la vida natural, siempre se puede elegir en primera instancia llamar a los grupos de rescate especializado para lograr su captura y reubicación.

La base de la conservación natural y la protección de la vida humana, es el conocimiento

Si alguien puede identificar el tipo de serpiente que observa, puede tomar decisiones acordes al propósito de conservación y de protección de la vida propia. Es muy común confundir especies no venenosas con venenosas, ya que algunas tienen características estéticas similares (colores, algunos patrones), pero la diferenciación es clara cuando se conocen los puntos morfológicos clave (forma de cabeza, de ojos, etc). Tanto la familia de las víboras como la de las corales tiene su contraparte ‘falsa’, que aunque parezcan iguales a simple vista, son inofensivas y pertenecen a la familia de los colúbridos.

La necesidad de encontrar puntos de tolerancia para la convivencia entre serpientes y comunidades rurales es vital, sobre todo en los territorios donde las venenosas encuentran su hábitat natural, pues los ecosistemas más tropicales cuentan con más especies de este tipo; hay una relación directa de su presencia con la altura sobre el nivel del mar.

Las serpientes no buscan a los humanos ni tienen el instinto de atacarlos sin razón, solo se defienden al sentirse amenazadas, y esa es una de las principales cuestiones a entender cuando se analiza su comportamiento. Si hablamos de especies, la mayoría prefiere huir antes que confrontar, incluyendo a algunas venenosas; este es el caso de las corales, que teniendo un potente veneno neurotóxico son bastante tímidas y muerden en casos muy extremos, como puede ser pisarlas de manera accidental o manipularlas de manera indebida. En otra escala de comportamiento está por ejemplo la mapaná o talla x (Bothrops asper) que, si bien disfruta pasar el día camuflada y tranquila, no dudará en defenderse inmediatamente al sentirse amenazada. Los ataques deliberados hacia ella por parte de los humanos han contribuido con la evolución de un comportamiento más reactivo y el desarrollo de un veneno más potente, es un tema de pura supervivencia para esta especie.

Ser mordido por una serpiente venenosa no significa morir en el acto, pues la intensidad del daño causado depende de la combinación de diferentes factores como: la especie de serpiente, la cantidad de veneno inyectado, la ubicación y profundidad de la herida, la salud y edad de la víctima, la respuesta individual al veneno, el manejo inicial de la herida y el tiempo transcurrido entre el accidente y la atención médica. Actuar con inmediatez y responsabilidad evitando el uso de bebidas caseras y prácticas insalubres, es la clave para minimizar los riesgos.

Acompañando el camino de las serpientes

El conocimiento y manejo de fauna venenosa, como algunas serpientes en las áreas circundantes a sus centrales, es un punto de alta atención para ISAGEN, pues entiende los retos a nivel biológico y social que genera compartir el hábitat con los humanos. Por esto, la Empresa implementa una estrategia de conservación y autocuidado de manera sostenida en el tiempo; las actividades resultantes tienen un enfoque pedagógico que busca beneficiar a trabajadores, contratistas, comunidades y personal de salud.

A través del ‘Proyecto mapaná’, convenio realizado entre ISAGEN y CIDEPRO-PECET de la Universidad de Antioquia, se llevan a cabo actividades de investigación y pedagogía focalizada en algunos territorios de Antioquia, Caldas y Tolima, departamentos que cuentan con operaciones de la generadora.

Una de las actividades más destacas de esta -alianza es el desarrollo de una investigación con proyección a dos años sobre aspectos biológicos y ecológicos de la mapaná (Bothrops asper), a partir de poblaciones naturales distribuidas sobre un bosque protegido perteneciente a la Central Hidroeléctrica Miel I en Caldas. Igualmente, el convenio contempla la elaboración de protocolos y material educativo de manejo, rescate y bioseguridad para el manejo de fauna venenosa, especialmente para las serpientes. Este material reforzará las buenas prácticas para trabajadores y contratistas y apoyará igualmente la labor pedagógica extensiva para personal de salud y comunidades.

De otro lado, se encuentra la Central Hidroeléctrica Sogamoso en Santander y su área de influencia en la región del río Sogamoso incluyendo al embalse Topocoro, como un importante hábitat de ocho especies de serpientes venenosas y 64 no venenosas, para un total de 72 especies. En este espacio es Biótica Consultores la encargada de realizar las actividades de monitoreo y pedagogía en la materia, llevando el mensaje de preservación y autocuidado a los grupos de interés de la generadora en la región.

Como parte del trabajo realizado se destaca la producción de ‘El camino de la serpiente’, una colección de 10 videopodcast que abordará las principales temáticas sobre estas especies con la guía de especialistas en antropología, biología, toxicología, veterinaria, entre otros. El esfuerzo derivado de esta producción, más allá de servir a las comunidades vecinas de la central Sogamoso y demás centros productivos de ISAGEN, busca generar un impacto a nivel nacional como material de interés biológico y social para contribuir con la protección de estas especies en el país.

*Este artículo es publicado en alianza con ISAGEN.

Por ISAGEN*

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