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One Health: más allá de nuestras narices

Opinión: La agenda de una sola salud plantea que la salud de los ecosistemas, los animales y los humanos está interconectada, por lo que debería preocuparnos más por lo que ocurre con la biodiversidad.

Nicolás Reyes Amaya*

03 de abril de 2025 - 02:00 p. m.
Danta de montaña.
Foto: Federico Mosquera Guerra Universidad Nacional

“Una salud” (One Health) es un concepto acuñado a finales de los años 60 por los gremios de medicina veterinaria y humana, durante el estudio de enfermedades transmisibles de animales a humanos (enfermedades zoonóticas). Desde entonces, “una salud” ha trascendido más allá de la transmisión de enfermedades y hoy abarca las complejas y frágiles relaciones sobre las cuales se sostiene la vida en la tierra.

En la actualidad, gracias a este concepto, es ampliamente reconocido que la salud de los ecosistemas, los animales y los humanos están conectadas y son interdependientes. Este es un principio de sabiduría fundamental, el cual considera que para que haya salud debe existir un equilibrio entre el sector de la salud humana, la salud animal y la biodiversidad, siendo este último el campo en el que enfocamos nuestros aportes desde el Instituto Humboldt.

Para entender mejor la complejidad de este concepto, pensemos en la megadiversidad de nuestro país. Colombia alberga tres de las cuatro especies de dantas o tapires que habitan el mundo, como la danta de montaña (Tapirus pinchaque). Esta especie se encuentra clasificada como “En Peligro” de extinción, principalmente debido a la cacería de sus individuos y a la pérdida de su hábitat por la ampliación de la frontera agrícola y la ganadería, distribuyéndose en pequeñas islas de hábitat remanente en las montañas de los Andes de Colombia, Ecuador y Perú de forma discontinua.

Como si esto fuera poco, emerge una nueva amenaza para esta especie: el gusano barrenador del ganado. Este gusano consume la carne de mamíferos al colonizar heridas en la piel, lo que causa laceraciones profundas y dolorosas que pueden llevar a la muerte. Si bien se trata de la fase de larva de una mosca que habita zonas relativamente cálidas de más de 20°C y que afecta principalmente al ganado vacuno en zonas de tierras bajas del país, el cambio climático ha calentado las zonas de alta montaña, lo que afecta la distribución de esta mosca y la acerca a un nuevo huésped: las dantas de montaña.

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En los últimos tres años se han registrado nueve casos de infección de este gusano a dantas de montaña en los departamentos de Risaralda y Quindío, lo que resulta en la pérdida de al menos ocho individuos. Esta situación representa un reto para la supervivencia de las pequeñas poblaciones de esta especie en esta zona del país.

La respuesta por parte de diversos actores no se ha hecho esperar: la institucionalidad a través del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las Corporaciones Autónomas Regionales, los institutos, la academia, los grupos de expertos, las ONG y la comunidad organizada han iniciado acciones para entender esta nueva amenaza, desde sus capacidades y alcances. Sin embargo, para responder adecuadamente a este tipo de crisis es fundamental adoptar el enfoque de “una salud”.

Esto implica crear capacidades de gobernanza, comunicación, colaboración y coordinación compartidas y eficaces que permitan aunar los esfuerzos de diversas disciplinas y sectores clave de la sociedad colombiana, como el sector productivo, el ambiental y de la salud humana, para lograr una respuesta unificada como país.

Desde el Instituto Humboldt hemos apoyado la articulación y movilización del conocimiento, sirviendo de interfaz entre la ciencia, la política y diversos sectores de la sociedad, construyendo puentes efectivos de colaboración para incidir en la toma de decisiones informadas de manejo ambiental, reafirmando nuestro compromiso con retos como el de la conservación de las dantas de montaña en un escenario de cambio global, el cual es apenas un ejemplo entre los cientos de retos que afrontan Colombia y el mundo.

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En este sentido, sabemos que la danta de montaña es una de las pocas especies de grandes herbívoros que sobrevive en el mundo y la más grande que aún habita en las montañas del neotrópico. Son los únicos animales silvestres capaces de comer y dispersar semillas de gran tamaño de especies de árboles de gran porte y que dependen en gran medida de esta acción para regenerar los bosques de montaña, por esto se les conoce como “las ingenieras de los ecosistemas”. Estos servicios ecosistémicos están relacionados con la renovación y modificación de la estructura de los bosques y, en últimas, con el ciclo del agua, la captación de carbono y la resiliencia ante el cambio climático.

Esto significa que la salud de un ecosistema se mide según la cantidad de relaciones ecológicas que existen en su interior y en qué tan únicas y determinantes son estas relaciones. En este caso, la ruptura del complejo equilibrio de interacciones dentro de los ecosistemas andinos de alta montaña puede tener repercusiones ecológicas graves a largo plazo, que a su vez pueden afectar nuestra salud como humanos, más allá de la transmisión directa de enfermedades.

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Entonces, la pregunta no es ¿en qué nos afecta directamente a los humanos la situación de las dantas en este momento?, sino ¿qué tan dispuestos estamos a seguir permitiendo, una a una, la ruptura de las relaciones ecológicas que sostienen los ecosistemas de los que depende nuestra supervivencia a través de servicios como el agua potable, el aire limpio, la seguridad alimentaria y la protección contra desastres naturales?

Los ecosistemas y los animales que habitan en ellos tienen derecho a gozar de una buena salud, independientemente de si somos o no capaces de ver más allá de nuestras narices para entender la relación que esto tiene con nuestra propia salud. Como humanidad, lo hemos tenido presente desde hace mucho tiempo, aunque, de tanto en tanto, solemos olvidarlo hasta que alguna crisis nos afecta y nos lo recuerda.

*Coordinador Agenda de Una Salud del Instituto Humboldt

Nicolás Rafael Reyes Amaya, investigador del Instituto Humboldt.
Foto: Humboldt

Por Nicolás Reyes Amaya*

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