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Planes para fin de año: los cinco parques naturales que puede visitar

Para aquellos que buscan una alternativa al turismo tradicional, los Parques Nacionales Naturales ofrecen una serie de opciones centradas en la biodiversidad y la cultura para sus planes en esta temporada de Fin de Año. Conozca acá más detalles.

06 de diciembre de 2023 - 02:55 p. m.
Planes para fin de año: los cinco parques naturales que puede visitar
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En Colombia existen 61 áreas naturales protegidas que pertenecen al Sistema de Parques Naturales (SPNN), las cuales, en más de 22 millones de hectáreas (alrededor del 11 % del territorio nacional), albergan ecosistemas y paisajes con una gran diversidad biológica y cultural del segundo país más biodiverso del mundo.

Como indica Parques Nacionales Naturales, la entidad a cargo de su protección, en estas zonas se puede encontrar áreas naturales únicas, santuarios de flora y fauna, vía parques y reserva naturales que pueden ser visitados por los turistas nacionales e internacionales.

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Por esta razón, desde la sección BIBO de El Espectador le recomendamos cinco parques naturales que puede visitar este fin de año para disfrutar de la temporada con un turismo alternativo, centrado en la biodiversidad y la cultura.

Corales del Rosario y de San Bernardo: tesoro bajo el mar

En las aguas del Caribe colombiano está ubicado el Parque Nacional Natural Los Corales del Rosario y de San Bernardo, un tesoro proclamado como área protegida el 6 de junio de 1977. Sobre una superficie de 120,000 hectáreas, se erige este zona única donde la tierra y el mar entrelazan sus caminos.

Este santuario se despliega sobre las costas del departamento de Bolívar con ecosistemas que danzan en medio de una sinfonía natural. Arrecifes coralinos, bosques de manglar, lagunas costeras, pastos marinos, litorales dorados, y tres islas mágicas: Tesoro, Rosario e Isla Mangle, escondidas en los archipiélagos de Nuestra Señora del Rosario y de San Bernardo, son algunos de los elementos que se pueden encontrar.

Cada arrecife es un cuadro viviente de corales duros y blandos, crustáceos, moluscos, peces y otras especies. En este rincón las aves vuelan en busca de refugio y alimento, en sus manglares, la vida se trenza en una maraña de raíces que sostienen la existencia, debido a que es el sitio en el que encuentran refugio y los cangrejos danzan al compás de las mareas.

En este sitio, seis comunidades afrodescendientes son guardianas de la tierra y el mar, velan porque los visitantes conserven el maravilloso tesoro biológico que también es fuente de la cultura ancestral. Así, el Parque Corales del Rosario y de San Bernardo se alza como guardián de la armonía entre el hombre y la naturaleza.

Cocuy: una experiencia transformadora

En las vastas tierras de la cordillera Oriental, donde se unen los departamentos de Arauca, Casanare y Boyacá, emerge una majestuosa montaña con cumbres nevadas. Esta maravilla natural de 30.600 hectáreas se encuentra cobijada por el Parque Nacional Natural El Cocuy.

Declarado Parque Nacional Natural el 6 de junio de 1977, en el Cocuy se condensan una gran variedad de ecosistemas: la selva húmeda, las sabanas tropicales del monte llanero, el bosque andino, el páramo y los nevados. Esta diversidad de climas y espacio da hogar a la danta, al morrocoy, al mico maicero, al venado cola blanca, al soche, al saíno, al guartinajo, al oso de anteojos, al puma y una gran cantidad de felinos.

Nota recomendada: Aprender a vivir con el jaguar, un reto para conservar esta especie en Colombia.

Pero no solo de animales vive esta área protediga, la flora protagoniza un cuadro inolvidable. El visitante podrá ver al frailejón arbóreo ramificado, encenillos, abarcos, chusques, epífitas y una variedad de grandes árboles como el amarillo, el cedro y el totumo. El parque también es reconocido por su alto grado de endemismo. En el área hay identificadas cuatro especies endémicas de frailejón de los géneros Espelettia y Espeletiopsis, así como ocho especies de lítamo.

La importancia del Parque Nacional Natural El Cocuy trasciende la simple contemplación de su imponente paisaje. La trama de El Cocuy se entrelaza con las historias ancestrales de seis resguardos indígenas: Unido U’wa, Angosturas, Cibariza, Valles del Sol, Sabanas de Curipao y Laguna Tranquila. Este no es solo un lugar de ensueño para los ojos que lo contemplan, sino también un testigo silente de la relación sagrada entre las comunidades indígenas y la tierra que los ha visto crecer. Así, el turista que se aventura en las alturas de El Cocuy no solo descubre la grandeza de la naturaleza, sino que también se encuentra inmerso en una experiencia transformadora.

‘Old Providence’: pequeño refugio de gran diversidad

En el rincón noreste de la isla de Providencia, joya del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, se encuentra el Parque Nacional Natural Old Providence McBean Lagoon. Un santuario declarado el 13 de septiembre de 1995 y que tiene tan solo 1.813 hectáreas, este pequeño refugio alberga una barrera arrecifal donde la vida florece en cada rincón, desde las profundidades del océano hasta los cayos volcánicos que sirven de nido a aves como la fragata o la “Man O’War”.

Reptiles como la iguana, el pennie lizard, el jack lizard y el lagarto azul deambulan entre la exuberante vegetación. Allí los visitantes pueden conocer un santuario de manglares que se extiende en 40,7 hectáreas. Este humedal es el corazón pulsante del parque, alberga una sorprendente variedad de vida que se aferra a la orilla de Oyster Creek, donde se destacan el mangle rojo, negro y blanco.

Pero la diversidad no se limita a la superficie. Bajo las olas, los pastos marinos despliegan sus hojas en una extensión de 50 hectáreas. La grandeza del Parque Nacional Natural Old Providence se completa con las formaciones coralinas, verdaderas maravillas submarinas. Con una extensión que abarca 90.4% del área del parque, estos arrecifes son un cosmos de vida marina: corales pétreos, algas, octocorales y esponjas, creando una sinfonía visual que hipnotiza a los buceadores intrépidos.

Este santuario, con sus bosques secos, manglares, praderas de pastos marinos y formaciones coralinas, es un testimonio del compromiso eterno entre la tierra y el mar, una poesía viviente que resuena en la esencia misma del Caribe colombiano.

Macuira: milagro en medio de la aridez

Entre las grandes planicies de arena de la alta Guajira, surge entre las dunas y el polvo el Parque Nacional Natural Macuira un rincón mágico que desafía la sequía de esta península con su biodiversidad y su riqueza cultural. La Serranía de La Macuira, con sus tres picos montañosos que se elevan sobre el paisaje árido y semiárido, no solo resguarda bosques nublados, sino también la esencia misma de los primeros Wayuú. Este lugar tiene una gran importancia, tejida entre los hilos de la naturaleza y la cultura ancestral.

El eco de la historia resuena en cada rincón de la serranía, considerada un lugar que dio vida a los Wayuú. Aquí nace la identidad de un pueblo y yace el agua que es un milagro para los pobladores de las áridas tierras de La Guajira. Este parque, declarado el 6 de junio de 1977, no es simplemente un área protegida; es el custodio de la memoria y de la esencia misma de una comunidad.

Lo invitamos a leer: Escuchar a las comunidades, la base para conservar la biodiversidad.

Macuira, con sus 24.103 hectáreas, es mucho más que un refugio para la fauna y la flora, es un regulador hídrico que sostiene el equilibrio de la región. En sus bosques nublados, a menos de 600 metros sobre el nivel del mar, se encuentra un ecosistema único en Colombia, un tesoro natural que alberga una diversidad asombrosa. La Serranía también se caracteriza por un mosaico de bosques, desde el seco tropical hasta la rareza del bosque nublado. Con aproximadamente 392 especies de plantas, cada rincón del parque es testimonio de la biodiversidad que se esconde entre sus límites.

En su territorio se registran los pasos de una rica fauna: tigrillos, zorros, armadillos, y hasta el tití, el mono cariblanco, entre otros. En el aire, las aves encuentran en Macuira un santuario, con 140 especies, siete de ellas subespecies endémicas. La serpiente se desliza entre la maleza, y los lagartos se asolean en la tranquilidad de este paraíso verde en medio del desierto.

Flamencos: un santuario que se viste de rosa

En las orillas de La Guajira, cercano a las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, cobra vida el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos. Un lugar de 7.033,89 hectáreas custodiado por la brisa salada y el murmullo de las lagunas costeras, testimonio de biodiversidad. Este santuario, enclavado en el corregimiento de San Lorenzo de Camarones, bajo la jurisdicción de Riohacha, fue consagrado como área protegida el 6 de junio de 1977. Su razón de ser es preservar el elegante flamenco y demás especies que dan vida a sus humedales, manglares y bosque seco tropical.

Por su importancia cultural para la comunidad indígena Wayuú, los pueblos ancestrales de la Sierra Nevada de Santa Marta y los grupos afrocolombianos, el Ministerio de Cultura declaró este santuario Patrimonio Natural y Cultural en 1992.

En sus siete mil hectáreas, el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos se encuentran lagunas que llevan nombres poéticos como la Laguna de Chentico, la Laguna de Navío Quebrado, la Laguna Grande y la Laguna de Manzanillo. En estos espejos de agua, danza la vida en formas aladas y acuáticas. El visitante se puede deslumbrar con la elegancia de flamencos rosados, garzas blancas y otras aves que encuentran en este santuario un refugio.

En el bosque seco hay 172 especies de plantas vasculares entre las que se destacan las euphorbias, las mimosas, las quadrellas, y las solanum. En este paraíso terrenal, los mamíferos como el tigrillo, el venado, el zaino y el oso hormiguero deambulan con libertad. Mientras tanto, los reptiles, como la babilla y la serpiente lora corren azarosas, y las lagunas acogen a pescados y crustáceos.

En cada rincón, en cada brizna de hierba y en cada pluma que ondea al viento, el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos se alza como un faro de esperanza. Un recordatorio de que la naturaleza, cuando es respetada y cuidada, responde con la maravilla inigualable de la vida en su forma más pura.

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