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Algo positivo que resultó de la COP16 fue el hecho de que una gran mayoría las empresas privadas empezaron a tematizar el concepto de biodiversidad. Otras pocas, son más proactivas y empiezan a implementar acciones como la siembra de árboles (lo cual es una acción loable y sensata). No obstante, lo que no se percata es que bien podrían ellas estar generando daños colaterales por falta de un análisis técnico-estratégico.
En poco tiempo escalarán tanto el mercado voluntario de CO₂ y el de biodiversidad. Asimismo, las metas del Estado colombiano para restaurar los ecosistemas tendrán que materializarse en el futuro cercano, ante la necesidad de proveer soluciones de adaptación ante el cambio climático. Cientos de miles de hectáreas tendrán nuevamente una cobertura vegetal con plántulas de especies nativas. La pregunta es: ¿son las especies y/o los individuos adecuados para las zonas de restauración que se proyectan?
Si la respuesta es positiva, lograremos restaurar la biodiversidad, recuperar servicios ecosistémicos y capturar carbono; pero, si la respuesta es negativa, podría estar generándose acción con daño, es decir, ocasionar todos, o algunos de los siguientes efectos:
- Promover un deterioro genético: cuando usted compra 100, 1.000 o 5.000 árboles de una misma especie, ¿se ha preguntado si todos y cada uno de esos individuos provienen del mismo árbol madre? Si es así, y siembra todos esos individuos en la misma zona, estaría sembrando “hermanos con hermanas”. Así, cuando ellos se reproduzcan entre sí, generará una afectación genética. En últimas, usted no procrea con su hermano o con su hermana, o ¿sí?
- Sembrar árboles, cuyo origen sea un árbol madre “enfermo” o con algún tipo de afectación. La probabilidad de que el arbolito guarde la información de la enfermedad es alta.
- Comprar árboles sin criterios de comercio justo: muchos viveros comunitarios no tienen modelo de negocio y terminan subsidiando el precio de venta de los árboles. Por ejemplo, no deprecian sus invernaderos, no pagan seguridad social y asumen riesgos laborales, por ende, no generan utilidades razonables que les permita crecer.
- Movilización de plagas u otras especies invasoras: mover y sembrar árboles de una región a la otra es un riesgo, esto puede afectar a la fauna y flora local.
- Botar el dinero al sembrar árboles que no se adapten a las condiciones del lugar de restauración. La probabilidad de que el árbol muera, sin un plan de manejo intenso, es alta. Lo fácil es sembrar, más lo retador es lograr que el árbol crezca y tenga autonomía al tercer/cuarto año.
En definitiva, tomarse a la ligera el “sembrar árboles” es algo que debe considerarse. Es algo que hemos aprendido desde el Centro de Semillas Nativas en Amazonía Emprende en Caquetá. Analizar in-situ el comportamiento de los árboles madre y de las plántulas, nos da luces sobre cómo debe manejarse la restauración de ecosistemas. Si bien las intenciones detrás de ello pueden ser loables, los efectos e impactos adversos son impredecibles, la cura puede ser peor que la enfermedad.
*Director de Estrategia y Restauración de Amazonía Emprende.