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Una nueva economía azul crece en el Caribe colombiano

En la región, organizaciones locales y el sector privado han unido esfuerzos con la Fundación Grupo Argos para proteger ecosistemas como los manglares y los corales, y mejorar el bienestar de las comunidades costeras. Los proyectos también contribuyen a la mitigación del cambio climático en Colombia.

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16 de octubre de 2025 - 01:01 p. m.
Siembra de manglares en playa en el norte de Colombia.
Siembra de manglares en playa en el norte de Colombia.
Foto: Fundación Grupo Argos
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Con cerca del 45 % de su territorio en el océano y más de 2.900 kilómetros de línea costera entre el Caribe y el Pacífico, nuestro país no es solo marítimo, sino también profundamente acuático.

Estas amplias zonas costeras —que hacen de Colombia uno de los cinco países con mayor diversidad marina del planeta— no solo albergan joyas naturales que frecuentemente atraen a miles de turistas cada año, sino que también cumplen un papel esencial en la regulación del clima global. Desde allí se gestan dinámicas que influyen en los patrones de lluvia tierra adentro y que sostienen ecosistemas cruciales para la vida marina, como los arrecifes de coral, o para la mitigación del calentamiento global y los eventos climáticos extremos, como los manglares.

Sin embargo, la estabilidad de estos ecosistemas no siempre está asegurada. Eventos como el blanqueamiento de corales por el aumento de la temperatura y la acidificación de los océanos han venido rompiendo récords en los últimos años. A esto se suma la pérdida de manglares: se calcula que Colombia ha perdido cerca del 14 % de su cobertura, lo que ha dejado a las costas más expuestas frente a huracanes y otros eventos climáticos, y ha privado a decenas de especies de su hábitat natural. Y en medio de estas crecientes vulnerabilidades, quienes más lo resienten son las comunidades locales.

Frente a estos retos, la Fundación Grupo Argos impulsa una “economía azul” en el Caribe colombiano, que combina conservación, empleo y restauración ambiental. Este modelo económico se caracteriza, según lo define el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por el uso sostenible de los recursos oceánicos para generar crecimiento económico, empleo y bienestar, preservando los ecosistemas. Desde la Fundación Grupo Argos, aseguran, se ha implementado con el objetivo de generar oportunidades económicas para la gente a partir de la conservación de ecosistemas marinos y costeros.

Bajo este enfoque, en los últimos cinco años esta organización, a través de diferentes alianzas, ha sembrado más de un millón de mangles y recuperado 250 hectáreas de ecosistemas costeros en Bolívar, Atlántico y Sucre; que contribuyen, entre otras cosas, a mitigar fenómenos como la erosión costera.

Como apunta María Camila Villegas, directora de la Fundación Grupo Argos, esta es solo una de las puntas de la estrategia. “Cuando hablamos de generar una economía azul, lo que se busca es asegurar la sostenibilidad de la vida en estas regiones, no basta simplemente con sembrar, sino generar estrategias para que continuamente se conserven los ecosistemas y para que las comunidades generen ingresos y mejoren su calidad de vida”, sostiene.

Barú, epicentro de una apuesta sostenible

Uno de los epicentros de esta estrategia está en Barú, una de las penínsulas más emblemáticas del Caribe colombiano. A poco más de 45 minutos en lancha desde Cartagena (Bolívar), este territorio turístico y pesquero es escenario de varios proyectos que combinan conservación ambiental, articulación entre actores locales y la generación de nuevas oportunidades económicas para sus habitantes.

Para la intervención en esta zona costera, y en alianza con distintos actores, la Fundación Grupo Argos realizó el primer levantamiento de línea base de biodiversidad marina y costera en el arrecife de coral de la Isla de Barú, empleando técnicas de paisaje sonoro. Este ejercicio permitió evaluar el estado de salud del ecosistema y trazar una hoja de ruta para fortalecer los procesos de restauración.

Los resultados de este levantamiento sirvieron para orientar directamente las zonas en donde se debe priorizar la restauración de ecosistemas. En ellas ya se han sembrado más de 9.000 plántulas de manglar y se han abierto canales que mejoran la circulación del agua, favoreciendo la revegetalización natural. Estas acciones han permitido conservar un área de 192 hectáreas.

“En estos procesos ninguna organización puede lograrlo sola: se necesitan alianzas, buena gobernanza y sinergia entre los distintos actores del territorio, y eso nos ha permitido lograr estos avances en el territorio”, afirma Villegas, de la Fundación Grupo Argos. Bajo este enfoque, la Fundación ha desplegado una estrategia basada en el modelo de economía azul que busca conectar la restauración ecológica con nuevas oportunidades productivas.

Un ejemplo de estas sinergias en el territorio son las guarderías de coral establecidas en la Isla de Barú, en el marco del proyecto Un Coral Más Vivo. Se trata de seis espacios de conservación ubicados en el Hotel Calablanca, que actúa como padrino y aliado de la iniciativa. En estos viveros submarinos, fragmentos de coral se cultivan cuidadosamente hasta alcanzar la madurez necesaria para ser trasplantados al arrecife natural, contribuyendo así a su recuperación y a la protección de uno de los ecosistemas marinos más afectados por el aumento de la temperatura del océano.

Estas guarderías se han convertido en una oportunidad de turismo responsable, al ofrecer experiencias educativas que permiten a los visitantes conocer sobre los procesos de restauración marina y la importancia de los arrecifes para los ecosistemas costeros.

De manera complementaria, las comunidades locales participan activamente en la conservación del entorno. A través de la Asociación de Pescadores de Ararca, se realizan jornadas de limpieza de caños y cuerpos de agua, fundamentales para mantener el equilibrio del ecosistema y garantizar la calidad del hábitat donde prosperan los corales y otras especies marinas.

“Adicionalmente, bajo el nombre Coraltheca, se realizó una alianza con Agenda del Mar para impulsar, de la mano de las comunidades locales, actividades culturales en torno al cuidado de los arrecifes de coral en el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo, y aportar a su cuidado a través de jornadas de ubicación y marcación de colonias, fertilización asistida y educación y sensibilización para el cuidado de los ecosistemas marinos”, explica la Fundación Grupo Argos.

Para fortalecer estos procesos, se ha tejido una red colaborativa con más de diez organizaciones y liderazgos comunitarios —entre ellas Tuarisba, Barú Arte Natural, ECA Playa Blanca, Eco Barbacoas, CORAVES, CORMAE, Artesanías y Diseños Peralta, Mares Azules, Un Coral de Fuego y Playa Blanca Limpia— para identificar y fortalecer negocios verdes en la región.

Estos esfuerzos permiten avanzar hacia una meta concreta: restaurar el 38 % de las áreas de manglar priorizadas en Barú y recuperar cuatro hectáreas de corales, parte de un proceso de intervención en curso de más de 300 hectáreas mapeadas y priorizadas en esta zona del Caribe colombiano.

Más empleos verdes para el Caribe

Estas iniciativas no se han limitado en esta zona, y se le ha apostado a la creación de emprendimientos y de empleos verdes en el marco de los esfuerzos en la conservación de la región. En particular, se les ha apostado a viveros comunitarios, para la producción de individuos de especies endémicas y claves para los ecosistemas de la región.

En los departamentos de Atlántico, Bolívar y Sucre, la Fundación Grupo Argos ha impulsado una red de seis viveros comunitarios que se han convertido en semilleros de restauración costera y de oportunidades económicas. Uno de los más destacados es el liderado por la organización Fundambiente, cuyos integrantes se dedican a la propagación y siembra del mangle rojo (Rhizophora mangle), una de las especies más emblemáticas de los ecosistemas costeros de Colombia.

Este árbol, caracterizado por sus raíces aéreas y su capacidad para estabilizar los suelos, cumple un papel crucial en la protección de las costas frente a la erosión y en la creación de hábitats donde se reproducen especies clave como camarones, jaibas y peces de importancia comercial. Además, su capacidad para capturar carbono lo convierte en un aliado estratégico frente al cambio climático.

Gracias al fortalecimiento de estas capacidades locales —que incluye formación técnica, dotación de infraestructura y acompañamiento permanente—, los viveros han logrado la siembra de más de 40.000 plántulas de mangle rojo en lo que va del año, consolidándose como una herramienta efectiva tanto para la conservación de los ecosistemas marino-costeros como para el desarrollo económico de las comunidades que venden este material vegetal a diferentes proyectos de la zona.

“Estos viveros actualmente generan empleo a las comunidades costeras, que han encontrado en el cuidado del medio ambiente una oportunidad de crecimiento y desarrollo económico y gracias al apoyo de la Fundación y aliados, quienes les ha apoyado con procesos formativos y en ampliación de capacidades de infraestructura”, explica la Fundación Grupo Argos, que ha generado, en todas las estrategias desde 2016, más de 1.630 empleos verdes.

La generación de empleo no solo representa una fuente de ingresos para las familias costeras, sino que fortalece la capacidad de las organizaciones locales para liderar acciones ambientales. Gracias a estos nuevos oficios verdes, las comunidades cuentan hoy con formación para ejecutar jornadas de siembra, monitoreo de manglares, educación ambiental y limpieza de playas, fortaleciendo así las redes que sostienen la conservación en el territorio.

Un ejemplo de este impacto se evidencia en la Ciénaga de Mallorquín (Atlántico), donde habitantes de los barrios aledaños se han organizado en grupos de voluntariado para proteger y restaurar los ecosistemas que los rodean. Allí, los mismos pescadores, madres cabeza de familia y jóvenes participan activamente en la reforestación, el manejo de residuos y la vigilancia comunitaria.

Ejemplos similares se han realizado en la región con actividades de formación escolar, brigadas de siembra, así como procesos de reciclaje y también monitoreo de los ecosistemas que se protegen en la zona.

“Estos procesos de fortalecimiento de negocios verdes demuestran que la conservación de la naturaleza no depende únicamente de grandes proyectos de reforestación o regeneración de ecosistemas, sino de que cada actor entienda su papel dentro de las redes tróficas que nos conectan con el planeta. Cada acción, por pequeña que parezca, contribuye a reducir la presión humana sobre los ecosistemas”, explica María Camila Villegas, de la Fundación Grupo Argos. “Se trata de un modelo que integra la conservación y la protección de las fuentes de agua con la mejora de la calidad de vida de las comunidades”.

La Fundación hace un llamado a los viajeros: cuando visite Barú o cualquier rincón del Caribe colombiano, elija experiencias que respeten y fortalezcan la naturaleza. Detrás de cada coral restaurado o cada mangle sembrado hay comunidades que están tejiendo un modelo distinto de desarrollo, donde la belleza del mar convive con la sostenibilidad y el progreso compartido.

*Esta nota fue realizada en alianza con la Fundación Grupo Argos.

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