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Mientras usted lee estas líneas, hay más de 743.000 personas damnificadas en Colombia por culpa de las lluvias. Otras 270 han muerto y muchísimas han perdido sus casas. Hasta el pasado viernes, el invierno había destruido 6.755 viviendas. Para quienes estamos en la comodidad de un apartamento en una ciudad, es difícil imaginar qué significa perder un hogar en cuestión de minutos. Por más imágenes que muestren los periódicos y noticieros de televisión, es imposible traducir la sensación de quedarse sin techo, cama ni enseres porque se desbordó una quebrada o un río o se derrumbó un pedazo de montaña.
Eso ha pasado en Chimí, un corregimiento de San Martín de Loba, en Bolívar. El jarillón que defendía a sus pobladores del río Magdalena se rompió los primeros días de noviembre y, desde entonces, todo ha sido caos. Yulieth Rangel, concejal, cuenta que su barrio aún está bajo el agua. De las 105 casas que lo conformaban ninguna se salvó y quienes las habitaban tuvieron que desplazarse ante la tragedia. Yulieth resume lo que ha pasado estas semanas: todos perdieron su calidad de vida.