Un grupo de investigadores liderado por Inbal Arnon, de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), se dio a la tarea de estudiar los cantos de las ballenas jorobadas. Y, los resultados, los sorprendieron: al parecer, su canto está estructurado de manera similar al lenguaje humano, es decir, emplea sonidos más cortos y con mucha más frecuencia que los más complejos. Esta estructura es muy similar a la que usan con los bebés para que aprender a hablar.
En los resultados, publicados en la revista Science, los investigadores explican que tanto el canto de las ballenas jorobadas como el lenguaje humano son un comportamiento transmitido culturalmente. En cuanto al lenguaje humano, añaden, “tiene partes estadísticamente coherentes cuya distribución de frecuencia sigue una ley de potencia. Estas propiedades facilitan el aprendizaje y, por lo tanto, pueden surgir debido a su contribución a la transmisión fiel del lenguaje a lo largo de múltiples generaciones culturales”.
En entrevista con The Guardian, Jenny Allen, experta en la estructura del canto de las ballenas de la Universidad Griffith y una de las autoras del artículo, explicó que las ballenas jorobadas tienen una característica fascinante: la frecuencia con la que cambiaba su canto y la rapidez con la que podían aprender un nuevo canto. “Tanto el lenguaje humano como el canto de las ballenas se aprenden culturalmente, por lo que las ballenas aprenden las canciones de otras ballenas con las que pasan tiempo”, añadió.
Entonces, dicen los científicos, esto hace que en el lenguaje algunas palabras se usan con frecuencia, mientras que otras son poco frecuentes y siguen un patrón conocido como la ley de Zipf, que debe su nombre al lingüista George Kingsley Zipf. Allí se establece que en cualquier idioma la frecuencia de una palabra es inversamente proporcional a su rango.
Un ejemplo puede ser el “the” en inglés o el “que” en español. Estas palabras son las más usadas en su idioma y, según la ley, se usa aproximadamente el doble de veces que la segunda palabra más común, y el triple de veces que la tercera palabra más común. Así sucesivamente. Estas propiedades comunes, según algunas investigaciones, las ayudan a transmitirse de una generación a la siguiente.
Para esta investigación, el equipo se dio a la tarea de analizar las grabaciones de los cantos de ballenas que habían grabado durante los últimos ocho años. Tomaron estas muestras en Nueva Caledonia, en Oceanía. Tras una serie de análisis, en el que participaron biólogos marinos, ecólogos del comportamiento, científicos y lingüistas, el equipo encontró que el canto de las ballenas compartía la misma huella característica que hace que los idiomas se puedan aprender.
La clave que permitió encontrar esta característica en común, dicen los investigadores, fueron los conocimientos sobre el aprendizaje infantil. Luego, emplearon estos conocimientos para identificar los elementos sonoros similares a palabras en el canto de las ballenas. Los resultados de los análisis mostraron “que los patrones de uso de palabras en los idiomas humanos coincidían con los patrones estadísticos de los elementos sonoros en el canto de las ballenas jorobadas”, como se lee en la revista. Los investigadores aclararon que su hallazgo estaba relacionado con la estructura del canto de estos animales.
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