¿Cómo es fotografiar las cavernas de Colombia?

A raíz de la aprobación del proyecto de ley que busca proteger las cavernas del país, hablamos con Juan Carlos Higuera, un diseñador gráfico que encontró su destino en la fotografía del “inframundo”.

24 de mayo de 2022 - 01:50 p. m.
Juan Carlos Higuera en la Caverna El Águila, en Santander.
Juan Carlos Higuera en la Caverna El Águila, en Santander.
Foto: Juan Carlos Higuera

La semana pasada, el país conoció que la plenaria de la Cámara de Representantas aprobaba por unanimidad el proyecto de ley que busca proteger el patrimonio espeleológico del país. Se trata de una iniciativa en la que participaron distintos investigadores y científicos, la cual fue liderada por Iván Darío Agudelo, senador por el Partido Liberal. A finales de febrero, se supo que el Ministerio de Minas había solicitado que se archivara. Sin embargo, luego de unas mesas de trabajo, la cartera “se hecho para atrás” y apoyó el proyecto. Mientras el texto se encuentra en conciliación entre el Senado y el Congreso, hablamos con una de las personas que más conoce estos ecosistemas en el país. (Puede leer: Aprobada la ley que busca la protección de las cavernas colombianas)

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Cuando se encontraba cursando su primer semestre de Diseño Gráfico en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Juan Carlos Higuera debió elegir entre varias opciones para cumplir con su electiva de deportes. Entre el volleyball, el microfútbol, y otras disciplinas, se decantó por el montañismo. Esta decisión que, en un inicio servía para cumplir uno de los requisitos en su formación profesional, terminaría cambiando su vida.

Su pasión por la naturaleza venía desde antes de la universidad. Sin embargo, las experiencias que comenzó a vivir haciendo parte del grupo, así como los relatos que escuchaba de boca de sus compañeros, lo fueron enamorando cada vez más de las montañas.

Con claridad todavía recuerda su primera vez en el Nevado del Tolima: “Estaba a 5.000 metros de altura. En un lugar sin una sola huella, con unos ríos y unas quebradas donde no se escucha más que el sonido del agua. Donde las neblinas invaden de una manera bellísima el paisaje”. Ante ese panorama, prístino como lo describe, rememora haber agradecido la fortuna de poder visitar un lugar como este. “Pero yo no quiero ser afortunado un día -continúa Juan Carlos- yo quiero ser afortunado el resto de mi vida”.

Ese día, sobre la cara sur del Nevado del Tolima, sintió que su corazón lo llamaba a hacerse una promesa: “A esto me voy a dedicar el resto de mi vida. Ni siquiera voy a tener hijos. Esto se va a convertir en mi pan, mi relación, mi vida. Esto es lo que quiero hacer”, cuenta Higuera sobre lo que pensó y sintió ese día. Ahora, más de quince años después de esa promesa, cuenta con orgullo que la ha cumplido. Sin embargo, no ha sido un camino fácil.

Durante sus primeros años, luego de haber finalizado su formación como diseñador gráfico, se dedicó a escalar algunos de los picos más conocidos de países como Perú, Argentina y Chile. “El montañismo se volvió como una excusa para poder conocer el mundo”, apunta. A través de esta pasión también remontó algunas montañas en Canadá y Europa. Luego de esto regresó al país.

Instalado en Colombia, empezó a adentrarse, literalmente, en el mundo de la espeleología y las cavernas del país. Si bien tenía experiencia en el tema por algunos recorridos que realizó en cuevas turísticas, Higuera, al igual que su primera vez en el Nevado del Tolima, tiene grabada su primera expedición a una gran caverna. Fue en la del Águila, en el caserío de La Hermosura, Santander, “la caverna más grande de la que se tenga conocimiento en el país”, comenta Higuera.

Para recorrer los más de siete kilómetros que se calcula tiene esta cueva, se necesita acampar al interior de esta. Por lo general, dice Juan Carlos, las expediciones duran tres días, ya que la estancia al interior de la caverna está supeditada por el tiempo de luz que proporcionan las baterías y el mercado que debe hacerse. Aunque ya ha acampado cuatro veces al interior del Águila, lo que ha servido para conocer el 90 % de esta, Higuera señala que esta es, según su criterio, la caverna más bella del país.

En este momento, interrumpe su recuento cronológico para tratar de explicar lo que se vive dentro de estas enormes cavidades. “Lo que tienen las cavernas es que son como un viaje al espacio. Te encuentras en ambientes donde los sentidos no tienen como alimentarse y entran en estado de ayuno”. Cuenta Juan Carlos que durante los días que dura la expedición solo se escuchan los sonidos de los murciélagos, recurrentes habitantes de estos ecosistemas. O el goteo del agua que se filtra por entre las rocas. También la corriente de los ríos subterráneos que allí se forman. “Siempre huele a roca húmeda y el frío es permanente”, remata el espeleólogo.

El ayuno de los sentidos finaliza al mismo tiempo que se empieza a trepar la cuerda que los saca de las profundidades. “La luz del sol, el olor del campo, de las plantas, los colores, los sonidos de las aves”, todo esto, y algunos estímulos más, hacen que, tanto a Higuera como a sus colegas, les den ganas de llorar.

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Después del Águila, la segunda caverna favorita de Juan Carlos Higuera es Las Cacas, ubicada en Pauna, Boyacá. “A 130 metros bajo tierra, apagas tu linterna y, pasado un minuto, empiezan los animales bioluminiscentes a proyectar su luz en las paredes”. El espeleólogo se refiere a los coleópteros Lampyridae, una familia de insectos que incluye a las luciérnagas, que, como se ve en la foto, y como lo recuerda Higuera, “pasados cinco minutos, las paredes de la caverna están totalmente iluminadas”.

Recorriendo las cavernas del país fue que a Juan Carlos se le abrieron las puertas para seguir viajando y retratando la Colombia subterránea. Aunque nunca ejerció como diseñador, sí hubo un par de aprendizajes que le dejó la carrera para el destino que había elegido. “De algo sirvieron esos semestres”, dice entre risas al referirse a la fotografía. Para él, las cavernas son escenografías, y al igual que en el teatro, se juega con la luz.

Gracias al trabajo que fue desarrollando como espeleólogo y fotógrafo, la reconocida editorial Villegas Editores le propuso realizar el primer, y hasta ahora único libro sobre las cavernas del país. “Para ese momento, yo ya tenía más de 35.000 fotos sobre las cavernas”, comenta Juan Carlos. En el marco de ese proyecto, que vio sus resultados en 2018 con la publicación del libro, fue que conoció y recorrió la caverna de Las Cacas.

Esa obra, que compila las fotos, ubicaciones y diarios de campo de Higuera en 25 cavernas del país, significó para su autor una “satisfacción grande y la respuesta a una pasión”. Pero también, advierte, “es el testimonio de haberme salvado la vida”. Cuando se encontraba en el Hoyo de los Pájaros, en Mogotes (Santander) casi pierde la vida.

Durante el ascenso de más de 100 metros de esa gran apertura que se observa en la foto, la vida de Juan Carlos pendió, como suele decirse, de algunos hilos. Por errores técnicos de uno de sus acompañantes, las cuerdas que debían soportar el peso de Higuera se fueron desgastando, pasando de 12 a tres. Durante varios minutos no pudo moverse ya que cualquier movimiento generaría la ruptura de los hilos que lo mantenían suspendido. Tras una espera que se le hizo eterna, sus compañeros de aventura llegaron y le lanzaron otra cuerda para que pudiera concluir su ascenso.

Por eso dice que, más que plata y equipos, que tampoco le han sobrado, “para fotografiar el inframundo hay que tener un cuerpo acostumbrado al sufrimiento, además de mucha ambición para encontrar la fotografía que te va a llenar el alma”. Pero, así como las fotos lo llenan de orgullo y regocijo, el trabajo que ha ido desarrollando desde la Sociedad Colombiana de Espeleología con los habitantes del país, merece una mención especial.

Desde esta organización, que fundó hace más de una década, Juan Carlos y sus colegas realizan talleres de espeleología con las comunidades. Algo que lo hace feliz, es ver el nivel de respuesta y compromiso de los campesinos que, relata, muchas veces prefieren dejar de trabajar para asistir a las capacitaciones. Como señala, no solo se trata de ver el entusiasmo de los lugareños por aprender, sino que esa apropiación “también garantiza la protección”.

Para Higuera, la conservación de estos ecosistemas es fundamental. Allí, por poner un ejemplo, Verónica Ramírez realiza sus trabajos de paleoclima, lo que le permite tener registros de las precipitaciones que se han presentado en algunas zonas del país desde hace 100.000 años. Estos ecosistemas también son hábitat de especies endémicas como los peces ciegos, los cangrejos cavernícolas y algunos hongos que solo se encuentran en las cavernas.

Él, de primera mano, ha participado en expediciones científicas que demuestran la necesidad de preservar y proteger estos ecosistemas. Por ejemplo, en 2011, durante un viaje a la caverna de La Tronera, en el Peñón, Santander -uno de los municipios donde mayor cantidad de cavernas hay- se encontraron con unos restos fósiles que no pudieron extraer en esa ocasión. Seis años después, en compañía del Servicio Geológico Colombiano, lograron sacarlos y gracias a los análisis practicados, determinaron que pertenecían a restos óseos de osos andinos y perezosos del Pleistoceno tardío, que vivieron hace 11.700 años, aproximadamente.

Juan Carlos lamenta que el país desconozca la riqueza que esconden las cavernas de Colombia. Entre risa y vergüenza, reconoce que cuando se publicó el libro muchas personas se cuestionaban si en realidad las fotos que estaban observando correspondían a ecosistemas que se encontraban en el país. Tras haber recorrido más de un centenar de estos lugares, le hace un llamado a las productoras de cine y televisión, así como a los directores y realizadores, para que realicen más expediciones y muestren, como él, las deslumbrantes y hermosas imágenes que ofrecen las cavernas del país. Apunta que son lugares donde los descubrimientos son “de nunca acabar” y por eso la difusión y sensibilización son fundamentales para su protección.

Instagram de Juan Carlos: juan.carlos.higuera.triana

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