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Guardabosques y científicos en Boyacá redescubrieron una rana tras 19 años sin verla

En un raro avistamiento en el páramo de Siscunsí, científicos identificaron a una rana que se había reportado por última vez en 2006. Se cree que hay menos de 50 individuos vivos de esta especie, pero este nuevo registro le da una esperanza a la ciencia para su conservación.

Andrés Mauricio Díaz Páez

09 de octubre de 2025 - 10:03 a. m.
La rana arlequín negra ("Atelopus marinkellei") se creía una subespecie de otra rana arlequín ("Atelopus ebenoides"), pero en 2005 se estableció que eran especies distintas. La primera se encuentra solo en Boyacá, mientras que la segunda habita entre Cauca y Huila.
Foto: Cortesía Raúl Galvis

Cuando Raúl Galvis y Juan Manuel Carvajalino vieron por primera vez la foto que acompaña a este artículo, se les “iluminaron los ojos”. Tenían en frente la primera evidencia en los últimos 19 años de que la rana arlequín negra (Atelopus marinkellei) todavía vive en el páramo de Siscunsí, a poco más de una hora de Sogamoso, Boyacá, el único hábitat conocido de esta especie en peligro crítico de extinción.

Verla es una absoluta rareza. Hace 55 años, después de que un grupo de científicos describiera la especie por primera vez, solían reportarla en los arroyos y ríos del complejo de páramos Bijuagual Mamapacha, en el que se encuentra Siscunsí, entre los 2.500 y 3.700 metros de altitud. “Sin embargo, desde su descripción en 1970, no hay registros científicos formales”, escribieron Galvis y Carvajalino en un artículo publicado el 30 de septiembre en la revista Check List.

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Galvis, boyacense y estudiante de Biología de la Universidad Nacional, hizo de la búsqueda de la rana arlequín negra una obsesión, por tratarse de una especie de la región en la que creció. En 2006, un avistamiento durante una expedición científica de la Universidad Tecnológica y Pedagógica de Colombia, un registro de la Secretaría de Ambiente de Sogamoso y una publicación en redes sociales fueron las últimas pistas que dejó este anfibio en el páramo.

Siguiendo esos pasos, el estudiante dedicó varios días a caminar el Parque Natural Regional Siscunsí-Ocetá, y a preguntar a herpetólogos (los científicos especializados en estudiar anfibios y reptiles) y a habitantes del páramo por la especie.

Así fue como llegó hasta Evaristo Alarcón, un guardabosques de la comunidad que se dedica a cuidar el páramo, entre otras cosas, con caminatas para monitorear las especies de fauna y flora que se encuentran allí. “Oiga, vimos esta rana. ¿Qué es?”, le escribió en un mensaje con la foto. Cuando los investigadores la vieron no tenían dudas: “el color negro opaco con puntos blancos en el dorso, la piel verrugosa, la nariz un poco puntiaguda y los dedos alargados” solo podían ser de una arlequín negra, explica Carvajalino, quien es docente del Departamento de Biología de la U. Nacional y presidente de la Asociación Colombiana de Herpetología.

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La rana fue encontrada cerca de un cuerpo de agua en el páramo de Siscunsí, Boyacá.
Foto: Cortesía Raúl Galvis

La facilidad para identificarla también se basó en el lugar en el que se tomó la foto, a 3.500 metros sobre el nivel del mar, cerca de una fuente de agua en el páramo de Siscunsí. “La única especie con la que podría confundirse la rana arlequín negra es la Atelopus ebenoides”, una rana que solo se ha reportado en bosques altoandinos y páramos entre Cauca, Huila y Tolima, dice Galvis. “Los páramos funcionan, por poner un ejemplo, como islas para los animales. Es muy difícil que puedan pasar de uno a otro”, añade. Por eso, es normal que en estos ecosistemas se encuentren especies que no existen en otro lugar del mundo y que los científicos pueden estar seguros de que, como estaba en Boyacá, es una A. marinkellei y no una A. ebenoides.

Ahora que la encontraron después de 19 años, según Carvajalino, “podemos el vaso medio vacío o medio lleno”.

Una especie en peligro crítico

En este mapa del páramo de Siscunsí se aprecian los tres registros que se han tenido de la rana arlequín negra en los últimos 19 años. Los puntos azules muestran los lugares en donde fue encontrada en 2006, mientras que el punto rojo detalla el punto del avistamiento en 2025.
Foto: Cortesía Raúl Galvis

Tener tan pocos registros de una especie rara vez es una buena noticia. Justamente, ese es el motivo por el que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cataloga a la rana arlequín negra como una especie en peligro crítico de extinción. “Posiblemente, la especie tiene menos de 50 individuos”, señala el docente de la U. Nacional, y por eso ha pasado tanto tiempo sin ser registrada. Además, se cree que los individuos restantes están en el complejo de páramos cerca de Sogamoso.

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Esto podría significar varios problemas. Cuando hay tan pocos individuos que se reproducen entre sí, pueden empezar a aparecer problemas genéticos en la especie que afecten su capacidad para sobrevivir. Además, los anfibios son animales muy sensibles al cambio climático y a las intervenciones humanas en su hábitat, por lo que necesitan que sus ecosistemas se mantengan en un estado de conservación alto.

Sin embargo, hay algo que le da esperanza a los investigadores y los motiva a ver “el vaso medio lleno”. El individuo que se ve en la foto es un adulto y parece estar sano. “Esta es una señal de que posiblemente hay poblaciones remanentes, que hay más individuos y que se están reproduciendo”, asegura Carvajalino. Es decir que el reporte podría ser el punto de partida para empezar a encontrar más individuos de una misma población y conocer en qué estado de conservación está.

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Esto implica, también, que la especie ha sobrevivido a las presiones que han desplazado a otras del género Atelopus en algunos páramos. De acuerdo con el investigador, algunas especies de este género se declararon localmente extintas en lugares como Chingaza y se cree que la introducción de truchas en los cuerpos de agua del Parque Natural jugaron un papel devastador para la supervivencia de los renacuajos.

Para protegerla, dice Galvis, “primero hay que hacer una labor de difusión con la comunidad. Que conozcan a la especie, sepan que está allí y que podemos cuidarla si cuidamos el páramo”. Ese es un proceso que no iniciará de cero, ya que en Siscunsí hay una red de guardabosques de la comunidad, como Evaristo Alarcón.

Además, tendrán que adelantar nuevas investigaciones para aprender “qué necesita la especie para sobrevivir desde su etapa de renacuajo hasta que se convierte en adulto”, apunta Carvajalino. Con esto, se podrán crear planes de conservación que permitan, concluye el docente, “que el próximo avistamiento no sea dentro de 20 años más”.

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Por Andrés Mauricio Díaz Páez

Periodista y politólogo enfocado en temas ambientales, transición energética y educación.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com
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