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La nueva planta invasora que amenaza a la Ciénaga Grande de Santa Marta

En los últimos meses, la Hydrilla verticillata, una planta que no es nativa de Colombia y que ha sido reportada como invasora en varios países, ha empezado a crecer en el fondo de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Hoy cubre la superficie de áreas cercanas a un pueblo palafítico, donde puede poner en aprietos a su población si no se toman acciones pronto. ¿Qué hacer para rescatar a uno de los complejos lagunares más importantes del país?

Sergio Silva Numa

23 de mayo de 2025 - 05:58 a. m.
Imagen de la "Hydrilla verticillata" en la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Foto: Corpamag

Cuando en septiembre del 2024 visité la Ciénaga Grande de Santa Marta, había una inquietud que se repetía entre los pescadores más viejos: ya no estaban encontrando tantos peces como en años anteriores. Rafael de la Cruz, de 62 años y ocho hijos, decía que lo usual hoy es coger alevinos —como llaman a las especies más jóvenes—, y no grandes ejemplares como en otros tiempos. “Si vieras esas canoas. Las traíamos llenas de mojarra blanca y róbalo. Todavía pescamos, pero desde hace mucho la ciénaga cambió”, lamentaba desde Nueva Venecia, Naimen Ferreira, pescador desde los 11 años.

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Nueva Venecia es uno de los pueblos palafíticos que hay en la Ciénaga Grande. Tiene unos 3 mil o 4 mil habitantes, que han construido su vida sobre el agua. Son el verdadero ejemplo de la “cultura anfibia” de Colombia: se transportan de una casa a otra por el agua, se alimentan de lo que les ofrece el agua y han levantado sus viviendas sobre el agua.

Carlos Rivera también estuvo por Nueva Venecia por esos días. Fue en octubre, en una de las visitas que suele hacer como profesor del Departamento de Biología de la Universidad Javeriana. Recuerda que no notó nada fuera de lo común en ese complejo lagunar que recibe agua del mar, del río Magdalena y de otros afluentes que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta. Pero lo que encontró en marzo lo dejó boquiabierto: en algunas áreas de Nueva Venecia sobresalía una planta en la superficie.

“Hoy es como un tapete verde sobre el agua. Es impresionante la velocidad a la que ha crecido. Brutal”, recuerda.

Rivera, biólogo y doctor en Ecología Fundamental y Aplicada, tomó algunas muestras para comprobar que la planta era de la especie Hydrilla verticillata, lo cual fue confirmado por Corpamag, la autoridad ambiental del Magdalena, el miércoles de esta semana. El “Rabo de Caballo”, como la llaman popularmente, había encontrado un lugar ideal para crecer desde el fondo del agua y expandirse por la superficie.

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La situación hoy tiene preocupado a Rivera porque, escribió en un texto junto con su colega Jorge Escobar, del Instituto Javeriano del Agua, la Hydrilla verticillata ha sido reportada como invasora en más de cuarenta países. Teme que hoy pueda salirse de control y que cause lo que John Cantillo, uno de los guías turísticos que lleva visitantes a Nueva Venecia, dice que ya está sucediendo: “Desde hace una semana hay unos pedazos que empezaron a podrirse y huele horrible. El agua está estancada”.

Imagen en detalle de la "Hydrilla verticillata".
Foto: Jorge Escobar

Rivera y Escobar, quien también suele visitar la Ciénaga Grande con frecuencia para sus clases, calculan que la planta ya ocupa un área de, al menos, 8 kilómetros cuadrados. En sus palabras, “ha invadido la ciénaga a una velocidad aproximada de 1.2 kilómetros cuadrados por mes”. Tras enraizarse en el fondo del agua, puede desarrollar tallos de hasta siete metros de largo.

“Si se sale de control, va a afectar las labores de pesca y la vida de quienes viven en Nueva Venecia”, reitera Escobar, PhD en Mecánica de Fluidos Ambiental. “Sería pavoroso si continúa expandiéndose”.

¿Cómo llegó otra planta invasora a la Ciénaga?

A otra persona a la que le preocupa lo que está sucediendo con la Hydrilla verticillata es a la exviceministra de Ambiente, Sandra Vilardy, que lleva toda su carrera de bióloga marina estudiando ese complejo de lagunas que, a finales del siglo pasado, fue declarado como sitio Ramsar, un importante status de protección internacional que tienen ciertos humedales. En 2000, además, fue declarado como Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

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Como sus colegas de la Universidad Javeriana, Vilardy, doctora en Ecología y profesora de la Universidad de los Andes, tampoco sabe con precisión cómo pudo llegar esa planta a los alrededores de Nueva Venecia. Una de las hipótesis que baraja es que el incremento de los dragados que se hacen en unos caños para que llegue agua dulce de a la ciénaga, haya posibilitado su acceso.

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Rivera dice que los caminos por los cuales se propagó esa especie pueden ser muy diversos. Entre las posibilidades que enumera se encuentran la dispersión a través de alguna red de pesca o de motores de lanchas o, incluso, es posible que haya viajado por el Magdalena hasta encontrar un lugar favorable para crecer. Y, al parecer, no hay nada más favorable que ese punto llamado Pajarales (donde está Nueva Venecia) en esta época del año.

¿El motivo? Como es temporada de lluvias, explica Vilardy, entra más agua dulce a la ciénaga y baja su salinidad. El lugar, entonces, se convierte en un espacio propicio para que la Hydrilla verticillata crezca, como ha sucedido en las últimas semanas. De hecho, cuando el profesor Rivera tomó unas muestras en marzo, observó que el agua estaba “bastante dulce” en ese punto de la ciénaga. Y la Hydrilla verticillata podría resistir, añade Vilardy, hasta 7% de salinidad (para hacerse una idea, el agua marina tiene 30% o 35%).

Además, esta planta encontró otro par de buenos ingredientes: aguas bajas, tranquilas y llenas de nutrientes, producto de los sedimentos que ha recibido del río Magdalena y de otros afluentes, indica Jorge Escobar.

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A moverse con rapidez

Imagen de uno de los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande.
Foto: Sergio Silva Numa

La presencia de la Hydrilla verticillata, a inicios de este año, empezó a causar un efecto que sorprendió a más de un habitante: las aguas empezaron a verse cristalinas. Pero a los ojos de quienes conocen a esta especie, era un mal vaticinio: sus hojas son una suerte de trampa para los sedimentos; hacen que se depositen en el fondo, en vez de seguir su curso. “Es como si ella hiciera una colcha de agua dulce que la favorece”, dice Rivera.

En la lista de inconvenientes, hay otro problema: en las noches, explica Rivera, por la presencia de grandes masas de Hydrilla verticillata, bajan los niveles de oxígeno del agua. Es una situación que hace que la planta empiece a descomponerse y puede afectar, posiblemente, a los peces que habitan ese punto.

“En ese caso, puede ‘agotarse’ el oxígeno y causar una mortandad de peces”, complementa Vilardy. “Anoxia” es como llaman en términos técnicos a ese escenario en el que las bacterias crecen, descomponen la materia orgánica y agotan el oxígeno del agua. Nadie quiere, por supuesto, que eso suceda en la ciénaga.

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Por el momento, según informó Corpamag, no se ha detectado una mortandad masiva de peces “que afecten las actividades de subsistencia” de quienes viven en la Ciénaga Grande. Solo casos aislados. En la visita que hizo su director, Alfredo Martínez Gutiérrez, esta semana, confirmaron que la planta ha tenido un “crecimiento excesivo”. Ya empezaron labores con la comunidad para hacer limpiezas manuales. También van a hacer análisis de laboratorio.

Precisamente, para la profesora Vilardy, es necesario moverse con rapidez para extraer tan pronto como se pueda a la Hydrilla verticillata. “Yo recomendaría hacer remoción mecánica ya, porque cuando se instale va a ser muy difícil erradicarla”, insiste.

Parte del afán tiene que ver con lo que puede suceder una vez mermen las lluvias y aumente el nivel de salinidad de las aguas. Si no se actúa pronto, coinciden tanto ella como Rivera y Escobar, puede desencadenarse un problema de mayores dimensiones. La Hydrilla verticillata se va a empezar a descomponer y las consecuencias serán de otro nivel.

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Además del mal olor que tendrían que soportar los habitantes del pueblo palafítico, pueden esperarse peces muertos y que sus actividades diarias resulten perjudicadas. “Las grandes poblaciones de Hydrilla verticillata pueden afectar el tamaño y los niveles de población de los peces (...) interferir con la pesca, hacer enredar a los motores de las embarcaciones y obstruir las zonas de baño”, se lee en la página web de la Base de Datos Global de Especies Invasoras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. “Pueden, incluso, alterar la calidad del agua al disminuir los niveles de oxígeno y aumentar el pH y la temperatura del agua”.

En Estados Unidos, uno de los países donde se ha reportado la presencia de Hydrilla verticillata, desde hace varios años (en 1976) fue declarada como “maleza nociva federal” por el Departamento de Agricultura. Desde que empezó a usarse en la década de 1950 en acuarios, se ha hecho esfuerzos por erradicarla, pues ha competido de manera muy eficaz con la vegetación autóctona y ha puesto en aprietos a algunas especies de peces. Uno de los mayores problemas es que “una vez establecida, el tráfico marítimo continúa propagándola por toda la masa de agua”, advierte el Servicio Geológico de ese país.

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Todos cruzan los dedos porque eso no vaya a suceder en la Ciénaga Grande de Santa Marta, cuyos pobladores ya tienen que lidiar con el buchón de agua, otra especie invasora que cada tanto tienen que remover para poder transitar. Mientras esperan que haya agilidad en las medidas, hay algunas preguntas que les rondan la cabeza a quienes han investigado esos ecosistemas: ¿Por qué, aparentemente, ya no está entrando suficiente agua salada a la ciénaga, esencial para sus especies? ¿Hay un mayor flujo de agua dulce del que debería haber?

La respuesta tardará en llegar, pero, inevitablemente, les recuerda la gran tragedia que ocasionó la construcción de la vía Ciénaga-Barranquilla en la segunda mitad del siglo pasado, que, como escribió Vilardy hace un par de días en este diario, cerró cuatro de las cinco bocas que conectaban a la ciénaga con el mar, obstruyendo el paso de peces, que ya no encontraron su habitual ruta migratoria.

Luego de una grave tala del manglar, el sistema, entonces, se hipersalinizó y las pesca disminuyó en un 90%. Pese a los esfuerzos, nunca logró reponerse del todo de ese colapso.

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*El viaje a Nueva Venecia fue posible gracias a Conexión Océanos/Panda Summit

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Por Sergio Silva Numa

Editor de las secciones de ciencia, salud y ambiente de El Espectador. Hizo una maestría en Estudios Latinoamericanos. También tiene una maestría en Salud Pública de la Universidad de los Andes. Fue ganador del Premio de periodismo Simón Bolívar.@SergioSilva03ssilva@elespectador.com
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