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Las ballenas barbadas, conocidas en términos más técnicos como misticetos, son un grupo de mamíferos marinos que, en lugar de dientes, tienen barbas a través de las cuales tamizan el plancton del agua. Algunas de las ballenas barbadas más conocidas son las ballenas francas, las rorcuales y la gris.
Quienes investigan a estas ballenas han tenido por décadas una duda: si las ballenas barbadas producen fuertes cantos submarinos, ¿cómo hacen para las orcas —el único depredador natural de estos mamíferos marinos— no la localicen y las ataquen?
Un reciente estudio, adelantado por el investigador de la Universidad de Washington (Estados Unidos) Trevor Branch, identificó una particular estrategia desarrollada por las ballenas barbadas para seguir cantando bajo el agua sin ser escuchadas por las orcas. Los resultados de su investigación fueron publicados recientemente en la revista académica Marine Mammal Science.
De acuerdo con la investigación de Branch, algunas especies de ballenas barbadas, como las azules y varias especies de rorcuales, emiten sus cantos a frecuencias tan profundas que son “completamente indetectables para las orcas, que no pueden oír sonidos por debajo de 100 hercios”. A este grupo se le conoce como ballenas “huidizas”.
Por el contrario, existe un grupo de ballenas, conocidas como “luchadoras” que cantan a frecuencias más altas, lo que las hace más fácilmente localizables para las orcas. En este grupo se encuentran la ballena franca, la gris y la jorobada.
A pesar de esta diferencia, Branch todavía tenía una inquietud. ¿Podría esta llamada, conocida en términos más técnicos como cripsis acústica, ser un mecanismo de defensa desarrollado por las ballenas frente a los ataques?
Para Branch la respuesta corta es que sí. “Nunca se me había ocurrido que algunas ballenas cantaran bajo para evitar a las orcas, pero cuanto más lo analizaba, más me daba cuenta de que todos los aspectos de su comportamiento están influidos por el miedo a la depredación”, señaló el investigador.
Según el científico, su trabajo demuestra que “bajo el mar existe un paisaje sonoro regido por el miedo, en el que algunas especies de ballenas optan por cantar sus canciones a sus compañeras a niveles profundos para evitar ataques”.
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