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Malpelo alberga uno de los refugios globales más importantes para los tiburones

Un grupo de científicos acaba de publicar uno de los estudios más completos sobre tiburones en el Pacífico Oriental Tropical, y sus resultados muestran un contraste inquietante. Aunque islas como Malpelo y Galápagos siguen siendo refugios excepcionales, las zonas costeras revelan un fuerte agotamiento de sus poblaciones, incluso dentro de áreas protegidas.

Paula Casas Mogollón

29 de noviembre de 2025 - 08:54 a. m.
El tiburón de Galápagos se encuentra en todo el mundo, pero fue descubierto por primera vez en la Reserva Marina de Galápagos.
Foto: Pelayo Salinas de León / CDF

“El Pacífico Este Tropical (PTO) es uno de los mayores hotspots de tiburones del mundo”. Así resume Simon McKinley, ecólogo que ha dedicado buena parte de su vida a observar tiburones y grandes peces depredadores, las conclusiones de uno de los estudios más completos que se han hecho sobre estos animales en la región. En los resultados, publicados el 26 de noviembre en la revista PLOS One, McKinley y su equipo de científicos explican que, entre 2016 y 2019, desplegaron 110 sistemas de video submarino con cebo remoto (BRUV, por sus siglas en inglés) en distintas áreas del PTO.

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En los últimos años, habían recopilado varias pistas de investigaciones previas que señalaban que las Áreas Marinas Protegidas (AMP) más remotas, como la Isla de Malpelo, en Colombia, y el archipiélago de Galápagos, en Ecuador, albergaban algunas de las mayores poblaciones de tiburones registradas a nivel global, varias de ellas en peligro de extinción. El tiburón martillo común (Sphyrna lewini) es uno de los más emblemáticos.

“Las islas oceánicas del Pacífico Tropical Oriental representan una ventana al pasado, donde los tiburones y los grandes peces depredadores son la norma y no la excepción”, es la frase que escoge Pelayo Salinas de León, investigador de la Fundación Charles Darwin y uno de los autores principales, para resumir el valor ecológico de esta región.

A pesar de esas pistas, continúa McKinley, la región sigue estando poco estudiada. “Estamos en una de las zonas menos exploradas del planeta”, dice. El objetivo del estudio era confirmar si, en efecto, el PTO es un hotspot de tiburones, que ha perdido más del 70 % de su población en los últimos 50 años. De hecho, un estudio publicado en 2021 en Nature, por ejemplo, advertía que tres cuartas partes de las especies de tiburones oceánicos están hoy en peligro de extinción.

Para ampliar ese conocimiento, investigadores de la Fundación Charles Darwin se unieron a científicos de National Geographic Pristine Seas, la Dirección del Parque Nacional Galápagos y otras instituciones de la región. La primera tarea se centró en realizar inmersiones y desplegar los BRUV, basadas en cámaras que, atraídas por el olor del cebo y sin la presencia de buzos, permiten observar a los tiburones en su ambiente natural sin alterar su comportamiento. En total, grabaron más de 167 horas de video que les permitieron comparar la distribución de especies y observar de cerca el papel que cumplen los grandes depredadores en cada ecosistema.

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El ejercicio se replicó en siete Áreas Marinas Protegidas: cuatro oceánicas (Galápagos, Malpelo, Clipperton y Revillagigedo) y tres costeras (Machalilla, Galera San Francisco e Isla del Caño). Los resultados fueron claros. Las AMP oceánicas, como Malpelo y Galápagos, albergan algunas de las mayores poblaciones de tiburones registradas a nivel mundial. Después de las inmersiones, contabilizaron 372 tiburones y registraron siete especies: el tiburón de punta blanca (Carcharhinus albimarginatus), el tiburón de Galápagos (C. galapagensis), el tiburón de puntas negras (C. limbatus), el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), el tiburón sedoso (C. falciformis), el tiburón de arrecife de punta blanca (Triaenodon obesus) y el tiburón martillo (Sphyrna lewini), en peligro crítico de extinción.

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El hallazgo, sin embargo, no sorprendió del todo al equipo. “Esperábamos encontrar muchas especies en las islas oceánicas”, señala McKinley, pues “sabíamos que en el pasado existían grandes poblaciones de tiburones en estos lugares”. A los ojos de Salinas de León, “estas áreas ofrecen una imagen de cómo luce un océano saludable y muestran lo crucial que es la conservación marina para proteger los últimos refugios frente a la sobrepesca”.

Foto: PLOS One

La preservación de esta gran diversidad se debe a un factor clave, según McKinley y es la disminución de la presión pesquera, la cual se debe en buena parte a la distancia que hay con las costas y la presencia de regulaciones estrictas. Esa combinación ayuda a entender por qué las comunidades de tiburones en estos santuarios continúan siendo robustas y, en muchos casos, parecen haberse mantenido relativamente estables durante el tiempo.

Las AMP costeras, en cambio, cuentan una historia diferente. Allí, los investigadores observaron una disminución marcada de peces, incluidos los depredadores grandes. En el documento detallan que es un patrón consistente con lo que los científicos han llamado fishing down the food web, conocida por ser una pesca intensiva que elimina primero a los grandes depredadores y, luego, a los peces cada vez más pequeños. Las diferencias entre las islas y las costas, de acuerdo con el estudio, no se explican solo por la gestión de las AMP, sino también por factores biogeográficos y oceanográficos, como las corrientes, la productividad y el aislamiento, que favorecen mayor biodiversidad en las islas.

En palabras de McKinley, la situación de las zonas costeras es “preocupante y triste”, porque si bien algunas están dentro de áreas protegidas, “es probable que estas especies hayan sido explotadas de forma insostenible durante décadas, hasta el punto de haber desaparecido parcial o totalmente de los ecosistemas”.

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Al final del estudio, los investigadores hacen un llamado a continuar con este tipo de monitoreos y advierten que, a medida que pasa el tiempo y se agotan los esfuerzos, la población global de tiburones se reduce y algunas especies, como el tiburón martillo, están cerca de la extinción. “Hoy, menos del 10 % del océano tiene algún tipo de protección y solo el 3 % cuenta con medidas estrictas contra actividades dañinas”, se lee en el estudio.

Mientras las investigaciones avanzan, los científicos insisten en evaluar con más detalle la efectividad de las AMP, con el objetivo de saber si realmente están protegiendo a los tiburones frente al impacto humano. Es último punto, a juicio de los científicos, es clave para diseñar mejores políticas y estrategias de conservación en toda la región.

El grupo desplegó 110 sistemas de video submarino con cebo remoto (BRUV, por sus siglas en inglés). Estas cámaras, atraídas por el olor del cebo y sin la presencia de buzos, permiten observar a los tiburones en su ambiente natural sin alterar su comportamiento.
Foto: Manu San Félix / NGS

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