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La mayoría de los bosques andinos en Colombia se están quedando aislados

Un grupo de investigadores documentó que la conectividad de estos ecosistemas ha disminuido en un 85 %, con relación a su estado original. La meseta cundiboyacense y el Eje Cafetero son las zonas más críticas.

Fernán Fortich

09 de junio de 2025 - 07:01 p. m.
Bosques Andinos marcados por cultivos de aguacate y ganadería. Al fondo el nevado del Tolima.
Foto: Camilo Correa Ayram
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Es probable que cuando piense en la pérdida de bosques, piense en números. Que entre enero y marzo de este año se deforestó un área de 27.052 hectáreas, y que eso representó una reducción del 33% frente al mismo período de 2024, como lo reveló el Ministerio de Ambiente hace poco. O que Colombia perdió más de dos millones de hectáreas de bosque primario húmedo — es decir, casi el tamaño de Caquetá— entre 2002 y 2024, según Global Forest Watch. Y aunque son cifras claves para entender lo que está ocurriendo, es posible que solo muestren una parte de la historia.

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Para Camilo Correa, investigador de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana (en Bogotá), “la transformación del paisaje no solo debe medirse y entenderse en términos de hectáreas perdidas”. Para Correa, “hay que pensar en la biodiversidad que habita allí y en los servicios ecosistémicos que nos ofrecen”.

Por ejemplo, propone Correa Ayram, ¿qué tal si cada vez que se tala un árbol o se pierdan centenares de individuos en un incendio, piensa en su efecto en la conectividad del bosque? Esto se refiere a que un árbol no está solo: cumple unas funciones porque está en un bosque, que se interconecta a su vez con otras zonas por donde circulan especies, se propagan semillas, se dan procesos de polinización y, entre otras cosas, sucede el complejo hito de la vida en el planeta. Esta interconectividad también se está viendo afectada.

Un reciente estudio liderado por Correa Ayram brinda un panorama poco alentador de la conectividad de los bosques andinos en Colombia. La investigación, que es un capítulo del libro Conservación de los bosques andinos’ publicado en mayo de 2025 por la editorial científica Springer, indaga sobre la evolución de la conectividad de estos ecosistemas entre 1985 y 2022.

Bosques de Niebla y Palma de Cera en Volcán Machín, Ibague, Tolima.
Foto: Camilo Correa Ayram

Para hacerlo se analizaron cientos de imágenes satelitales pixel por pixel, con la ayuda de algoritmos, para determinar la evolución de la cobertura vegetal y las interconexiones perdidas. La investigación encontró que durante este periodo de tiempo, se perdió más del 85 % de la conectividad de los bosques andinos en Colombia. Los autores, vinculados a las universidades del Tolima, Javeriana y Florida (EE. UU.), encontraron que, de hecho, esa pérdida de conectividad está ocurriendo a un ritmo más rápido que la deforestación de estos bosques que avanzó a una tasa del 43 % en el mismo periodo de 37 años.

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“Tanto la deforestación como la pérdida de conectividad representan dimensiones distintas, pero complementarias del deterioro del paisaje y el ecosistema. Aunque quede una proporción importante de bosque, si estos fragmentos están aislados entre sí, su funcionalidad ecológica se ve comprometida”, explica en otras palabras Correa Ayram. “Lo que demuestra la comparación entre ambas variables es que la pérdida de conectividad ha avanzado incluso más rápido que la deforestación. Es decir, no solo estamos perdiendo bosque, sino que el bosque que queda está cada vez más aislado y a un ritmo acelerado”.

Un bosque en la mitad de los otros bosques

Los bosques andinos, que se extienden desde Venezuela hasta Chile por la cadena montañosa más grande del mundo, cubren más de 215.325 kilómetros cuadrados solo en Colombia (un tamaño similar al área de Bielorusia). En sus ecosistemas habitan especies como el oso andino, el puma, la danta y miles de especies endémicas del continente.

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A la par, en estos ecosistemas se registran crecientes presiones humanas relacionadas, según los autores del estudio, con el aumento de la población, la demanda por la tierra, la expansión agrícola y la minería. Para ponerlo en perspectiva, a la fecha, se estima, según el proyecto MapBiomas liderado por la Fundación Gaia, que más del 45 % ha sido transformado de su estado original, principalmente, por actividades humanas.

En palabras de Daniel Castro, director de la maestría en gobernanza en áreas protegidas y gestión del recurso biológico de la Universidad El Bosque (quien no participó en el estudio), se pueden entender las implicaciones y la extensión de la transformación del paisaje con la siguiente imagen: “Es como si miráramos una mesa de billar que, desde encima, puede verse toda verde o con grandes zonas verdes, pero que al mirar con detalle, se puede ver rayones o parte donde la mesa ya no es plana. Lo mismo ocurre en los bosques, en los que se pueden detectar alteraciones en la conectividad o cómo se afecta el flujo de especies o procesos naturales”.

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En el caso, el bosque andino, la conectividad es crítica pues, según Castro, se trata de un ecosistema que se encuentra por debajo del páramo y por encima de sistemas marinos, por la que la afectación “puede ser sistémica si hay vacíos en el bosque altoandino en Colombia”, comenta Castro.

Uno de los puntos más críticos está ocurriendo en las zonas cercanas al Parque Nacional Natural Picachos. Así lo alerta Nicola Clerici, profesor de la Escuela de Ciencias de la Universidad del Rosario y editor del libro en el que se publicó la investigación, quien indica que “este corredor, que conecta a Los Andes con el piedemonte amazónico, se está viendo afectado por una disminución de su conectividad con repercusiones genéticas para las especies y sus migraciones”.

Precisamente, en el estudio se identificaron tres regiones que han perdido el mayor grado de conexión: el Eje Cafetero, la Meseta Cundiboyacense y el sur de las montañas de los Andes colombianos, como puede ver en el mapa que acompaña estas páginas.

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“En estas zonas desconectadas lo que sucede es una ruptura en la continuidad del hábitat. Muchos fragmentos pueden parecer saludables en términos de cobertura arbórea, pero están separados por una matriz humana hostil como los cultivos intensivos, pastizales, centros urbanos o infraestructura vial”, explica Correa, de la Javeriana.

Además, entre 1985 y 2022, se ha perdido aproximadamente el 7,7% de los bosques andinos, lo que representa más de un millón de hectáreas transformadas en 37 años. Pero lo más preocupante es que en ese mismo periodo se redujo en casi un 15 % la conexión entre las zonas de bosque, lo que pone en riesgo a muchas especies y los servicios que estos ecosistemas prestan a las personas.

“El aumento en la pérdida de conectividad desde 2015 no es casual: refleja una intensificación reciente de las presiones humanas acumuladas sobre el paisaje andino. Observamos una expansión acelerada de la frontera agropecuaria, especialmente en zonas de piedemonte y en valles interandinos, que son los más golpeados”, sostiene Correa Ayram. “Además, desde mediados de la década pasada se ha documentado un aumento notable de la infraestructura lineal como vías terciarias. En contextos como los Andes, con una alta densidad poblacional y topografía compleja, basta una carretera o un eje vial mal planificado para desconectar ecosistemas enteros”.

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Los autores del estudio admiten que los resultados del estudio tienen sus limitaciones, en particular los análisis de satélites tienen una precisión del 82 %, por condiciones inherentes al contexto geográfico de los Andes colombianos, especialmente en zonas montañosas con alta nubosidad, donde la calidad de las imágenes satelitales puede verse afectada.

¿Qué implica esto para la conservación?

Una de las recomendaciones que emite el estudio es que se debe hacer énfasis en la conservación de las zonas medias y altas de los bosques andinos, que son claves para la regulación hídrica en Colombia. “Estos dan paso a los páramos que son muy importantes, a pesar de que no se tuvieron en cuenta en este trabajo. En general, son zonas muy presionadas por la expansión urbana, agrícola y la infraestructura, lo que ha impactado la conectividad”, indica Correa Ayram, de la Javeriana.

Bosques de niebla en Anaime, en el municipio de Cajamarca (Tolima).
Foto: Camilo Correa Ayram

Para Castro, de la U. del Bosque, estos estudios ayudan a llenar los vacíos que se tienen sobre el estado de ecosistemas, “el gran reto viene en materia de control de factores como especies invasoras y de las actividades antrópicas. Y, sobre todo, para aumentar el conocimiento de la composición del bosque, es decir, conocer cómo estaban configurados los bosques antes de la intervención humana, para restaurarlos”.

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Por su parte, el grupo de investigadores del libro en el que se publica la investigación resalta la necesidad de hacer esfuerzos de conservación internacionales, pues los bosques, claves para la región, no conocen de fronteras.

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Por Fernán Fortich

Periodista con enfoque en temas ambientales, posthumanistas y sociales.@fernanfortichrffortich@elespectador.com
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