En el Golfo de California, un grupo de orcas ha desarrollado una técnica de caza que combina fuerza, precisión y cooperación. Embisten tiburones blancos hasta voltearlos, los paralizan por reflejo y, en cuestión de minutos, extraen su hígado, uno de los órganos más ricos en energía del océano.
Este comportamiento fue descrito esta semana por investigadores de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Francia en la revista Frontiers in Marine Science, donde confirman que estos cetáceos están cazando de forma repetida a tiburones blancos juveniles (de unos 2,5 metros de largo) en el Golfo de California.
Hasta ahora, las interacciones documentadas entre orcas y tiburones blancos se centraban en ejemplares adultos, mucho más grandes y con hígados más voluminosos, especialmente en Sudáfrica. Pero el nuevo estudio (liderado por el ecólogo marino Salvador Jorgensen, de la Universidad Estatal de California en Monterey Bay) revela que las orcas mexicanas han extendido su dieta a individuos más jóvenes. “Sabíamos que las orcas podían derribar a un tiburón adulto, pero ahora sabemos que también atacan a juveniles, algo que no se había registrado antes en esta región”, explicó Jorgensen al portal IFL Science. “Esto cambia lo que entendemos sobre su comportamiento alimentario y sobre la vulnerabilidad de los tiburones en etapa temprana”.
Los investigadores analizaron videos aéreos capturados con drones, en los que se observa cómo las orcas (identificadas como parte de la llamada manada de Moctezuma) repiten un mismo patrón: una embiste al tiburón por el costado, lo voltea y lo deja en un estado de inmovilidad, un reflejo natural que se activa cuando el animal queda boca arriba.
En ese momento, otro miembro del grupo aprovecha para abrir el abdomen y extraer el hígado, que luego es compartido entre todos los integrantes, incluidos los ejemplares más jóvenes del grupo. “La consistencia en los golpes y la coordinación sugiere una capacidad muy eficiente de las orcas para inducir este reflejo en su presa y acceder sin interrupción al hígado”, señala el estudio.
El análisis de las imágenes también confirmó que se trata del mismo grupo de orcas observado en años anteriores en la región, especializado en la caza de elasmobranquios (tiburones y rayas). Este tipo de especialización es poco común y demuestra un aprendizaje social transmitido entre generaciones.
Las orcas y los tiburones blancos son dos depredadores tope, es decir, se encuentran en la cima de la cadena alimenticia. Su interacción es una de las más raras del océano, pero cada vez más documentada. En este caso, los científicos observaron que, tras los ataques, los tiburones blancos (incluso los adultos) abandonan las zonas de alimentación de forma masiva cuando las orcas están cerca, y pueden evitar esos lugares hasta por un año.“Las orcas son las únicas depredadoras naturales conocidas del tiburón blanco”, explicó Jorgensen. “Y los tiburones parecen reconocer ese riesgo: huyen apenas las detectan. Lo que no sabemos aún es si los juveniles tienen los mismos mecanismos de defensa o si deben aprenderlos con la experiencia”.
El hallazgo también plantea una pregunta más amplia: ¿cómo están respondiendo los tiburones jóvenes al cambio en las dinámicas de depredación? El calentamiento de las aguas está modificando las zonas de crianza de los tiburones blancos, que ahora se ubican más cerca de regiones donde las orcas son frecuentes. Esto podría incrementar los encuentros entre ambos y alterar el equilibrio de los ecosistemas marinos del Golfo de California.
Según el estudio, cada ataque representa un impacto directo en la población juvenil de tiburones, pero también una oportunidad de observar cómo las orcas adaptan sus tácticas a nuevos entornos. “Lo que vemos es un comportamiento aprendido y transmitido socialmente, una forma de cultura animal marina”, afirma Jorgensen.