Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El coronavirus ha provocado que en el último año el mundo atraviese una triple crisis: sanitaria, económica y ambiental. Los sistemas de salud mundiales han colapsado por el incremento desbordado de la propagación del coronavirus, por lo que fue necesario implementar una serie de cuarentenas estrictas. Pero, con el confinamiento, los números de las economías de los principales países se empezaron a tornar rojos. Según el informe “Perspectivas económicas mundiales del banco”, del Banco Mundial, la economía global se redujo en un 5,2 % durante 2020, siendo la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. (Le puede interesar: El mundo está en riesgo de alcanzar el límite de aumento de temperatura pronto)
A la crisis económica se sumó la ambiental. El coronavirus demostró la importancia de tener la biodiversidad como eje central. Para encontrar una manera idónea de lograr una recuperación verde, varios países elaboraron sus planes de reactivación. Y aunque se suponía que en estas estrategias iba a primar la protección de la naturaleza, un análisis del gasto de las principales economías, dirigido por el Proyecto de Recuperación Económica de Oxford y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, señaló que solo el 18 % del gasto anunciado es “verde”.
Para conseguir que ese porcentaje aumente, algunos países han buscado emplear nuevos métodos. Uno de ellos es la educación ambiental. Varios expertos en el tema coinciden en reconocer que la educación es la vía más idónea para generar conciencia y fomentar comportamientos responsables frente al manejo sostenible del ambiente. “Colombia ha dado pasos importantes hacia la implementación de las preocupaciones ambientales y de sostenibilidad en el sistema educativo”, señala Jorge Baxter, profesor asociado de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes.
La educación ambiental en Colombia es un tema que se viene desarrollando conjuntamente desde la década de los 90 y ha sido un trabajo conjunto entre el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial y el Ministerio de Educación, mediante la implementación de los Proyectos Ambientales Escolares (PRAE). Los PRAE son “una estrategia pedagógica que posibilita el estudio y la comprensión de la problemática ambiental local y contribuye en la búsqueda de soluciones acordes con las realidades de cada región y municipio, en un contexto natural, social, cultural, político y económico”, dice el Ministerio de Educación. (Le puede interesar: Indígenas y comunidades locales son clave para proteger la biodiversidad, revela estudio)
En los PRAE están involucrados integrantes de la comunidad educativa, instituciones del sector y organizaciones sociales y ambientales. ¿Cómo funcionan estos programas? De acuerdo con el Ministerio de Educación, por medio de la integración de conocimientos y experiencias en torno a interpretar un problema ambiental concreto y participar en la búsqueda de soluciones, desde una gestión ambiental sostenible, como por ejemplo estrategias para recuperar un río, aprovechamiento de desechos o velar por la protección de una especie. La cartera ha acompañado a la consolidación de 475 PRAE.
Uno de esos programas está ubicado en La Plata, municipio de Huila. La Institución Educativa Las Acacias ha conseguido articular acciones para proteger los recursos naturales de la zona, entre los que se destacan la reforestación, la recolección de residuos y la descontaminación de algunos cuerpos de agua. La iniciativa, liderada por el profesor Wilson Alexánder Rincón Arévalo y el estudiante Santiago Paredes, representó a Colombia en el primer Encuentro Internacional de Educación Ambiental en Sostenibilidad Generación Verde, que se realizó el pasado 20 de mayo. Le puede interesar: Más de un millón de especies se encaminan “irremediablemente” a la extinción)
Así como en Huila, en Bogotá también existen varias iniciativas de educación ambiental. Una de ellas la trabajan los estudiantes y profesores del Colegio José Félix Restrepo, en San Cristóbal, quienes, de la mano de vecinos y activistas de la localidad, lideran una cruzada para salvar al río Fucha, uno de los cuerpos de agua más contaminados de la capital. La estrategia consiste en realizar jornadas de recolección de basura, residuos y siembra de árboles y plantas nativas. Hasta el momento, el colectivo Ecologismo Colectivo Ambiental ha conseguido recuperar 1,3 kilómetros, de los 1.200 que tiene este afluente.
Al igual que esta institución de San Cristóbal, el Colegio Francisco José de Caldas se ha transformado en un líder ambiental con su proyecto “Espiando aves”. Sus instalaciones se convirtieron en un santuario de aves, en el que albergan diariamente a cerca de 600 individuos, que busca promover la ética del cuidado de la naturaleza y la protección de especies nativas a través del avistamiento de aves, adecuación de los bebederos y comederos, y siembra y cuidado de las especies de flora que sirven de hogar o alimento para los colibríes, tinguas, mirlas, copetones y cucaracheros.
El Colegio Rochester, en el municipio de Chía, también se ha caracterizado por sus proyectos para usar los recursos de manera sostenible. Además, es la única institución con certificación LEED Gold en Latinoamérica, un reconocimiento para los planteles que han utilizado materiales amigables con el medio ambiente en su construcción. Allí, por ejemplo, los jabones son biodegradables, los elementos electromecánicos de bajo consumo y los adoquines elegidos evitan que se dé el efecto isla y se libere calor afectando el microclima. También tiene una huerta, un invernadero y un proceso de reforestación. (Le recomendamos: Con el agua al cuello: la tragedia de los ríos que se desbordan)
Pero los colegios y los ministerios no han sido los únicos actores encargados de impulsar la educación ambiental en Colombia. Las universidades han desempeñado un rol importante, como la Universidad Autónoma de Occidente, de Cali. Con su iniciativa “Campus sostenible 2017”, ha estado presente en el ranking de Green Metric, donde están las universidades más sostenibles del mundo, y ha conseguido instalar 1.632 paneles solares para suplir el 18 % del consumo energético del campus, reducir 513,3 toneladas de CO2 desde 2014 y tratar el 100 % de sus aguas residuales.
La Universidad del Norte, en Barranquilla también hace parte de este listado, por medio de su programa “Ecocampus”, fundado en 2104 con el objetivo de sincronizar todas las actividades ambientales que se estaban trabajando en la institución. Durante estos años se han realizado conversatorios, debates, charlas y talleres con expertos nacionales e internacionales, y han conseguido consolidar varios proyectos, como los tres laboratorios vivos: Wiwa, el callejón de las plantas medicinales; Alula, el observatorio de aves; y Mangla, el aula viva de propagación y agricultura urbana.
Otra de las instituciones sostenibles de Colombia es la Universidad de Santander (UDES) por medio de la iniciativa UDES Verde, creada en 2012. En la actualidad, la institución tiene un sistema solar fotovoltaico de 30 kilovatios pico, una estación meteorológica y ha intervenido 22 hectáreas en las que se han sembrado más de 1.800 árboles. En los Andes, por su parte, “la Facultad de Educación, junto con el Centro de Desarrollo Sostenible, lanzará un libro que documenta casos de innovaciones de los educadores ambientales de toda Colombia y América Latina y para 2022”, cuenta Baxter.
Aunque no se conoce con exactitud el rol que desempeñará la educación ambiental en la reactivación económica, justa, verde y resiliente, lo cierto es que es una herramienta que incrementa la concienciación y el conocimiento de las personas sobre las temáticas o problemas ambientales. “Tenemos que rediseñar nuestras instituciones y reconstruir las comunidades sobre la base de un nuevo conjunto de principios ecológicos (aunque, de hecho, muchos no son nuevos, son principios que encontramos en la sabiduría ancestral de nuestros pueblos indígenas). Estos podrían incluir la diversidad, la resiliencia y la reciprocidad”, comenta Baxter.
Enverdecer los colegios, las empresas y la economía añadiendo un componente de educación ambiental quizá no llegue a la raíz del problema; pero al aprender de la naturaleza, sus beneficios y la importancia del equilibrio en los sistemas sanos y resistentes, se podrá impulsar un cambio en el modelo económico, sobre todo en este momento, cuando más de un millón de especies se encaminan a la extinción y la mayoría de las acciones climáticas están encaminadas a cumplir el objetivo del Acuerdo de París y evitar que la temperatura global aumente en 2 ºC. Es el momento de poner el ambiente como prioridad.