La organización ambientalista Greenpeace publicó un nuevo informe sobre alimentación y sostenibilidad, titulado “Nueva cultura alimentaria”, en el que alerta sobre las principales problemáticas alimentarias del país y de la capital, y propone estrategias para fomentar la soberanía alimentaria. En el documento, la ONG señala la dependencia alimentaria al extranjero, cuando en el mismo país hay producción local y campesina de calidad, y llama a proteger a este sector productivo.
En Colombia se importan cerca de 12 millones de toneladas de alimentos como el maíz, el trigo, y el azúcar de caña (1). Esto significa que el 30% de los alimentos consumidos por los colombianos son importados, es decir, que recorren kilómetros en transportes contaminantes, y se excluye del consumo masivo a alimentos locales, con menos huella ambiental y comercializados y cosechados por productores de las cercanías.
“La dependencia alimentaria de Colombia, y especialmente Bogotá, a alimentos importados es alarmante, más aún en crisis sanitarias como la actual que ponen en primera plana a la vulnerabilidad en las cadenas de abastecimiento”, dijo Tatiana Céspedes, miembro del equipo de campañas de Greenpeace Colombia.
“Se conocen 400 especies de plantas nativas comestibles en Colombia, y el 10% de la biodiversidad del mundo está albergada en nuestro país. Además, solo Bogotá cuenta con más de 16 mil productores locales. Colombia tiene una producción rica y abundante de alimentos; sin embargo tiene una tasa de importación alta. Hoy, en medio de una crisis mundial, ya es de público conocimiento la vulnerabilidad de estas cadenas de suministro. La solución es apostar a lo local”.
Según datos de Greenpeace, la agricultura campesina, familiar y comunitaria juega un papel fundamental en el abastecimiento alimentario de la población global, pero aún faltan medidas que la protejan y potencien.
“En Colombia se estima que este tipo de producción provee un 70% de los alimentos que se destinan a los mercados locales y genera un 57% del empleo rural. En Bogotá, abastece el 65% de los alimentos que se consumen en la capital”, dijo Céspedes. Pese a lo anterior, el país está en mora de diseñar políticas públicas y programas específicos para impulsar este modelo de agricultura, que más allá de ser la principal fuente de producción de alimentos, contribuye a la protección de la biodiversidad agrícola, al uso sostenible de los recursos naturales, a la salvaguarda de las tradiciones culturales, a la generación de empleo y a la construcción de tejido social.
Según el informe, en Bogotá hay más de 3 mil familias campesinas productoras de alimentos. Sin embargo, su economía no está protegida: el promedio de intermediarios por los que pasa un alimento antes de entrar a la ciudad es de tres. Esto hace que los costos adicionales sean asumidos por los productores, con precios de compra bajos, y por los consumidores, con incrementos en el precio final. “Proteger a las familias campesinas, y fomentar la compra de sus productos en la ciudad es una gran deuda en Bogotá. Para lograr vivir en una ciudad sostenible, necesitamos fomentar la soberanía alimentaria: apoyar modelos agrícolas más sustentables que permitan reducir la huella ambiental, la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad”, finalizó Céspedes.