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¿Cómo convertir una ciudad catastrófica en una sostenible?

A pesar de que la mayoría del cine de ciencia ficción tiene muchas razones para pensar que las grandes metrópolis serán caótica, alternativas como fachadas verdes, biodiversidad urbana y parques contra la inundación empiezan a pintar un panorama más amigable.

María Mónica Monsalve S.
07 de abril de 2016 - 03:54 a. m.

Desde años atrás, el cine de ciencia ficción ha tenido una fijación por predecir cómo serán nuestras ciudades del futuro. Con escenarios como la británica ciudad de Everytown, en Things to Come, que, después de una guerra, quedó sumergida en una atmósfera de basura y gases tóxicos; hasta la casi catastrófica, atestada, lluviosa, y sobreiluminada ciudad donde viven los “replicantes” y humanos en Blade Runner.

Si no se quiere ir tan atrás, recientemente la película Mad Max, nominada a diez premios Óscar, planteó un mundo desértico en guerra por el agua y, sin ir más lejos, Disney ha apostado por el tema mostrándonos al pequeño Wall-E abandonado en la Tierra con la misión de apilar, una tras otra, las montañas de basura como si fueran edificios.

Y aunque si bien es cierto que la superpoblación, el clima inminente, el exceso de residuos y la contaminación del aire son problemas que ya están viviendo las grandes metrópolis, puede que las hipótesis catastróficas que se plantearon los genios detrás de estas películas no lleguen a cumplirse al pie de la letra. Todo apunta a que las ciudades están buscando ser cada vez más sostenibles.

Según explica Susana Vélez, especialista en política forestal y cambio climático de WWF, las grandes ciudades están sumergidas en una paradoja: son de los sistemas que más recursos demandan, pero menos producen. “No somos autogeneradores y estamos generando muchos desechos. La idea es que esto cambie”, explica la experta.

Por ser los epicentros de la actividad económica, las ciudades se han convertido en un magneto para atraer a la gente. Desde el 2008 la mayoría de la población del mundo empezó a vivir en ciudades y, según aclara el informe más reciente de ONU Hábitat sobre ciudades saludables, se espera que para 2050 dos tercios de la población lo haga.

Precisamente, por esta condición es que las ciudades pueden convertirse en un aliado para determinar la mitigación ante los efectos del cambio climático, la salud pública, la seguridad alimentaria y el bienestar humano. Pues como bien lo aclara Vélez, “cuando se habla de sostenibilidad, se piensa en la planeación territorial, el desarrollo, la economía, la eficiencia energética, los residuos”, y todo aquello que nos garantice no llegar al colapso que nos ha adelantado la ciencia ficción.

Pero, entonces, ¿qué camino puede seguir una ciudad para parecerse menos a la Everytown de Things to Come y más a la armoniosa Pandora de Avatar?

Una de las estrategias es pensar en construcciones y arquitectura verde, donde se diseña teniendo en cuenta el ambiente que está alrededor. “Ser respetuosos con el medio ambiente es entender que se está construyendo sobre un ecosistema existente y que este tiene sus propias condiciones. Así se pueden aprovechar los elementos naturales que hay cerca: favorecer la iluminación natural dependiendo de dónde estén las ventanas, mirar el viento para producir energía y pensar cuáles fachadas sirven para ganar o perder calor dependiendo del clima”, afirma David Perico, director de Arquitectura Más Verde.

Las que más han ganado popularidad en este tema son las cubiertas vegetales y jardines verdes. Una tecnología que además de permitir aislar el calor en la edificación, disminuye un fenómeno conocido como la “isla de calor urbano”. “En las grandes ciudades del mundo es común encontrar una diferencia entre la temperatura de la periferia y el centro. Mientras en las noches el centro es más tibio y la periferia fría, en el día cambia. Por esto las fachadas verdes no solo pueden pensarse como una tecnología para la vivienda, sino que se deben entender como una herramienta holística, colaborativa con la urbe y de carácter social”, aclara Perico.

Además, explica el experto, con estas fachadas se está devolviendo al ambiente esa capa verde que se le quitó al lote antes de empezar la construcción. Se convierten en trampolines ecológicos para la migración de aves –garantizando la conectividad ecológica–, captan las partículas contaminantes en suspensión, actúan como sumideros de carbono y le aportan a la ciudad una estética que da mayor bienestar a sus ciudadanos.

Inundaciones, ¿fuera del panorama?

Una de las constantes de la ciudad de Los Ángeles que muestra Blade Runner, además de la lucha entre los “replicantes” y Rick Deckard, es que siempre está lloviendo. El riesgo de inundación y la reutilización del agua también son algunos de los desafíos más importantes que deben pensar las ciudades sostenibles.

Según explica Juan Pablo Rodríguez, profesor del departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes, uno de los aspectos más importantes sobre el manejo sostenible del agua en las ciudades es la escorrentía. “Cuando llueve en las ciudades, los caudales de agua de escorrentía recorren vías, techos y parqueaderos antes de entrar al alcantarillado, arrastrando material particulado que luego va a los cuerpos de agua, muchas veces sin recibir tratamiento”, explica. “Esto no solo representa un riesgo ante una posible inundación, ya que debido al proceso de urbanización los volúmenes de agua lluvia son cada vez más grandes, sino que tiene grandes impactos ambientales negativos en los ríos”.

Para atacar este problema, una de las alternativas que existen es que la ciudad vuelva a tener más áreas de infiltración. Es decir, espacios naturales, con vegetación, que en vez de dejar correr el agua, como sucede con el pavimento, tengan la capacidad de retenerla e infiltrarla. Además de garantizar menos riesgo de inundación, estos espacios también cumplen la función de “filtro” para descontaminar el agua.

De hecho, según advierte Rodríguez, estudios del Centro de Investigaciones en Ingeniería Ambiental de los Andes han demostrado que después de atravesar los techos verdes, el agua de lluvia que entra sale con un pH neutro. Esto sin contar que los techos verdes pueden retener entre el 70 % y el 80 % de agua lluvia en temporada seca y entre el 10 y el 30 % en invierno.

“Dentro de una ciudad son varias las opciones que se pueden considerar para filtrar el agua. Las cuencas de drenaje, por ejemplo, son zonas de parque con cierta depresión para que se inunden cuando llueve. Además, mientras la tierra termina de infiltrar el agua, estos parques actúan como fuentes de agua que puede ser usada en riego u otras actividades que no necesiten agua potable”, afirma Rodríguez.

Aunque este tema todavía está muy crudo en Colombia, países como Estados Unidos, Inglaterra y Australia incluso están diseñado separadores de vías que cumplan esta función o sistemas de escorrentía que guían al agua justo donde están los árboles para que estos la recojan y la almacenen.

“En Colombia, algunas ciudades ya hicieron grandes inversiones para el sistema de alcantarillado convencional, entonces habría que pensar en cómo complementarlo para pensar en un manejo del agua más sostenible”, advierte Rodríguez. Por ejemplo, a menor escala, los tanques de cosecha de aguas lluvia pueden ser una primera solución.

Por otro lado, prepararnos para tener ciudades más sostenibles depende de varios factores. “Generar los propios insumos a través de la agricultura urbana, la generación de energía solar y, uno muy importante, donde juegan un papel fundamental el transporte y la industria, es en la reducción de gases de efecto invernadero”, recuerda Vélez, de WWF.

Biodiversidad, el toque de las ciudades sostenibles en Colombia

Recientemente, la ciudad de Medellín tuvo que prender sus alarmas. En un escenario no tan diferente al de la tóxica ciudad de Everytown, reportes de la Red de Monitoreo de Calidad del Aire del Valle de Aburrá, Antioquia, indicaron que la concentración de partículas con material particulado PM2.5 (partículas con diámetros menores a 2.5 milímetros que, por ende, son respiradas sin darnos cuenta) han estado muy por encima de la norma diaria de Colombia. Una situación que cada vez es más común en el mundo, pues según ONU Hábitat, 3,3 millones de personas del mundo mueren prematuramente por la exposición a este tipo de partículas.

En Colombia, por ejemplo, la biodiversidad urbana, un campo poco explorado, se puede convertir en un fuerte para potencializar ciudades sostenibles. Al ser un país megadiverso, también tiene infinitas formas de sistemas urbanos: en las costas, en las selvas y en las cordilleras. “Colombia lleva más de veinte años conociendo cómo son esas estrategias de biodiversidad, pero más que todo en entornos rurales o parques nacionales. Solo desde hace cuatro años nos empezamos a hacer la pregunta de qué necesitamos para gestionar la biodiversidad en la ciudad”, explica María Angélica Mejía, investigadora del programa de gestión territorial de la biodiversidad del Instituto Humboldt.

Los servicios ecosistémicos de la biodiversidad van desde garantizar la presencia de polinizadores en los jardines, hasta permitir la seguridad alimentaria a través de “la agricultura urbana, que puede fortalecerse en los modelos de ocupación espontánea de personas que vienen del campo y llevan la acción de cosechar en su ADN”.

Según explica la experta, las ciudades intermedias que están en proceso de crecimiento tendrán mejores oportunidades para seguir un camino de sostenibilidad, pues tienen la experiencia previa de ciudades grandes, como Bogotá y Medellín, para poder planear una ciudad que priorice los ecosistemas naturales que hay alrededor.

“Sin embargo, no podemos olvidar que las grandes metrópolis también pueden implementar formas de mitigación. Los bosques urbanos son una gran alternativa y lo ideal, para pensar en una ciudad sostenible, es que todos tengamos una zona verde a solo cinco minutos a pie. Pero la naturaleza “construida”, los humedales artificiales, también pueden suplir las necesidades ecosistémicas y darnos bienestar”, afirma Mejía.

Y aunque muchas de las predicciones del cine terminan por cumplirse, aún podría pensarse que estamos a tiempo de que esas historias se queden en eso: en ciencia ficción.

Por María Mónica Monsalve S.

 

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