Cerca de las 10:30 de la noche (hora Italia) de este jueves (27 de febrero) y tras poco más de una hora de retraso, la plenaria final de la COP16 de biodiversidad se retomó con un margen de tiempo muy estrecho para adoptar una serie de decisiones finales, claves para el futuro de la biodiversidad del planeta. Consciente de la premura, la ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, y presidenta de la reunión, parafraseó a los maestros jedi de la saga de películas de Star Wars: “que la fuerza nos acompañe con el tiempo”.
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Antes de que el reloj marcara las 11:00 p.m. en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en Roma, donde en los últimos tres días se llevó a cabo la segunda parte de la cumbre de biodiversidad más importante, Muhamad hizo sonar su martillo para dar a conocer que la plenaria había logrado un acuerdo sobre uno de los temas más polarizados de la cumbre: la financiación.
En las últimas horas de este jueves, los países lograron ponerse de acuerdo en un tema que los mantuvo divididos desde hace poco más de cuatro meses, cuando en Cali arrancaba la primera parte de la COP16: ¿quién debe administrar el fondo que recauda el dinero para la biodiversidad? En otras palabras, qué entidad se hará cargo de dirigir los miles de millones de dólares que se esperan recoger en los próximos años y que deben invertirse en las 23 metas que se acordaron bajo el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, que buscan detener y revertir la pérdida de diversidad biológica.
A finales de octubre, Bernadette Fischler, jefa de incidencia global de WWF Internacional, contó en estas páginas que la situación que se vivía con este tema le recordaba un cuento que su madre le contaba de pequeña en su natal Austria: “hay dos burros que se encuentran en un puente en el que solo cabe uno. Los burros se empujan hasta que ambos caen al agua”. Los dos “burros” eran, en realidad, dos bloques de países que a grandes rasgos se puede distinguir entre países desarrollados y países en desarrollo.
El primer bloque creía que la entidad encargada de manejar los US $200.000 millones que necesitamos de acá a 2030 para cumplir con lo acordado era el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por su sigla en inglés) que, desde la COP15, quedó con el encargo de administrar el Fondo Marco Global para la Biodiversidad (GBFF, por sus siglas en inglés). El segundo bloque, exigía la creación de un fondo que fuera manejado directamente por el Convenio o una estructura aparte.
Mientras los primeros respaldaban la labor del GEF y argumentaban que crear nuevos fondos no aseguraba conseguir más dinero, los segundos denunciaban problemas para acceder a la financiación, parcialidad de los órganos que tomaban las decisiones y demoras en el desembolso de la plata. Esas fueron las posiciones, argumentos y solicitudes desde el 21 de octubre de 2024 hasta antes del medio día de este jueves, 27 de febrero.
Tras horas de intensas negociaciones y conversaciones con las partes, Muhamad reanudó la plenaria final a las 10:30 de la noche con la propuesta de un nuevo texto. El secretariado leyó los párrafos que mayor tensión generaban y, tras constatar que no había oposición entre los delegados de los países, se adoptó una de las decisiones más esperadas e importantes de la COP16.
“Ambos bloques hicieron concesiones”, explica desde Roma Óscar Soria, director de la organización Common Initiative, que le hace seguimiento a este tipo de encuentros. “Los países que exigían un nuevo fondo —continúa Soria—, aceptaron una estrategia progresiva en la que primero se evalúan mejoras al GBFF y la posibilidad de reformar entidades existentes antes de crear unas. Por otro lado, los países que se oponían a un nuevo fondo aceptaron la posibilidad de establecerlo si las reformas no logran cerrar la brecha de financiamiento”.
En ese sentido, dice Soria, el acuerdo se centra en fortalecer el GBFF establecido bajo el GEF y en evaluar reformas a la arquitectura financiera internacional. “Lo que ocurrirá de aquí a 2028 es que los países estarán buscando diferentes opciones, y en 2028 decidirán cómo sería (esa opción)”, agrega también desde la capital italiana Fischler, de WWF Internacional. Además, se adoptó una estrategia de movilización de recursos entre 2025 y 2030 para lograr la meta de los US $200.000 millones anuales que se necesitan.
Aunque tras el martillazo de Muhamad la sala se llenó de un largo aplauso, Soria es más cauto con el acuerdo alcanzado. Si bien reconoce que la decisión “es un paso positivo hacia la movilización de recursos necesarios para cumplir con el Marco Mundial de Biodiversidad”, advierte que la efectividad dependerá de los compromisos, la disponibilidad de financiamiento y la voluntad política de los países para aumentar sus contribuciones. “La decisión permite flexibilidad y adaptación, pero podría retrasar la creación de un nuevo fondo si las reformas no son efectivas”, concluye el director de Common Initiative.
En una línea similar, Fischler, que califica la decisión como “pionera”, apunta a que “mientras tenemos un plan claro de financiación de la naturaleza a prueba de futuro, también tenemos que asegurarnos de que ahora aumentamos la financiación de todas las fuentes para la naturaleza con el fin de garantizar la máxima aplicación del GBFF”.
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