La agricultura sigue siendo una de las principales causas de deforestación, especialmente en regiones tropicales que albergan grandes extensiones de bosques. A pesar de que las nuevas regulaciones europeas buscan reducir la pérdida de estos ecosistemas al restringir la importación de materias primas provenientes de tierras deforestadas, estas medidas no contemplan por completo el impacto que las inversiones extranjeras directas (IED) tienen en los mercados internos.
Las IED son inversiones realizadas por empresas o individuos en negocios ubicados en otro país. Cuando se realizan en industrias extractivas como la minería y la tala, sus efectos negativos sobre el medio ambiente son bien conocidos.
Un estudio, publicado en Scientific Reports, liderado por el equipo de Paisajes Bajos en Emisiones de la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) junto con la Universidad de Copenhague, señala que las IED en los sistemas alimentarios, impulsadas por la creciente demanda en zonas urbanas, también son un motor significativo de la deforestación.
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Si bien las IED representan una importante fuente de ingresos para los países en desarrollo, el debate sobre sus beneficios y desventajas persiste. Por un lado, las inversiones extranjeras pueden generar empleo, fomentar la competencia y aumentar los ingresos fiscales. Pero, por otro, sus desventajas incluyen la degradación ambiental, la explotación de recursos y el gasto público excesivo para atraerlas.
La investigación sugiere que las IED han influido en el cambio hacia dietas basadas en alimentos ultra procesados, que dependen de ingredientes como el aceite de palma, la caña de azúcar y la soja, cultivos que a menudo están asociados con la deforestación. Este cambio no solo afecta al medio ambiente, sino que también tiene repercusiones negativas en la salud, contribuyendo al aumento de enfermedades como la obesidad y la diabetes tipo 2.
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“Con la urbanización, estamos cada vez más desconectados de nuestras fuentes de alimentos y somos menos conscientes del impacto ambiental y de las prácticas de producción que rodean lo que consumimos”, comenta Janelle Sylvester, autora principal del artículo. “En muchos países, como Colombia, los alimentos procesados son fáciles de encontrar, incluso en pequeños pueblos, donde las tiendas de barrio ofrecen estos productos”.
Según los autores del estudio, es esencial que las propuestas de IED sean evaluadas con un enfoque ambiental. Además, los incentivos deberían orientarse a promover inversiones alineadas con la conservación de los bosques. Paralelamente, las campañas de concienciación pública sobre salud y sostenibilidad tienen el potencial de desempeñar un papel clave en el cambio de hábitos de consumo.
La investigación también ofrece una perspectiva amplia sobre las causas de la deforestación y sugiere que las soluciones deben ser igualmente integrales, abordando tanto los factores locales como globales. Asimismo, resalta que las intervenciones dirigidas al sistema alimentario podrían contribuir a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
“Las futuras investigaciones deberán enfocarse en cómo las IED afectan el precio de la tierra”, advierte Augusto Castro, coautor del estudio y miembro de la Alianza. “Los precios de la tierra suelen ser bajos al inicio de los proyectos agrícolas, pero es probable que aumenten con el tiempo. Invertir en la producción de alimentos, ya sea para mercados nacionales o internacionales, también implica una inversión inmobiliaria. Por lo tanto, es fundamental analizar las repercusiones a largo plazo de las IED en el precio de la tierra y cómo esto influye en la dinámica de su uso”.
Este nuevo estudio subraya la necesidad urgente de comprender y abordar los múltiples factores que impulsan la deforestación, destacando el papel crucial de las IED. Solo con regulaciones y políticas más efectivas podremos proteger nuestros bosques tropicales y garantizar un futuro sostenible para las generaciones venideras.
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