Derrumbes en Colombia: ¿por qué son frecuentes los deslizamientos de tierra en las vías?
Desde 1995, los deslizamientos de tierra le han costado al país, según datos del Servicio Geológico Colombiano, más de US$100 millones. Detrás de estas tragedias y el alto costo económico, ¿cómo se explica la gran cantidad de derrumbes en el país, en qué nos hemos equivocado y qué podemos hacer?
Fernan Fortich
En la vía Quibdó-Medellín, siete días después de la tragedia, continúan los esfuerzos para encontrar a los últimos desaparecidos por el derrumbe que dejó al menos 39 personas muertas y 20 heridas, además de las preguntas sobre el constante impacto de los deslizamientos de tierra en las carreteras del país.
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En la vía Quibdó-Medellín, siete días después de la tragedia, continúan los esfuerzos para encontrar a los últimos desaparecidos por el derrumbe que dejó al menos 39 personas muertas y 20 heridas, además de las preguntas sobre el constante impacto de los deslizamientos de tierra en las carreteras del país.
Si bien en este caso, como lo hemos contado en este diario, hay denuncias sobre retrasos en la construcción de la vía (con, además, dos contratistas que se declararon en insolvencia), en el país son constantes las afectaciones por deslizamientos de tierra en las carreteras. Para ponerlo en cifras, según el Sistema de Información de Movimientos en Masa (SIMMA) del Servicio Geológico Colombiano (SGC), cada año, durante los últimos diez, se han registrado, en promedio, 325 deslizamientos, caídas de rocas y avalanchas torrenciales, entre otros eventos asociados.
En contexto: Dos contratistas de la vía entre Medellín y Quibdó se declararon en insolvencia.
Como muestra de este riesgo potencial, hay una imagen con la que probablemente estén familiarizados la mayoría de los colombianos: se trata de una señal vial, enmarcada en un rombo amarillo, la cual muestra la ladera de una montaña con material cayendo hacia una vía en la que circula un vehículo. Este es uno de los recordatorios para los conductores del riesgo y potencial desprendimiento de parte de las montañas por las que transitamos.
Cuando este potencial riesgo se materializa, en el caso de las vías, se pueden producir desde eventos menores, como congestión o daños a vehículos, hasta hechos más graves, como afectaciones a economías locales y, en el peor de los casos, la pérdida de vidas.
En el caso colombiano, desde 1995, los deslizamientos de tierra le han costado al país más de US$100 millones, según datos del SGC. De esta manera, vale preguntarse, ¿cómo se explica la frecuencia de estos eventos en el país? Y, si existe la ciencia para evitarlos, ¿por qué se repiten las tragedias y sus costos económicos?
El origen de nuestras montañas
Para entender la complejidad de las montañas del país, hay que volver el tiempo varios miles de años atrás. El profesor Bernardo Caicedo, del departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes, nos propone la siguiente imagen: “Hace miles de años, lo que hoy llamamos Colombia estaba debajo del mar. El fondo marino de ese entonces estaba compuesto de barro que, con el tiempo, se fue compactando y se convirtió en roca. Al mismo tiempo, la placa del Pacífico estaba empujando la zona en la que está ubicada el país y, como cuando uno empuja una alfombra y se forman arrugas y surcos, así se formaron nuestras cordilleras y montañas”.
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El problema llega cuando empiezan las lluvias en el país, pues, como indica Caicedo, esa roca que compone nuestras montañas, que antes eran de lodo, vuelve a su anterior estado, “y de ahí es de donde vienen nuestros problemas con los deslizamientos de tierra”. A esto se suman otras variables, como las características de las rocas, fallas tectónicas y un factor fundamental: la intervención humana. Por esta razón, explica Albeiro Roldán, ingeniero geólogo de la U. Nacional, es erróneo hablar de “desastres naturales”, pues cada vez más estas emergencias están asociadas a factores antrópicos; es decir, a actividades que realiza el ser humano.
“Cuando nosotros cortamos una montaña para hacer una vía, eso es un factor que genera cambios en su estructura y estabilidad, y son elementos que se suman a las susceptibilidades que ya existen”, explica Roldán.
Además, como se observa en el mapa de la parte superior, las zonas donde mayor cantidad de alertas se generan por deslizamiento de tierra están ubicadas a lo largo de las tres cordilleras del país, siendo los departamentos del Meta, Cundinamarca, Casanare, Arauca, Risaralda, Tolima, Caldas, Antioquia y Chocó.
¿Construyendo vías o riesgos?
“La infraestructura vial es uno de esos elementos habilitantes de productividad y crecimiento, pero fundamental no solo hacer carreteras completas, a lo largo de todo el territorio nacional, sino el manejo integral del mismo, en particular para evitar la siniestralidad”, explica Carlos Sepúlveda, profesor de Economía de la Universidad del Rosario.
En 2022, Colombia tenía una red vial estimada de 205.745 kilómetros, de los cuales 18.323 corresponden a la red primaria (9 %), 45.137 a la red vial secundaria (22 %) y 142.284 a vías terciarias (69 %), según cifras del Departamento Nacional de Planeación.
Al construir esas vías, los ingenieros han enfrentado retos para sortear la topografía del país, particularmente en torno a las cordilleras, donde se concentra gran parte de los centros poblados y de producción del país.
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Según Caicedo, de la Universidad de los Andes, la ciencia y la ingeniería tienen estudios y alternativas que permiten construir las vías, reduciendo la exposición a emergencias como los deslizamientos de tierra. Sin embargo, aclara, estos tienen sus límites y en los proyectos siempre queda algún grado de incertidumbre”.
“El terreno es una cosa muy variable, y si uno quisiera hacer un buen estudio tendría que hacer perforaciones y análisis cada diez metros y el costo se vuelve, teóricamente, infinito. No existe obra que tenga 0 % de incertidumbre, siempre hay una probabilidad de falla, y los ingenieros tienen que pensar hasta dónde llevan los estudios”, explica Caicedo.
Para confirmar la seguridad en el desarrollo de infraestructura en el país, en 2010 se actualizó el Reglamento Colombiano de Construcción Sismo Resistente (NSR-10) que establece los estudios y medidas de seguridad mínimas que se deben aplicar en las obras en el país. Aunque existe una normativa sólida para minimizar el riesgo en la construcción de las vías, según Roldán, esta no siempre se tiene en cuenta.
De hecho, un estudio publicado en la revista científica Natural Hazards and Earth System Sciences muestra que Colombia no es el único país donde, al parecer, las normativas no se aplican cómo se debería. Tras una evaluación global, los investigadores encontraron que mientras que “las grandes carreteras regionales reciben mayor atención en la investigación, las carreteras locales se pueden construir y mantener de forma deficiente, lo que pone en peligro los medios de subsistencia de las comunidades locales”.
Los asuntos por resolver
Parte de los retos en la construcción de los proyectos es, según Roldán, la falta de información sobre los suelos y el clima del país. “Se puede comprar el mejor software de modelación del mundo para los diseños de nuestras obras, pero de poco nos servirán si no tenemos información local y precisa.
Entonces, si bien en el país existe el monitoreo de deslizamientos que sigue los lineamientos del Proyecto Geociencias para las Comunidades Andinas, aún existen elementos para mejorar el seguimiento y la generación de alertas tempranas en el país.
Para avanzar en esta cuestión, a mitad del año pasado, los investigadores Guillermo Ávila y Steven Moncayo, de la Universidad Nacional, desarrollaron un modelo para calcular el alcance de los deslizamientos de tierra y su distancia de viaje, los cuales no están plenamente detallados en el país.
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“Si bien tenemos un sistema completo de las zonas con riesgo de remoción de tierra, no hay un modelo propio para determinar el área total que puede afectar a comunidades o vías. De este modo, puede haber gente que vive cerca a zonas de riesgo potenciales y no estar enterada de que están en riesgo, como le pasó a la vivienda que fue arrasada por el derrumbe en Chocó”, comenta Moncayo.
Para lograr medir su alcance y distancia, los investigadores desarrollaron un modelo con las variables geológicas del país, que permite calcular un área de posible riesgo y la potencial dirección del derrumbe, lo que ayudaría a mejorar los esfuerzos de planeación en el país. “Aún hace falta que se haga un mapeo nacional, lo que sería muy costoso, pero nuestro aporte es cómo hacerlo”, concluye Moncayo.
Otros elementos a considerar son el cambio climático y las huellas de las actividades humanas para evitar futuras tragedias en el país. “Estamos aún investigando estos temas de la estabilidad de los taludes con relación al cambio climático que trae más lluvias, más inundaciones y, en general, mayor flujo de agua”, indica Bernardo Caicedo. “Nada es concluyente aún, pero lo que tenemos claro es que los factores relacionados con las actividades humanas siguen siendo los más determinantes en estos sucesos”.