En las primeras 100 horas del gobierno del presidente Trump, el Acuerdo de París sobre Cambio Climático ganó visibilidad ante millones de personas con el retiro de Estados Unidos a este tratado.
Seguramente, muchos se preguntaron a qué hace referencia dicho acuerdo y por qué es tan relevante lo ocurrido. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) convoca a los diversos Estados miembros cuando se requiere llegar a consensos sobre problemáticas globales, como lo es la crisis climática, que requieren de su atención. Fue así como, en 1992, se celebró la Cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas o Conferencia de Río, en Brasil, conmemorando 20 años desde la Conferencia de Estocolmo y generando grandes expectativas al reunir a líderes de 179 países con el objetivo era establecer una agenda común para reducir el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente.
Luego, en la Cumbre de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible de 2015 surgen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que establecieron 17 metas estratégicas para promover el desarrollo, entre las cuales el numeral trece se centra específicamente en la Acción por el Clima. Esto dio pie a que meses después se firmará el Acuerdo de París (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Allí se fijó una hoja de ruta concreta para combatir el cambio climático, estableciendo la meta para reducir las emisiones, producto de la quema de carbón, petróleo y gas, limitando así el calentamiento global a menos de 2 ° Celsius por encima de los niveles preindustriales (1850-1900). Este se convirtió en un foco de esperanza para el planeta. Sin embargo, desde ese año hemos emitido más CO₂ que en toda la historia de la humanidad.
Con este antecedente, sería sencillo cuestionar el valor real que tienen el Acuerdo de París y la Convención Marco de Cambio Climático, pero cualquiera que haya intentado llegar a un arreglo en su comunidad, trabajo o familia, por sencillo que sea, sabe el reto que representa. Esto permite dimensionar la magnitud del desafío de sentar a conversar, durante años, a más de 150 Estados con todas las fuerzas políticas que los rodean, para dilucidar cómo avanzar en la resolución de una problemática planetaria como la crisis climática.
Las Convenciones, así como las decisiones o acuerdos como el de París (2016), podrían asemejarse a un gran dinosaurio de cuello largo que avanza lentamente, pero a paso firme, trazando el camino que debemos seguir, un camino guiado por la Ciencia, que ha demostrado de forma inequívoca que somos los grandes causantes de este calentamiento global y que ha venido orientando a los Estados miembros para que puedan desarrollar sus políticas nacionales y metas.
Aunque la urgencia e impactos de esta crisis suben en ascensor, mientras la implementación de soluciones avanza por escaleras, por lo menos conocemos, gracias al Acuerdo de Paris, la entrada, orientación y peldaños a recorrer de la escalera. La velocidad del cambio y la magnitud de los desafíos son enormes y requieren de Acuerdos fundados en la Ciencia que disipen la bruma y permitan avanzar colectivamente.
* Divulgador científico y autor del libro El ABC Visual del Cambio Climático.
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