Hace unos días, se llevó a cabo un foro en el Congreso en el que participaron políticos, líderes indígenas, académicos, directores de organizaciones y la ministra de Ambiente, Lena Estrada, para discutir sobre las principales presiones que enfrenta la Amazonia. Uno de los expositores fue Gilvan Sampaio di Oliveira, que venía desde Brasil y tiene muy claro las dificultades que está enfrentando esa región y lo que eso podría significar para el planeta.
Tiene un ejemplo para mostrarlo: un solo árbol, dice, puede transpirar entre 300 y 500 litros de agua al día y el 50% se distribuirá a lo largo de los países de América del Sur.
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Sampaio di Oliveira es experto en estudios climáticos, tiene un doctorado en Meteorología y más de 28 años de experiencia como investigador. Hoy es el coordinador general del área de Ciencias de la Tierra del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil, que se enfoca en analizar las interacciones entre la biosfera y la atmósfera, así como el clima regional y global y los procesos de la superficie terrestre.
Hace un par de días también estuvo entre el grupo de 250 científicos que le enviaron una carta al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para que le dé prioridad a un tema en la próxima COP30 de cambio climático, que se realizará en Belém en noviembre. En resumen, le piden que defienda una rápida, justa, efectiva y completa eliminación de los combustibles fósiles. Para ellos la ciencia es muy clara: “la quema de combustibles fósiles está impulsando el cambio climático y los impactos desastrosos en las vidas y medios de subsistencia de personas en todo el mundo”.
La Amazonia hoy está sufriendo una intensa deforestación. Ayúdenos a entender el rol que cumple esta región en los ciclos naturales como el hídrico y cómo ese fenómeno de tala los está afectando.
El papel del agua de la Amazonia es muy importante para América del Sur. Un solo árbol de la región, a través de sus hojas, puede transpirar entre 300 y 500 litros de agua al día. El 50 % de esa agua es para la formación de lluvias que abastecerán la misma selva, pero el otro 50 % se distribuirá a lo largo de América del Sur. Una gran parte del agua va para Brasil, al Paraná, y a la región de El Chaco, en Bolivia, Paraguay y Brasil.
Cuando se corta un árbol amazónico, sus raíces ya no absorben el agua de lo profundo de la tierra, además de que se emite a la atmósfera el carbono que estaba contenido tanto en el árbol como en las primeras capas del suelo. Al retirar el bosque para poner pasto, la temperatura aumenta, incrementando el efecto invernadero. En suma, la vegetación más seca facilita el fuego.
Usted dice que el fuego está llegando a zonas más profundas de la selva, a donde no llegaba antes…
Sí. La temperatura está aumentando mucho, lo cual provoca que el periodo de lluvias esté terminando antes y las sequías comiencen de manera anticipada. Además, las sequías son cada vez más intensas y eso genera una vegetación seca, más combustible, contribuyendo a que el fuego penetre en esa región a donde no había llegado antes. La situación es tal que es muy común hoy en día que si una persona prende fuego en períodos de sequía, ese fuego se puede tornar en un gran incendio. A su vez, el calor produce la muerte de muchas especies de árboles de la Amazonia.
Dentro de este sistema natural de la Amazonia, usted se refiere a todos los elementos que lo componen y que no son aislados. Por ejemplo, el hielo de los glaciares tropicales, de las montañas de los Andes y del Océano Atlántico. ¿Nos puede explicar mejor esa idea?
El sistema climático es como un gran reloj compuesto por diferentes engranajes. Las montañas, el hielo, las lluvias, la selva, trabajan en armonía. El problema es que estamos agregando un nuevo engranaje, las actividades humanas. Con el calentamiento global, ocasionado por la quema de combustibles fósiles, hay más derretimiento del hielo de los glaciares de los Andes, de los cuales muchas ciudades dependen para su abastecimiento. Habrá un colapso con esa disminución de agua.
El ciclo hidrológico está totalmente alterado porque, debido a la deforestación, hay menos agua en el suelo para la atmósfera. Si se quita el bosque de una zona, la temperatura allí será más alta y la presión atmosférica disminuirá. Entonces, los vientos alisios que provienen del Atlántico Norte van a buscar las regiones con presiones más bajas y no seguirán llegando a áreas boscosas, por lo que habrá menos transporte de humedad a la selva. Cambia la dirección de los vientos porque hay variaciones en los patrones de temperatura.
Esa falta de vientos y de humedad afecta los ríos, como vimos el año pasado en el río Amazonas aquí en Colombia, donde hubo una intensa sequía. ¿Qué pasó en ese caso en particular?
El Amazonas se ha visto afectado por varios motivos. Primero, por la deforestación porque el suelo queda empobrecido, además de que hay mucho transporte de sedimentos en el río y empieza a tener problemas de fluidez, no fluye. Otro aspecto es que, por el aumento de la temperatura en el Atlántico Norte, el transporte de agua se puede ir a otras regiones. Por otro lado, cuando el Pacífico Norte se calienta, con el fenómeno de El Niño, hay menos lluvias en Colombia y Perú y más lluvias en el sur de Brasil. Por eso veíamos sequía en el Amazonas e inundaciones en el sur de Brasil.
En esos patrones de los vientos alisios, ¿se podrían ver cambios definitivos a largo plazo?
A largo plazo no solamente para la Amazonia, sino también para otras regiones de América del Sur y que hacen aportes a los ríos voladores. Por ejemplo, hicimos un trabajo que demostró que si se va alterando la selva amazónica, hay una disminución de transporte de humedad para la base del río de la Plata, que lleva mucha energía a Brasil. Con menos agua, tenemos grandes problemas para la generación de energía en el país.
¿Por qué están notando cambios en las nubes debido cambio climático?
Cuando aumenta la temperatura, también incrementa la cantidad de vapor de agua necesaria en la atmósfera para la saturación, justo antes de la condensación. Por ejemplo, acá en Bogotá, tiene que haber una cantidad de humedad particular en la atmósfera para que se puedan formar nubes y después llueva. Pero en regiones con sequías, la distancia entre la condensación y la formación de nubes crece en regiones que están más secas, son menos eficientes, pues por el calor no hay vapor de agua.
Por otro lado, en zonas donde hay humedad, están ocurriendo fuertes episodios de lluvias. Una mayor temperatura genera más evaporación. Con más vapor en la atmósfera, las nubes son más profundas, provocando lluvias intensas y, por tanto, inundaciones en toda la región tropical. Si bien en la Amazonia hay eventos naturales de fuego o inundaciones, en los últimos 30 años los picos han sido cada vez más intensos.
Usted también expuso cómo las olas de calor o estas sequías extremas están afectando a las personas. ¿Qué está sucediendo en términos de salud?
No soy profesional en esta área, pero lo que pude conversar con médicos es que está afectando principalmente el corazón, con problemas cardíacos y problemas de presión arterial que pueden llevar a accidentes cerebro vasculares. Por cuenta del cambio en la presión atmosférica, por el aumento de la temperatura, esos casos están aumentando mucho en todo el mundo y en la región tropical. Sin embargo, es muy difícil llevar un registro, contabilizar, porque muchas de esas personas mueren en casa. Específicamente en Brasil, cuando esto sucede, en la causa de la muerte se indica que fue natural. Es difícil de identificar, pero en otro artículo los colegas médicos lograron distinguir 48.000 personas que murieron en Brasil por olas de calor entre los años 2000 y 2018.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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