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El plan para salvar al cocodrilo que navega los ríos del Orinoco colombiano

Expertos en conservación decidieron unir esfuerzos para proteger el cocodrilo del Orinoco, uno de los más grandes del mundo, declarado en Peligro Crítico de Extinción en la Lista Roja de Especies Amenazadas y clave para mantener el equilibrio de la cuenca del Orinoco, que comparten Colombia y Venezuela.

Carlos Eduardo Díaz Rincón

04 de enero de 2023 - 01:01 p. m.
El plan comprende estrategias como la evaluación del estado de las poblaciones silvestres, la cría en cautiverio, el rescate de neonatos silvestres, la reintroducción de caimanes, la educación ambiental, los estudios de genética poblacional y el manejo genético. / (C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.
Foto: / (C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.
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La historia de los seres humanos con el cocodrilo del Orinoco (Crocodylus intermedius), llamado popularmente “Caimán Llanero”, fue amigable en el pasado, cuando las poblaciones indígenas de la región llanera convivían con él y entendían que su presencia era sinónimo de productividad y abundancia. Pese a que fue considerada una especie legendaria y sirvió de inspiración para cuentos, canciones, poemas y leyendas, un día dejó de verse y su legado quedó en el olvido. Los censos de la especie están desactualizados y los expertos estiman que hay menos de 1.000 ejemplares en toda Colombia.

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Este animal de cuatro metros de longitud que habita, con dificultades, los enormes ríos de la Cuenca del Orinoco, vivió en paz hasta inicios de la década de los 30, cuando empezó la cacería comercial indiscriminada de su piel.

De acuerdo con el diagnóstico del biólogo y pionero en la investigación de esta especie, Rafael Antelo, entre 1929 y 1960 se sacrificaron al menos tres millones de “caimanes llaneros” en Colombia y Venezuela, por lo que pasó a ser considerado en Peligro Crítico de Extinción (CR) en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y fue incluido en el apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).

Aunque la caza comercial se redujo en los últimos años, todavía persisten amenazas para los pocos ejemplares que viven en los ríos Guarrojo, Planas, Meta y en otros cuerpos de agua de la Orinoquía. Algunas de ellas son la extinción de poblaciones (que dificulta el proceso de recuperación), la pérdida de poblaciones no reconocidas, la cacería por conflicto o temor, el saqueo de huevos de cocodrilo para su consumo, la captura incidental en redes de pesca y la pérdida de diversidad genética para su reproducción.

Se redoblarán esfuerzos para disponer anualmente de 100 cocodrilos de más de 1,20 metros para su liberación en el medio natural. /(C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.
Foto: (C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.

“Sería una catástrofe que el caimán llanero se extinga porque es una especie que lleva millones de años en la Tierra, además, el desequilibrio biológico sería inmenso”, manifiesta a El Espectador Mario Vargas, director de la Estación de Biología Tropical Roberto Franco (EBTRF) de la U. Nacional, ubicada en Villavicencio (Meta).

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Desde que se crearon las primeras leyes para proteger a los caimanes en Colombia, en 1968, la Estación Roberto Franco se ha jugado el pulso con la extinción del cocodrilo del Orinoco, manteniendo la esperanza de que las poblaciones de estos animales se puedan recuperar algún día. De la mano del herpetólogo nacido en Letonia Federico Medem y de su equipo, en la década de los 70 inició la cría en cautiverio del caimán y los primeros censos de la especie, que no superaron los 280 ejemplares en todo el país.

Estos esfuerzos y las dramáticas cifras de su declive llevaron a que el Ministerio de Ambiente creara el Programa Nacional para la Conservación del Caimán Llanero (Procaimán) en 1997 y, aunque su primera fase pretendía que la especie pasara a la categoría de En Peligro a corto plazo, y a Bajo Riesgo en el largo plazo, el cocodrilo sigue en Peligro Crítico de Extinción y sometido a numerosos riesgos.

“Procaimán se proponía producir 2.000 neonatos al año para reforzar poblaciones naturales o crear nuevas poblaciones, pero para este tipo de acciones hay que tener instituciones, infraestructura, financiación y personas que trabajen para conseguirlo”, explica el director de la EBTRF. La experiencia de la entidad, que hoy cuenta con cerca de 600 cocodrilos del Orinoco criados en cautiverio y que ha hecho parte de reintroducciones (o liberaciones) exitosas en hábitats naturales, fue uno de los alicientes para crear el Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero en Colombia.

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Según comenta Vargas, esta hoja de ruta no pretende sustituir a Procaimán, sino complementar y brindar mayor especificidad a las necesidades que requiere la especie para evitar su extinción. Por ello, la EBTRF se alió con otras organizaciones expertas en conservación como la Wildlife Conservation Society (WCS Colombia) y la Fundación Palmarito; además de concretar acciones con la Gobernación de Casanare, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Corporinoquía y Cormacarena.

El plan comprende estrategias como la evaluación del estado de las poblaciones silvestres, la cría en cautiverio, el rescate de neonatos silvestres, la reintroducción de caimanes, la educación ambiental, los estudios de genética poblacional y el manejo genético.

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¿Por qué es importante conservar al caimán llanero?

“Cuando estudiamos las especies nos damos cuenta no solo de la importancia que tiene cada una para sus ecosistemas, sino también que la pérdida de conexión entre ellas está llevando a un desequilibrio general que después va a ser muy difícil de recuperar”, señala Mario Vargas, a la vez que recalca una de las funciones más importantes del cocodrilo del Orinoco: regular a otros depredadores como las babillas y los caribes, que a su vez depredan otras especies como los bagres o las cachamas. Además, consumen peces enfermos o débiles, lo que “hace que se reproduzcan los peces más vigorosos”, indica el director de la EBTRF.

Por otro lado, con sus desplazamientos por las fuentes hídricas contribuyen a evitar que, durante la época seca, los sedimentos colmaten los cursos de agua en donde habitan. “Son como tanques de guerra”, dice Vargas, ya que son una especie clave para reducir los taponamientos. Adicionalmente, complementan el flujo de energía de los ríos y al comerse a las especies que se están descomponiendo en los cuerpos de agua, aseguran la salud de su ecosistema.

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Una nueva oportunidad para una especie emblemática

Desde la creación de Procaimán, se han establecido seis núcleos de reproducción del caimán llanero en Colombia. Cuatro de ellos están en el departamento de Meta, en el Bioparque los Ocarros, la Estación de Biología Tropical Roberto Franco, el Parque Agroecológico Merecure y la Universidad de los Llanos. También está el Parque Acuático y de Conservación Piscilago en Cundinamarca y el Bioparque Wisirare, de la Gobernación de Casanare, que ha sido gestionado en los últimos años por la Fundación Palmarito, con apoyo de Wildlife Conservation Society (WCS Colombia), del Grupo GHL y de Corporinoquía.

Las estrategias de reproducción y conservación ex situ (fuera de su hábitat natural) han llevado a la reintroducción de al menos 240 ejemplares de cocodrilo del Orinoco, en los ríos Guayabero, Lozada, Manacacías, Guarrojo, Tomo y Cravo Norte, así como en zonas protegidas como el Parque Nacional El Tuparro (Vichada) y las Reservas Naturales de la Sociedad Civil La Aurora, Corozito, Palmarito y Hato Valencia (Casanare). Estas reintroducciones están siendo orientadas por investigación genética.

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“No solo se trata de criar en cautiverio muchos individuos para liberarlos o reintroducirlos, sino contar con ejemplares que sirvan para que la especie se mantenga en el tiempo. Hay que determinar cuáles tienen el potencial evolutivo suficiente para adaptarse a cambios en sus ecosistemas originales”, precisa Mario Vargas.

“Gracias a los estudios de genética sabemos para qué sirve cada uno de los casi 600 cocodrilos que tenemos en la estación. Con ayuda de microsatélites, que son partes muy variables del genoma neutral de los caimanes, pudimos identificar los individuos con alta diversidad genética, así como el grado de parentesco para su reintroducción, los ejemplares que sirven como parentales y aquellos que no son tan útiles en términos genéticos”, añade Vargas.

El plan también comprende tareas como censar y proteger poblaciones remanentes del río Arauca, el tramo del río Meta que hace frontera con Venezuela, las fuentes del río Vichada y los ríos Casanare, Yucao y Manacías, donde se han observado caimanes llaneros en los últimos años. /(C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.
Foto: (C) Willington Martínez-Barreto y (C) Estación de Biología Tropical Roberto Franco.

Así, los expertos tienen como propósito establecer tres poblaciones silvestres de “caimán llanero” en áreas protegidas dentro de la distribución histórica de la especie, que cuenten con al menos cinco hembras reproductivas en un lapso de 15 años. Además, redoblarán esfuerzos para disponer anualmente de 100 cocodrilos de más de 1,20 metros para su liberación en el medio natural.

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El plan también comprende tareas como censar y proteger poblaciones remanentes del río Arauca, el tramo del río Meta que hace frontera con Venezuela, las fuentes del río Vichada y los ríos Casanare, Yucao y Manacías, donde se han observado caimanes llaneros en los últimos años.

¿Cómo lograr que los humanos coexistan con los cocodrilos?

Una de las líneas estratégicas más importantes será la educación ambiental centrada en que los pobladores de la Orinoquía pierdan el temor por los cocodrilos y participen de su conservación. Esta compleja tarea será liderada por WCS Colombia, organización que lleva a cabo más de 600 proyectos de conservación en al menos 60 países.

Desde el 2014 están implementando el Proyecto Vida Silvestre (PVS), enfocado en proteger especies en diferentes regiones como el Magdalena Medio, el Piedemonte Andino-Amazónico y en los Llanos Orientales, donde se encuentra el cocodrilo del Orinoco. Allí tiene una alianza con la Fundación Palmarito en el Bioparque Wisirare, de donde han salido un alto porcentaje de los caimanes reintroducidos.

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“Tras un primer diagnóstico identificamos que el principal miedo de los habitantes de la región es que el cocodrilo sea un potencial depredador de humanos. Las imágenes que hemos visto de ataques en otros sitios del mundo refuerzan ese temor, pero la realidad es que el caimán llanero es bastante tímido y esquivo”, explica Carlos Saavedra, director de especies de WCS Colombia. Por ello, algunas de las acciones planteadas en el plan interinstitucional están enfocadas en establecer acuerdos de conservación con las comunidades, realizar talleres de coexistencia para mitigar amenazas como la cacería, la captura en redes de pesca y el saqueo de nidos, al igual que elaborar material divulgativo con enfoque de educación ambiental.

La experiencia de WCS en los ríos Ele y Cravo Norte ubicando nidadas del caimán en sus playas son un primer paso para llegar a consensos con los pobladores. “El objetivo es establecer acuerdos de conservación con las comunidades, retribuido en incentivos, proyectos productivos y turísticos, líneas de desarrollo y capacitación, a la vez que las personas se apropian de la tarea de salvar al caimán llanero”, señala Saavedra, quien además destaca la posibilidad de que los pobladores participen en actividades ligadas al monitoreo. “Queremos crear alianzas para que sean parte de la toma de datos, de documentar las afectaciones sobre el cocodrilo y también de la identificación de las playas en donde la especie suele poner sus huevos”.

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Tanto Saavedra como Vargas coinciden en que el plan interinstitucional es una oportunidad para que otras instituciones y organizaciones se sumen a la labor de proteger a esta especie amenazada. “Tenemos una ruta basada en información científica confiable realizada por un equipo interdisciplinar, pero no somos solo los biólogos los que nos tenemos que preocupar por el cocodrilo. Estamos escandalizados por el escenario ambiental al que vamos y tenemos que hacernos responsables. La recuperación del caimán llanero depende de todos los colombianos”, concluye Vargas.

Por Carlos Eduardo Díaz Rincón

Periodista y politólogo de la Universidad Javeriana. Amante de la cultura y del análisis de la política nacional e internacional. Principales intereses: resolución de conflictos, saberes comunitarios, política pública y cultura Hip Hop. Apasionado por la literatura sobre populismo, movimientos sociales e investigación de medios.@carlosdiazr4cediaz@elespectador.com
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