En los bosques andinos de Colombia y el sur de América habita uno de los mamíferos más representativos de la región. Se trata del único oso nativo del sur del continente y endémico de los Andes tropicales: el oso andino (Tremarctos ornatus), también conocido como el oso de anteojos o ukuku.
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Desde hace varios años, los investigadores han analizado esta especie presente desde Venezuela hasta Bolivia y el norte de Argentina, a lo largo de la cordillera de los Andes. Gracias a esto sabemos que, por ejemplo, es uno de los osos más pequeños del mundo, pese a que los machos pueden medir entre 1,90 m y 2,22 m de alto (parados en sus patas traseras), y las hembras entre 1,12 m y 1,70 m.
También hay mayor información sobre su alimentación, o las amenazas a las que están expuestos, pues de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie está categorizada como “Vulnerable” a la extinción. La principal razón es la pérdida de su hábitat, una situación que ha estado impulsada, especialmente, por la deforestación y la ampliación de la frontera agrícola, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
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“Los Andes es una zona no solo en Colombia, sino a lo largo de toda Suramérica, donde se ha dado el mayor desarrollo de las grandes ciudades. Eso ha influido en la pérdida de hábitat”, explica Nicolás Reyes, biólogo y curador de la Colección de Mamíferos del Instituto Humboldt.
Aunque cada vez se conoce más información sobre este oso, lo que sabemos de sus aspectos en vida silvestre sigue siendo escaso. Por esto, un grupo de investigadores de Colombia y Bolivia, liderado por Adriana Reyes, quien en el momento del estudio trabajaba en las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, se enfocó en describir los sonidos que emite el oso andino en dos escenarios: cópula y cotejo. El primero tiene lugar cuando el macho y la hembra tienen contacto físico, y el segundo cuando los dos individuos se están llamando.
“Por mucho tiempo, se ha pensado que este tipo de animales son más bien silenciosos, que no vocalizan, ni producen sonidos como los humanos o los primates. Incluso, que los únicos sonidos que producían eran cuando estaban las madres y las crías, que es algo que se ha registrado en cautiverio. Ese era el supuesto”, menciona Ángela Mendoza Henao, una de las autoras del estudio publicado en la Revista Mexicana de Biodiversidad.
Después de analizar el material de las cámaras trampas instaladas en tres puntos —Reserva Natural de la Sociedad Civil La Loma del Toro Pao, en San Agustín, Huila; la zona de amortiguamiento del Parque Natural Chingaza en Guatavita, Cundinamarca; y Cercado, Tarija, en Bolivia— los investigadores encontraron que el oso andino tiene un amplio repertorio acústico durante el apareamiento en vida silvestre.
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Los sonidos del amor
Los investigadores identificaron cinco tipos distintos de sonidos emitidos durante los eventos analizados. Estos fueron clasificados en diferentes grupos, que habían sido usados en investigaciones anteriores sobre los sonidos de otras especies de osos. El más común fue el ronroneo. También llamado “humm”, “es como una especie de ronroneo similar al que emiten los gatos”, explica Mendoza Henao. Este sonido fue emitido tanto por los machos como por las hembras, y en algunos casos podía durar hasta 8,9 segundos.
Otro sonido identificado fue “bite”, similares a gritos que podrían ser análogos a un mordisco, pero también podrían referirse a señales de tipo gruñido. Esto solo fue emitido por las hembras. También hubo gruñidos, similar a un quejido, pero más corto, y bufidos (eggmmmm), similares a los gemidos. A diferencia de las señales vocales antes mencionadas, el bufido es probablemente una emisión nasal que hacen principalmente por los machos.
“Vimos que los usaban casi todos. Tal vez el único que solamente estaba en el momento de cópula era el bite, cuando el macho muerde a la hembra”, agrega Mendoza, quien también se encontraba en las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt cuando desarrollaron el estudio.
En el caso de Cundinamarca, todos los sonidos registrados se presentaron cuando el macho se encontraba sobre la hembra. Allí, un total de 33 sonidos entre vocalizaciones y bufidos fueron emitidos por hembras, y 48 por machos.
Según el estudio, durante el momento de la cópula, tanto los videos como los sonidos muestran algunos momentos de agresividad del macho hacia la hembra. Esto se evidencia en un evento donde el macho muerde el cuello de la hembra y esta emite un sonido muy agudo.
Otro estudio publicado el año pasado en revista alemana Mammalia, dio a conocer otros aspectos del proceso reproductivo de las osas andinas. Este fue liderado por expertos de la Fundación para la Investigación, Conservación y Protección del Oso Andino (Fundación Wii), con el apoyo del Instituto Humboldt, Corpoguavio, la Fundación Parque Jaime Duque, entre otras organizaciones.
En ese caso, los investigadores colombianos analizaron una serie de fotografías y videos capturadas por cámaras trampa durante cinco años (del 2011 al 2016) en el páramo de Chingaza. Como resultado, encontraron, entre otras cosas, que, los osos andinos se reproducen de forma continua a lo largo del año. Sin embargo, se encontró que esta especie puede estar sincronizando sus tiempos de gestación para adaptarse mejor a las condiciones del ambiente.
En la zona estudiada se observó una concentración de partos en la época de lluvias entre junio y noviembre, cuando hubo un número más alto en comparación con el resto del año.
Otro dato que encontró esta investigación es el tamaño de la camada o de crías que tienen las hembras en cada parto. Se estima que en esta zona, las osas andinas tienen un promedio de 1.27 crías, el cual es menor que el de otras especies de osos. Sin embargos, los investigadores hicieron énfasis en que hay que estudiar este dato, porque, previamente, otros autores habían sugerido que el oso andino podría tener camadas de hasta cuatro cachorros.
Los investigadores del estudio de los sonidos resaltan que comprender estos patrones de comportamiento “es crucial para diseñar estrategias de conservación efectivas, ya que permite a los científicos identificar y abordar factores clave”. Sin embargo, también mencionan un aspecto importante: tratar de estudiar estas especies en su entorno natural, pues aunque el cautiverio proporciona un entorno controlado para la observación, esto puede influir en el comportamiento animal, al estar sujetos a condiciones artificiales, espacios restringidos y estímulos proporcionados por humanos.
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