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Nuestro sistema alimentario es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad y la mayor amenaza para el Planeta.
Todo indica que el mundo se prepara para una recuperación del Covid-19 en todos los niveles. Hemos esperado meses, pero antes de retomar las viejas dinámicas, vale la pena parar y recordar lo que nos ha puesto en jaque. La pandemia nos permite importantes reflexiones que no deberíamos dejar atrás, pues nos ha mostrado, más claro que nunca, que nuestra salud depende de la salud de la naturaleza y que la normalidad a la que estábamos acostumbrados genera una presión insostenible en el Planeta.
La red de vida que nos sostiene está a punto de romperse pero estamos a tiempo de evitarlo. Desde los seres más diminutos hasta los más grandes que habitamos el planeta estamos en riesgo debido a la acelerada transformación y destrucción de la naturaleza. Estamos en un momento crítico y las implicaciones pueden ser aún peores si seguimos por el mismo camino. Así lo advierte también el Informe Planeta Vivo de WWF en su edición más reciente, con cifras alarmantes sobre la pérdida de biodiversidad en el mundo y en especial en América Latina.
El Informe alerta de las diferentes amenazas y presiones sobre la naturaleza que están llevándonos a un posible punto de no retorno, y destaca una en particular por la magnitud de su impacto: la forma en que producimos y nos alimentamos. Nuestro sistema alimentario es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad y la mayor amenaza para el Planeta.
Las cifras adicionales al reporte son contundentes. La agricultura es responsable del 80% de la deforestación global y 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Usamos un promedio de 70% de agua dulce para producir lo que comemos y más de 50% de las tierras agrícolas están degradadas. Esto es grave si se tiene en cuenta que se estima que el 90% de los organismos vivos en los ecosistemas terrestres, incluidos algunos polinizadores, pasan parte de su ciclo de vida en los suelos. Estamos destruyendo la base de nuestra supervivencia.
Hemos logrado alimentar la creciente población mundial pero con un costo altísimo que no es sostenible, y si tenemos en cuenta que se prevé que la población mundial crezca de los 7.000 millones de hoy a más de 9.000 millones en 2050, está claro que el sistema alimentario debe transformarse. Más aún si consideramos que mucha gente en el mundo sigue sufriendo y muriendo de hambre y mala nutrición, en contraste con el sobrepeso, la obesidad y otras enfermedades relacionadas como las coronarias, vasculares y diabetes tipo II. Solo en Colombia, 2,4 millones de Colombianos padecen hambre, mientras más de la mitad tiene sobrepeso. Y ni siquiera comemos todos los alimentos que producimos: alrededor de un tercio de ellos se pierden en la cadena de suministro o se tiran a la basura. En el país, las pérdidas y desperdicios alcanzan el 34% de lo que producimos.
El Informe Planeta Vivo nos muestra que necesitamos cambiar en múltiples niveles. Los esfuerzos de conservación deben ser contundentes y ambiciosos, buscando incrementar las áreas protegidas y la restauración de ecosistemas. Pero no serán suficientes si no logramos cambiar la manera que producimos por una más amigable con la naturaleza y el clima. Es el momento de promover acciones para alimentar al mundo con las áreas productivas existentes y detener la expansión de la frontera agropecuaria, reducir el uso de agua y la dependencia en los agro-químicos, restaurar los suelos y transformar su manejo para asegurar que almacenen carbono, biodiversidad y agua para sustentar los sistema productivos.
Y buena parte de la solución está más cerca de lo que creemos: está en nuestro plato. Podemos cambiar nuestras dietas, comer alimentos con menos impacto ambiental y más beneficios para nuestra salud. Podemos además elegir productos locales y menos procesados que vienen de productores con prácticas sostenibles. Solo así podremos empezar a lograr verdaderos cambios que permitan revertir la pérdida de la naturaleza que viene en aumento en los últimos 40 años, y mejorar nuestra salud.
Está en juego, nada más y nada menos, que la vida tal como la conocemos. La pérdida de biodiversidad y el cambio climático pueden causar efectos mucho más devastadores para nuestras sociedades que lo que ha generado el Covid-19. La transformación de la naturaleza no solo afecta los bosques, las abejas, aves, ranas o a los osos polares, afecta directamente nuestra salud y bienestar porque hacemos parte de este entramado de vida. Por eso, en momentos en los que el mundo se prepara para una reactivación, es urgente una reflexión y una revolución en nuestros sistemas alimentarios.
*Directora WWF-Colombia