El último intento indígena por salvar el Amazonas

Luego de diez años de trabajo, las comunidades del Pirá Paraná (Vaupés), publicaron un libro que recoge su conocimiento. Dicen que es hora de entablar un diálogo con Occidente, antes de que su ambición destruya el planeta.

Sergio Silva Numa
31 de enero de 2016 - 03:25 p. m.
Maloca de Sonaña (portada del libro Hee Yaia Godo-Bakari, El territorio de los jaguares de Yuruparí).  / / Sergio Bartelsman - Portada diseñada por La Silueta Editores
Maloca de Sonaña (portada del libro Hee Yaia Godo-Bakari, El territorio de los jaguares de Yuruparí). / / Sergio Bartelsman - Portada diseñada por La Silueta Editores

Lo primero que advierte Bárbara Santos es que no quiere tener una pizca de protagonismo. Para ella, su nombre, en esta historia de casi cien nombres y de más de cuatro mil días, es lo de menos. Por eso insiste en saltarse con sutileza los detalles de sus viajes a la Amazonia colombiana, de sus recorridos larguísimos por el río Pirá Paraná, que arrancaron un día de agosto de 2005 y se prolongaron por casi diez años. Entonces, dice, tenía 28 y apenas intuía que ese cerro de cajas con el que se tropezó se iba a convertir en uno de los esfuerzos más intensos que se ha hecho en Colombia por comprender el conocimiento indígena.

Por eso, cada tanto, Bárbara recalca que el protagonista de esta historia debe ser la historia misma. Es decir, explica, ese proceso de acercamiento y “de confianza y de sinceridad” que lograron –ella, artista visual; Silvia Gómez, antropóloga, Nelson Ortiz, biólogo, y un numeroso grupo interdisciplinar de la Fundación Gaia– con los pueblos Makuna, Barasana, Eduria, Bara, Tayuco e Itana. A todos los visitaron en la selva del Vaupés durante tres y cuatro meses (dos, tres veces al año por una década), luego de hacer el mismo recorrido una y otra vez: volar a Mitú para agarrar la avionetica que aterrizaba en los potreros con cara de pistas improvisadas y, desde ahí, adentrarse por agua en la misma selva que alguna vez anduvieron los personajes revividos por Ciro Guerra.

Allá, en las malokas, se sentaron por horas, como decenas de indígenas, a escuchar a los chamanes o sabedores tradicionales. Los kubuas, los llaman. Se detuvieron, todos, a observar cómo los más jóvenes de los tucanos guardaban esos relatos de nueve lenguas en grabadoras de periodista para después transcribirlos. Para traducirlos con calma al español, así fuesen insuficientes los términos del castellano.

La idea era juntarlos en este libro editado por Bárbara y Nelson y tras el que hay nombres como Martín von Hildebrand, presidente de Gaia; el fotógrafo Sergio Bartelsaman, Wade Davis y el célebre Stephen Hugh-Jones, profesor de Cambridge. Bajo el nombre de Hee Yaia Godo-Bakari, El territorio de los jaguares de Yuruparí fue lanzado a finales del año pasado, solo unos días antes de que el presidente Juan Manuel Santos prometiera en París reducir a cero la tala en la Amazonia y a cambio el país ganaría US$100 millones donados por Inglaterra, Noruega y Alemania.

Pero, como reiteran Bárbara y Silvia, lo importante no son esos nombres ni sus peripecias, sino lo que implica que unos pueblos atravesados por misioneros y caucheros, y obligados a hablar en una lengua ajena con un dios extraño, hubiesen tomado la decisión de escribir su propia historia. Los riesgos que enfrentaban en los años setenta y los ochenta los obligaron a trabajar unidos. El primer paso, que se dio en julio de 2003, era tratar que los jóvenes recuperaran los conocimientos tradicionales de la mano de los más viejos. El segundo era llegar a un consenso para crear algo con lo que “sus hermanos menores, los occidentales”, entendieran algunas de las nociones que rigen su vida. “Ojalá –reflexiona en una página el Hee Gu Ignacio Valencia, de la etnia macuna– puedan entenderlo”.

Después de diez años, ese consenso desembocó en la publicación que, en palabras de Silvia, es única porque es la primera vez que un conocimiento oral es escrito por los mismos hablantes; es la primera vez que los indígenas hablan sobre ellos mismos y no desde la interpretación de un foráneo. “Queríamos que ellos mismos, con nuestra asesoría, fueran los investigadores de su cultura y de sus problemáticas. Que encontraran sus soluciones”, dice.

En otras palabras, como se lee en la introducción del libro, escrita por ella, Nelson y Darío Ayzara, “es una antropología de los pueblos del Pirá, creada por los pueblos mismos (…) Estábamos aprendiendo a ver el mundo como lo ven los que saben”.

Como cuenta desde Mitú Fabio Valencia, representante legal de la Asociación de Capitanes y Autoridades Tradicionales Indígenas del río Pirá Paraná (Acaipi), “entendimos que debíamos contarle al mundo quiénes somos, cómo gobernamos el territorio y cómo hemos conservado nuestra región y nuestra cultura. Es la apertura de un diálogo que queremos tener con ustedes sobre cómo estamos manejando nuestros recursos. Es una publicación para el mundo, que ustedes hoy necesitan y que recoge los relatos de los viejos sabedores indígenas”. (Ver recuadros)

***

El 27 de noviembre de 2011 la Unesco inscribió en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad al conocimiento tradicional de los Jaguares de Yuruparí. Desde entonces, una serie de producciones (como el documental Apaporis, de José Antonio Dorado) han acercado a los colombianos a su cultura. La última, El abrazo de la serpiente, generó una especie de conmoción con su ráfaga de premios. Y pese a que esa figura y esas valiosas imágenes generaron cierta admiración, los guardianes de esas selvas aún se sienten vulnerados. “Nuestra concepción –recuerda Fabio Valencia– de los recursos naturales, de la minería, de los peces, es muy distinta. Para nosotros son nuestro patrimonio; hacen parte de nuestra sabiduría”.

En parte por esa vulnerabilidad y por las amenazas que día a día aterrizan sobre su territorio en busca de oro y de metales preciosos, es que los sabios sintieron la necesidad de mostrarle al mundo ese conocimiento acumulado, que incluye, en palabras resumidísimas, la explicación de sus calendarios ecológicos, el papel del hombre y la mujer, el recuento de su origen, la trascendencia de una maloca, de la hoja de coca, de sus artículos, de sus cultivos, de sus semillas, de sus tradiciones.

Para Silvia, hoy directora de Green Peace Colombia, todo eso, que es tan difícil abreviar en algunos párrafos, es el entendimiento de dos culturas. “El libro, que es un proceso de conversación y diálogo de saberes, tecnologías, arte, escritura y tradición, es también un llamado para entender a los indígenas en un momento crucial para proteger el medio ambiente. No vamos a ganar la batalla contra el cambio climático si no conservamos el conocimiento de los pueblos”.

Pero ese conocimiento es apenas una muestra de lo que han guardado por milenios los sabios de esa región selvática. “Es una gota de agua en un aguacero”, dice Silvia. Es, señalan en la introducción, “ver por el ojo de una cerradura del origen del cosmos”.

Apartes de los relatos de los sabedores indígenas

“El cuidado del medio ambiente en nuestro territorio”

“Para nosotros, el oro y el petróleo tienen un dueño sobrenatural y son sagrados. Donde están las minas no se pueden tumbar chagra, ni un palo, ni un bejuco. Ahí no se puede vivir, ni construir mitasava, ni maloca (…) Todos los conflictos de uso que vivimos hoy han sido el producto del desorden generado por quienes no han respetado nuestra cultura. Pero esto no quiere decir que nuestro territorio, sus recursos y nuestros conocimientos ancestrales se hayan perdido. Por el contrario, estamos realizando desde hace más de quince años un proceso de fortalecimiento cultural de manejo y conservación de nuestro territorio que les permita a nuestros hijos y nuestros nietos vivir en el mundo que nos fue entregado desde el origen. Estamos orgullosos de ser indígenas”. (Comité editorial de Acaipi)

“Planta sagrada que contiene la vida de la gente”

“Nosotros sabemos que esta planta de coca no es simplemente una planta. La mata es la vida de los seres humanos, el aire que respiramos, la alimentación que nosotros tenemos, el alivio que representa; esto para nosotros es muy sagrado. Yo les digo a los traficantes de coca que por no conocer la historia de origen y el significado que el kahi tiene, la mata de kahi les está provocando la guerra, la mata está haciendo que ellos no se reconozcan como un solo país, hablantes de un mismo idioma y entre vecinos se hacen enemigos”. (Entrevista del investigador José E. Valencia de la etnia macuna, a su padre Hee Gu Ignacio Valencia sobre la importancia cultural de la coca)

La curación del territorio desde la maloca

“Tenemos una manera propia de manejar nuestro medio ambiente, para conservar el equilibrio con la naturaleza. Si no existiera este manejo equilibrado, se generarían malestares y pugnas entre unos y otros, y esto atraería enfermedades. Hoy existen debilidades para el manejo. Por eso estamos trabajando en fortalecer nuestro conocimiento, para así garantizar la buena convivencia y el bienestar de toda la gente.
Este territorio fue ordenado sólo para que viva la gente de la selva, no es para que entren otras gentes. Por eso es necesario empezar a crear una nueva manera de comunicación respetuosa entre personas, grupos y pueblos; crear un puente para una buena relación equitativa entre todos”. (Kubu Marcos Macuna, etnia macuna).

“Con el conocimiento superior de nuestros creadores nos fueron entregados los métodos de manejo adecuado de la naturaleza. Por eso no hay que buscar cada día nuevas ciencias, pues sería como no estar contentos con lo que ya está hecho. Si empezáramos a buscar nuevos conocimientos, destruiríamos nuestra propia existencia. Eso es lo que están haciendo ahora nuestros hermanos menores, los llamados ‘occidentales’”. (Hee Gu Ignacio Valencia, etnia macuna)

“Nuestro territorio tiene las huellas de nuestros creadores, es la herencia que ellos nos dejaron, es el testimonio de la historia de nuestra evolución. Por eso decimos que el conocimiento chamanístico no es un invento nuestro, es la evidencia clara y real de nuestro origen”. (Hee Gu Ignacio Valencia, etnia macuna)

*La realización del libro, que contó con el respaldo de la Dirección de asuntos indígenas del Ministerio del Interior, fue posible gracias al comité editorial indígena de Acaipi. De él hacen parte Roberto Marín, Reynel Ortega, Juana Marín, Ricardo Marín, Faustino Benjamín, Guillermo Rodríguez, Tarcicio Vanegas y Rosa Helena Rodríguez. 
 

 

Por Sergio Silva Numa

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar