En busca del gigante del océano

Expedición con voluntarios del Centro del Tiburón Ballena e Investigaciones Oceánicas para hallar un ejemplar del pez más grande del mundo, que a diferencia de los de su especie no tiene afilados colmillos.

María Camila Peña Bernal. /Especial para El Espectador, Honduras
09 de octubre de 2013 - 09:59 p. m.
Un ejemplar en el mar Caribe del tiburón ballena, el pez más grande del mundo. / Archivo - El Espectador
Un ejemplar en el mar Caribe del tiburón ballena, el pez más grande del mundo. / Archivo - El Espectador

A la distancia, en un mar en calma en el que predominan los diferentes tonos de azul, llama la atención un remolino de aves sobrevolando la superficie. El primero en darse cuenta es el capitán, que con ojo agudo se pone en marcha —el timón en una mano, los binoculares en la otra— hacia el festín en donde saltan atunes y pequeños peces.

En el bote comienza el movimiento, todos saben que este es uno de los primeros incentivos para que el tiburón ballena salga a la superficie. Los turistas comienzan a alistarse, apurados buscan sus aletas, careta y esnórquel, mientras los voluntarios del Centro del Tiburón Ballena e Investigaciones Oceánicas de Utila (WSORC, por sus siglas en inglés) tratan de mantener la calma, controlando su propia excitación ante la probabilidad de que lo que todos esperan ocurra.

Luego de varios minutos de incertidumbre, a uno de los costados del bote aparece una sombra gris que se va haciendo cada vez mas nítida conforme el animal comienza su ascenso. Lo primero que sale a la superficie es la aleta dorsal. Contrario a lo que podría creerse, este gigante, que puede llegar a medir hasta 20 metros de largo y que es considerado el pez mas grande del océano, se alimenta en su mayoría de microscópicas partículas de plancton, y esto es precisamente lo que lo atrae a la superficie cuando las corrientes verticales desplazan los nutrientes hacia aguas menos profundas. Según un reporte del Wild Life Conservation y la Universidad de York, titulado Diving behaviour of whale sharks in relation to a predictable food pulse, este fenómeno puede estar relacionado con las temporadas de luna llena.

Una vez el capitán da la orden, los nadadores comienzan a ingresar al agua uno a uno, de la manera menos violenta posible, todo con el fin de no espantarlo. De cerca se distingue el patrón de manchas que le cubre la piel, único en cada individuo, como las huellas digitales de los seres humanos, y que en la actualidad se utiliza para identificarlos y rastrearlos alrededor del mundo. De las pocas cosas que se saben de esta especie es que es altamente migratoria. El viaje mas largo registrado es de 13.000 kilómetros y duró más de 36 meses. También se ha podido establecer que nadan a profundidades que alcanzan los 980 metros y toleran temperaturas en un rango de 26,4 grados centígrados.

La misión de los voluntarios del WSORC es lograr una buena fotografía de la zona de las branquias y de la aleta dorsal. Esto significa seguirle el ritmo a un animal que puede tener cinco veces su tamaño. La información recolectada (tamaño, sexo, locación, etc.) es registrada en la base de datos del centro de investigaciones y añadida al mapa de avistamientos en la isla. Si las fotografías son de buena calidad, se ingresan a la biblioteca virtual de identificación fotográfica del tiburón ballena de Ecocean, un software que permite contrastar los patrones de las manchas de la piel de los individuos avistados en todo el mundo. En la actualidad esta es la manera más efectiva de monitorear sus desplazamientos.

Desde 1997, WSORC está atenta a la llegada de los tiburones ballena a la isla. Jim Engle, apasionado por la conservación marina, fue quien comenzó con el programa. “Utila es uno de los lugares del mundo donde se pueden ver tiburones ballena durante todo el año; cada mes se registra al menos un avistamiento”, dice Lucie Brown, directora del centro. Las temporadas más altas, por lo general, van de marzo a mayo y de agosto a octubre, aunque la regla puede variar. Este año, por ejemplo, durante las dos primeras semanas de agosto se vieron tiburones ballena a diario, e incluso hubo un día en el que se reportaron hasta seis individuos.

 

En la lista roja

En la actualidad esta especie es considerada vulnerable y está incluida en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo que significa que no está críticamente en peligro pero enfrenta un alto riesgo de extinción en el mediano plazo. Además de la pesca ilegal, entre las amenazas se encuentran la destrucción de su hábitat y el constante acoso al que está expuesta por embarcaciones y buzos.

Debido a esto, son varias las regulaciones que protegen a la especie. En Honduras, por ejemplo, está prohibido el buceo con el tiburón ballena. En Utila, WSORC promueve el ecoturismo responsable basándose en el “código de conducta para avistamientos”, vigente a nivel internacional, que prohíbe nadar a menos de tres metros de la parte frontal del dorso y a menos de cuatro metros de la cola, tocarlo o montarlo, así como el uso de flash en las fotografías, y establece el máximo de cinco personas para un tiburón, entre otras restricciones. “Cuando se garantizan estas condiciones se genera menos estrés para el animal y se maximiza la experiencia para los turistas”, asegura Brown.

La mejor vista de uno de estos gigantes se obtiene cuando está en posición vertical, con la boca abierta, su trompa achatada apuntando al firmamento y levemente fuera del agua. Desde la superficie brillan sus manchas que se camuflan a la perfección con el océano y se pueden ver los minúsculos dientes, del tamaño de un grano de arroz, que se alinean en hileras cubriendo sus mandíbulas, y cómo el agua rica en plancton y pequeños peces es succionada a gran velocidad para luego ser filtrada a través de sus branquias. ¡Nada mejor que encontrarse con un tiburón ballena en su hora de almuerzo!

 

 

pena.camila@gmail.com

Por María Camila Peña Bernal. /Especial para El Espectador, Honduras

 

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