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En enero de este año, un equipo de investigadores del Instituto Oceanográfico Schmidt, a bordo del R/V Falkor, se encontraba adelantando una serie de estudios en el mar de Bellingshausen, a más de 2.300 kilómetros de distancia del extremo sur de Chile y Argentina.
Pero el 13 de enero, un iceberg llamado A-84, de un tamaño similar al que ocupa la ciudad de Manizales, unos 510 kilómetros cuadrados, se desprendió de la plataforma de hielo George VI, uno de los enormes glaciares flotantes unidos a la capa de hielo de la península antártica.
Diez días después, el equipo del Instituto llegó hasta esta región que había estado cubierta de hielo y se convirtió en el primer grupo de investigadores en estudiar esta zona que, hasta ese momento, había permanecido inaccesible para los seres humanos.
Patricia Esquete, codirectora científica de la expedición, del Centro de Estudios Ambientales y Marinos (CESAM) y del Departamento de Biología (DBio) de la Universidad de Aveiro, Portugal, aseguró que aprovecharon la oportunidad, “modificamos nuestro plan de expedición y nos lanzamos a observar lo que sucedía en las profundidades”.
Lo que encontraron, explicó Esquete, los dejó sorprendidos: “No esperábamos encontrar un ecosistema tan hermoso y próspero. A juzgar por el tamaño de los animales, las comunidades que observamos llevan décadas allí, quizás incluso cientos de años”.
Para realizar los hallazgos, el equipo utilizó un vehículo de control remoto ROV SuBastian, que alcanza los 1.300 metros de profundidad, durante ocho días. Tras este tiempo, descubrieron grandes corales, esponjas que albergan una gran variedad de vida animal, como dracos, arañas marinas gigantes y pulpos.
El descubrimiento, expuso el Instituto a través de un comunicado, “ofrece nuevas perspectivas sobre el funcionamiento de los ecosistemas bajo las secciones flotantes de la capa de hielo antártica”.
Y es que se sabe poco sobre lo que habita bajo las plataformas de hielo flotantes de la Antártida. Esos ecosistemas, continúa el Instituto, suelen depender de nutrientes que caen desde la superficie. Pero, al estar cubiertos por capas de hielo de más de 150 metros de espesor, suelen estar aislados de los nutrientes superficiales.
Una hipótesis que manejan los científicos, es que las corrientes oceánicas transportan los nutrientes necesarios hasta estos remotos ecosistemas para que la vida marina se sostenga. Sin embargo, reconocen los científicos, hacen falta más estudios para entender bien el funcionamiento.
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