“Estamos listos para el ecoturismo”: vicepresidente de Turismo de Procolombia
Julián Guerrero habla del portafolio que ofrecen en el exterior y de las comunidades que ya brindan experiencias de naturaleza en Colombia, considerado el segundo país más biodiverso del mundo.
Camila Taborda/ @camilaztabor
Desde hace siete años, Procolombia decidió apostar por el turismo de naturaleza. La idea ha sido promocionar a Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, como el destino ideal para disfrutar de experiencias inolvidables gracias al medio ambiente. Esa pretensión, defendida por muchos y criticada por los más escépticos, es un tema imprescindible dentro de los debates de desarrollo sostenible. La pregunta ahora es: ¿Ya estamos preparados? ¿Podemos nombrarnos como una potencia ecoturística?
El Espectador habló con Julián Guerrero, vicepresidente de Promoción de Turismo, con el fin de aclarar dudas. Según él, la naturaleza es nuestra principal producto en el exterior.
¿Colombia está lista para el turismo de naturaleza o turismo de aventura?
Sí, estamos preparados. Comunidades como Yarumo Blanco en Risaralda o la Fundación Mano Cambiada en Chocó son un ejemplo de ello. Hay organizaciones de turismo comunitario, con ganas de abrirse al mundo, que entienden que en su patrimonio natural hay un bien aprovechable. A veces, incluso, ocurre que hay sitios bonitos que los locales quieren promocionar afuera, pero no son atractivos para los extranjeros o no son viables.
¿Hay algún indicador para saberlo?
No hay un criterio que nos lo diga. Hay cosas obligatorias, como la organización dentro de las comunidades, su formalización, cumplir con normas técnicas sectoriales como la sostenibilidad, la seguridad y la accesibilidad. Aunque el secreto del turismo de naturaleza depende de tres formas de conectarse con el entorno: contemplándolo, comprendiéndolo, entendiendo qué especie es, cómo funciona, sus relaciones simbióticas en el ambiente y, por último, la conservación.
Se ha dicho que abrir las puertas al turismo podría ser contraproducente. ¿Promover una especie o un ecosistema no es exponerlos a su degradación?
Para nada, es una percepción equivocada. Más que decir que el turismo ponga en riesgo la conservación de una especie o un ecosistema, lo cierto es que es una oportunidad de protegerlo. Hace unos meses salió publicada una guía internacional de buenas prácticas en áreas protegidas, hecha por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). En ella se reconoce el potencial del turismo para la conservación, porque esto obliga a prestarle atención a un sitio, a invertir en él los recursos que se consiguen gracias a la visita de extranjeros.
Turismo de naturaleza en Guaviare y avistamiento de ballenas en el Pacífico son algunos de los planes más escogidos por los extranjeros. / Fotos: cortesía Procolombia.
Manakin Nature Tours
Después de recorrer el país como guía de aviturismo, Luis Eduardo Urueña y su esposa fundaron en 2009 Manakin Nature Tours, una empresa especializada en turismo de observación de aves que opera en todo el territorio nacional y en el resto de América Latina. Su temporada más agitada suele ser entre enero y abril, en la que pueden recibir hasta 196 turistas, como sucedió el año pasado.
La mayoría de ellos provienen de Estados Unidos, Inglaterra y Escocia, con edades que pueden ir desde los 55 hasta los 90 años, dispuestos a recorrer el país hasta por 45 días y a gastar en ello de 12.000 a 14.000 dólares. Es decir, más de $30 millones.
Elephant
Mauricio Escobar bautizó Elephant a su empresa, porque los elefantes viajan en manada, cuidándose entre ellos; porque son animales famosos por su buena memoria y por ser símbolos de buena suerte. Al igual que su negocio: una agencia especializada en turismo de moto, con recorridos que van desde Puerto Carreño hasta Punta Gallinas en La Guajira.
Por esos viajes, que prometen experiencias inolvidables por la geografía colombiana, los turistas pagan hasta 5.000 dólares ($15 millones en Colombia). “Si llueve te mojas, si viajas bajo 40° te calientas, hueles los cultivos de café en medio del campo, sientes el frío al subir a un nevado, la gente se te acerca cuando llegas a un pueblo, te llenas de historias”, asegura Escobar.
Colombia Birdwatch
Cristopher Calonje nació en Cali, una ciudad que ha censado más de 560 especies de aves. Cuando se hizo mayor de edad, se mudó a Estados Unidos para estudiar ciencias ambientales. Por esa época sus visitas a Colombia solo reafirmaban el anhelo que tenía de volver. Quería montar una empresa, diseñar rutas para avistar pájaros y exportar experiencias gracias a la biodiversidad.
Hace 9 años creó Colombia Birdwatch, prometiéndoles a los turistas la posibilidad de ver al frutero cabecidorado, a la tangara carafuego, la cotinga maynana, la tangara cejiazul, el tucanillo o la tangara del paraíso. Aventuras por las que los visitantes, en su mayoría norteamericanos y británicos, pagan hasta 4.400 dólares ($12 millones colombianos).
Desde hace siete años, Procolombia decidió apostar por el turismo de naturaleza. La idea ha sido promocionar a Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, como el destino ideal para disfrutar de experiencias inolvidables gracias al medio ambiente. Esa pretensión, defendida por muchos y criticada por los más escépticos, es un tema imprescindible dentro de los debates de desarrollo sostenible. La pregunta ahora es: ¿Ya estamos preparados? ¿Podemos nombrarnos como una potencia ecoturística?
El Espectador habló con Julián Guerrero, vicepresidente de Promoción de Turismo, con el fin de aclarar dudas. Según él, la naturaleza es nuestra principal producto en el exterior.
¿Colombia está lista para el turismo de naturaleza o turismo de aventura?
Sí, estamos preparados. Comunidades como Yarumo Blanco en Risaralda o la Fundación Mano Cambiada en Chocó son un ejemplo de ello. Hay organizaciones de turismo comunitario, con ganas de abrirse al mundo, que entienden que en su patrimonio natural hay un bien aprovechable. A veces, incluso, ocurre que hay sitios bonitos que los locales quieren promocionar afuera, pero no son atractivos para los extranjeros o no son viables.
¿Hay algún indicador para saberlo?
No hay un criterio que nos lo diga. Hay cosas obligatorias, como la organización dentro de las comunidades, su formalización, cumplir con normas técnicas sectoriales como la sostenibilidad, la seguridad y la accesibilidad. Aunque el secreto del turismo de naturaleza depende de tres formas de conectarse con el entorno: contemplándolo, comprendiéndolo, entendiendo qué especie es, cómo funciona, sus relaciones simbióticas en el ambiente y, por último, la conservación.
Se ha dicho que abrir las puertas al turismo podría ser contraproducente. ¿Promover una especie o un ecosistema no es exponerlos a su degradación?
Para nada, es una percepción equivocada. Más que decir que el turismo ponga en riesgo la conservación de una especie o un ecosistema, lo cierto es que es una oportunidad de protegerlo. Hace unos meses salió publicada una guía internacional de buenas prácticas en áreas protegidas, hecha por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). En ella se reconoce el potencial del turismo para la conservación, porque esto obliga a prestarle atención a un sitio, a invertir en él los recursos que se consiguen gracias a la visita de extranjeros.
Turismo de naturaleza en Guaviare y avistamiento de ballenas en el Pacífico son algunos de los planes más escogidos por los extranjeros. / Fotos: cortesía Procolombia.
Manakin Nature Tours
Después de recorrer el país como guía de aviturismo, Luis Eduardo Urueña y su esposa fundaron en 2009 Manakin Nature Tours, una empresa especializada en turismo de observación de aves que opera en todo el territorio nacional y en el resto de América Latina. Su temporada más agitada suele ser entre enero y abril, en la que pueden recibir hasta 196 turistas, como sucedió el año pasado.
La mayoría de ellos provienen de Estados Unidos, Inglaterra y Escocia, con edades que pueden ir desde los 55 hasta los 90 años, dispuestos a recorrer el país hasta por 45 días y a gastar en ello de 12.000 a 14.000 dólares. Es decir, más de $30 millones.
Elephant
Mauricio Escobar bautizó Elephant a su empresa, porque los elefantes viajan en manada, cuidándose entre ellos; porque son animales famosos por su buena memoria y por ser símbolos de buena suerte. Al igual que su negocio: una agencia especializada en turismo de moto, con recorridos que van desde Puerto Carreño hasta Punta Gallinas en La Guajira.
Por esos viajes, que prometen experiencias inolvidables por la geografía colombiana, los turistas pagan hasta 5.000 dólares ($15 millones en Colombia). “Si llueve te mojas, si viajas bajo 40° te calientas, hueles los cultivos de café en medio del campo, sientes el frío al subir a un nevado, la gente se te acerca cuando llegas a un pueblo, te llenas de historias”, asegura Escobar.
Colombia Birdwatch
Cristopher Calonje nació en Cali, una ciudad que ha censado más de 560 especies de aves. Cuando se hizo mayor de edad, se mudó a Estados Unidos para estudiar ciencias ambientales. Por esa época sus visitas a Colombia solo reafirmaban el anhelo que tenía de volver. Quería montar una empresa, diseñar rutas para avistar pájaros y exportar experiencias gracias a la biodiversidad.
Hace 9 años creó Colombia Birdwatch, prometiéndoles a los turistas la posibilidad de ver al frutero cabecidorado, a la tangara carafuego, la cotinga maynana, la tangara cejiazul, el tucanillo o la tangara del paraíso. Aventuras por las que los visitantes, en su mayoría norteamericanos y británicos, pagan hasta 4.400 dólares ($12 millones colombianos).