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Estas comunidades del Guaviare se ponen la 10 para proteger al jaguar

El Espectador visitó varias iniciativas en Guaviare en las unas 100 familias, varias de firmantes del Acuerdo de Paz, están haciendo lo posible por proteger al jaguar e impulsar el turismo de naturaleza.

Fernán Fortich

09 de diciembre de 2025 - 07:02 a. m.
Imagen de captada por una de las cámaras de monitoreo del Corredor del Jaguar del Guaviare.
Foto: Corredor del Jaguar / Promotoría Campesina del Guaviar

Mientras observa los desconcertantes pictogramas rupestres que permiten sentir el peso de la historia y que decoran un macizo de piedra en el corazón de la Amazonia colombiana, Norbey Méndez, integrante de la Corporación Guardianes del Yuruparí y firmante del Acuerdo de Paz, asegura, entre risas, que “siempre que uno viene por acá, encuentra uno nuevo. Es algo que no deja de sorprender”.

Méndez, quien se desmovilizó después del Acuerdo de Paz de 2016, se refiere a las pinturas rupestres del Raudal del Guayabero, en el departamento del Guaviare. En medio de la espesura de la selva se encuentran una serie de paredes de más de ocho metros de las que caen pequeñas gotas y están decoradas con dibujos que representan figuras humanas en rituales, animales y, entre otros elementos naturales, los ríos y montañas de la zona. Aunque no hay una datación clara de estas figuras —pues no contienen material orgánico que permita datarlas con carbono 14—, estimaciones del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) aseguran que hay rastros de actividad humana en la zona de al menos 12.000 años de antigüedad.

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Norbey Méndez sentado detrás de los macizos con arte rupestre en Raudal del Guayabero.
Foto: Fernán Fortich

La forma en que se pintaron estas figuras a alturas considerables ha sido objeto de un debate que aún está por zanjarse: algunas hipótesis apuntan a que se utilizaron andamios —como se ve en ciertas representaciones en la misma piedra—, así como lianas para descolgarse sobre los macizos de roca y pintar.

“Esas son algunas teorías, pero yo tengo una favorita. Algunos dicen que las comunidades indígenas ingerían bebidas que les permitían flotar para pintar a estas alturas”, cuenta, algo risueño, Alex Morales, guía local de la zona. “Lo que es cierto es que no deja de ser asombroso imaginar lo que debía ser realizar este arte en medio de la selva, seguramente en rituales de comunidades humanas hace cientos de años”.

Entre las figuras más destacadas está la representación de una figura humana con brazos en forma de río que, debajo, alberga una serie de monos saltando. Ese es el ícono que escogió la Corporación Guardianes del Yuruparí, una organización que busca consolidar el turismo comunitario en la parte norte del Guaviare.

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El atractivo de la zona, como explica Andrés González, coordinador de Turismo de la Corporación Guardianes del Yuruparí, tiene un componente mixto: por una parte, está el patrimonio arqueológico, pero también el valor natural, con la posibilidad de ver delfines rosados, también conocidos como toninas, micos y jaguares.

Nosotros tenemos la tarea de consolidar al Guaviare como un ejemplo de que se puede vivir en paz a largo plazo. Y, a través de una propuesta de turismo de naturaleza, que aún está empezando, nos hemos puesto la camiseta para cuidar lo poco que aún tenemos en naturaleza y lograr que otras personas tomen conciencia de cuidarlo”, sostiene Andrés González, coordinador de Turismo de la Corporación Guardianes del Yuruparí, que ha recibido más de 1.000 turistas por año en sus mejores épocas.

La apuesta que desarrollan los Guardianes del Yuruparí es una de las iniciativas comunitarias apoyadas por el Corredor del Jaguar del Guaviare, que abarca más de 109.000 hectáreas para asegurar la conservación de esta especie. Esta iniciativa empezó en 2021, impulsado por campesinos, líderes comunitarios y firmantes del Acuerdo de Paz, con apoyo del PNUD, WWF y el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD-GEF).

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Esta área fue seleccionada al ser estratégica para este felino, pues conecta los biomas de la Amazonia, la Orinoquia y los Andes, permitiendo al jaguar y otras especies desplazarse libremente.

¿De qué hablamos cuando hablamos del jaguar?

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Decir que el jaguar (Panthera onca) es un animal excepcional sería modesto. Se trata del félino más grande de América y el tercero más grande del planeta. Además, habita en 18 países del continente, pues puede vivir en bosques tropicales, bosques montanos, sabanas tropicales y hasta manglares.

Se trata, además, de una especie con una historia compartida con la humanidad. Al igual que nuestros ancestros, el jaguar cruzó el estrecho de Bering durante la época de las glaciaciones para llegar al continente. Además, para dimensionar su tiempo en la Tierra, algunos estudios indican que el jaguar convivió con felidos como el diente de sable y el león americano.

Como comenta Paul Ehrlich, investigador de la Universidad de Stanford, en la introducción del libro El jaguar en el siglo XXI, “los jaguares están profundamente arraigados en muchas culturas latinoamericanas, que se remontan a los olmecas precolombinos, quienes, observando la velocidad, agilidad, potencia, actividades nocturnas y sigilo de estos animales, los integraron a sus complejos sistemas de creencias y los asociaron con dioses”.

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En Colombia, el jaguar habita regiones como el Caribe, la Serranía de San Lucas, el Chocó Biogeográfico, la Orinoquia, los Andes y la Amazonia, donde se concentra cerca del 90 % de su población. De acuerdo con WWF, la especie ya ha desaparecido del 46 % de su distribución histórica. En países como Uruguay y El Salvador se encuentra prácticamente extinta, y en Colombia su rango de distribución se ha reducido en un 39 %.

En contexto: Colombia está perdiendo a sus jaguares.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la especie está clasificada como ‘casi amenazada’; sin embargo, hace unos años el Ministerio de Ambiente decidió catalogarla como ‘vulnerable’, ante las crecientes presiones que enfrenta.

Como explica César Bernal, enlace territorial del Guaviare para WWF, el principal conflicto ambiental que afecta a los jaguares es la presencia de ganadería extensiva en la zona. “La causa principal de la deforestación en estos corredores fue que hace 60 años se dieron dinámicas de colonización, en las que se creaban potreros para meter ganado”.

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Para poner en perspectiva, “desde la firma del Acuerdo de Paz en 2016, Colombia ha perdido más de 1,2 millones de hectáreas de bosques", puntualiza el informe titulado Tendencias y dinámicas de la deforestación de la Amazonia colombiana de la FCDS. Para 2024, en el Guaviare se perdieron 13.413 hectáreas de bosque.

“Y ante estas disrupciones de sus ecosistemas, los jaguares buscan alimentos en nuevas partes, en ocasiones donde ahora habita gente, lo que ha llevado al registro de ataques a vacas u otros animales domésticos, lo que genera retaliaciones contra esta especie”, reitera Bernal, de WWF.

La conservación en carne propia

En los márgenes del río Guaviare se encuentra la finca de Yesid Alfonso y Amanda Garzón, quienes viven a pocos metros de un grupo de árboles de una selva virgen que queda en el corregimiento Damas de Nare, en San José del Guaviare.

Yesid Alfonso mostrando algunas de las imágenes captadas por las cámaras trampa instaladas cerca a su finca.
Foto: Fernán Fortich

En las paredes de esta casa construida en madera se ven varias imágenes de jaguares, que exhiben con orgullo. Algunas son de hace varios años; otras son más recientes y uno de los resultados de la implementación de 280 cámaras temporales a lo largo de 29 veredas para seguirle el paso al jaguar por estos territorios.

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Las imágenes de jaguares caminando por la selva, así como de otros animales silvestres como venados o dantas, son algunas de las ventanas a la naturaleza que ha abierto este despliegue de monitoreo comunitario.

Cuenta Amanda que no ha sido un proceso fácil, pues le ha tocado en carne propia los retos de convivir con el jaguar. “Hace menos de un año salí con mi esposo y dejamos a los perros en la casa, pero Guardián, uno de ellos, nos fue a buscar. No nos encontró, pero en el camino se cruzó con un jaguar que lo hirió en el cuello. Cuando regresamos, lo encontramos casi sin moverse. Por fortuna se recuperó y todavía está aquí con nosotros”, relata. “Muchos dirían: me mataron mi animal, yo voy y mató al jaguar. Pero eso es lo que tenemos que cambiar”.

Esta es una de las funciones de la Promotoría Campesina del Guaviare, una organización de campesinos que, entre otras cosas, se reúne para hacer seguimiento a este tipo de eventos y evitar retaliaciones o caza contra estas especies.

Una de las líderes de esta estrategia es Claudia Cocuy, coordinadora de la promotoría, responsable de atender los casos de ataques por parte de jaguares. “Nuestra tarea es apoyar a los campesinos con asistencia técnica frente a este tipo de conflictos con el jaguar. Además, tenemos el objetivo de mostrarles, por ejemplo, a través de cámaras trampa, la riqueza que tienen en sus predios y por qué deben protegerla”, asegura.

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Frente a estos conflictos, una de las estrategias desarrolladas como parte del Corredor del Jaguar en el Guaviare son las cercas antidepredatorias, que consisten en mallas con lonas para evitar que los jaguares, en sus recorridos, ataquen el ganado en las fincas.

“Otro de los objetivos, como parte de la estrategia, ha sido generar fuentes de ingresos alternativas de manera responsable y a través de trabajos comunitarios en los que se vinculen mujeres y niños del territorio, para también avanzar en términos de educación ambiental”, indica Bernal, de WWF.

El largo camino por delante

Si bien estas alternativas han ido tomando fuerza en los últimos años, su futuro enfrenta un par de retos. “Nosotros somos unos niños en esto del turismo de naturaleza, y hace falta no solo fortalecer nuestras capacidades, sino romper ese estigma que se tiene de Guaviare como un territorio de conflicto, y dar a conocer su patrimonio”, comenta González.

A ojos de Alfonso, quien hace parte de la estrategia del Corredor del Jaguar, lo que revelan los resultados de esta iniciativa es que “el campesino no necesita ayuda ni subsidios; lo que necesita son proyectos. Necesitamos desarrollar modelos que nos permitan producir, porque el campesino con hambre no conserva”, sostiene.

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Frente a lo que viene para el proyecto, desde WWF indican que el objetivo es que el próximo año estos avances se conecten con el proyecto internacional ‘GEF Corredor Jaguar’, anunciado por el Ministerio de Ambiente y aprobado para Colombia por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), cuya ejecución iniciará en 2026.

“El objetivo es darle continuidad en cuatro áreas del país, priorizadas para la conectividad del jaguar, y esperamos tener buenas noticias tanto para el país como para las comunidades”, asegura Bernal.

Por otra parte, se espera que el Ministerio de Ambiente lance, a principios de 2026, nuevos lineamientos para la protección de los felinos en Colombia, entre los que se anunciarán medidas específicas para la protección del jaguar.

*La visita a Guaviare fue posible gracias a WWF

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Por Fernán Fortich

Periodista con enfoque en temas ambientales, posthumanistas y sociales.@fernanfortichrffortich@elespectador.com
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