La dispersión a larga distancia de los animales y plantas ha fascinado a los biólogos durante mucho tiempo. La razón es simple: es de vital importancia para la diversidad. Cuando un grupo pequeño de organismos llega a un nuevo ambiente, puede dar origen a una población separada. Para muchos organismos, como plantas, insectos, aves y murciélagos, moverse con la ayuda del viento (como las semillas de algunas plantas) o a través de otros seres vivos (por ejemplo, insectos que transportan polen o semillas que se adhieren a las plumas de aves), es viable. Sin embargo, para animales terrestres más grandes la cuestión se complica más.
Se cree que el rafting en desechos flotantes—es decir, el transporte de organismos sobre troncos, algas u otros objetos flotantes—es uno de los mecanismos más viables para la dispersión transoceánica de especies.
Esta capacidad de viajar largas distancias a la deriva ha permitido que algunos organismos colonicen nuevas áreas, dando lugar a procesos evolutivos únicos. ¿Ha sido el rafting oceánico un motor de diversificación de especies? La pregunta ha sido objeto de un intenso debate en la comunidad científica. Mientras algunos investigadores lo consideran un factor clave en la distribución de diversas especies a lo largo de la historia, otros sostienen que la existencia de puentes terrestres en el pasado, la fragmentación geológica (vicarianza) o la extinción de linajes antiguos podrían explicar mejor ciertos patrones de distribución biogeográfica.
La presencia de iguanas, tanto vivas (Brachylophus) como extintas (Lapitiguana), en las islas de Fiji y Tonga, que se encuentran en el Océano Pacífico Sur, en la región de Melanesia y Polinesia, respectivamente, puede ser un un ejemplo famoso de cómo algunas especies pueden viajar grandes distancias y, al llegar a un nuevo lugar, evolucionar en especies diferentes. Las iguanas componen 9 géneros de lagartijas grandes y generalmente herbívoras originales de América del Norte, Central y del Sur, muchas islas del Caribe y las Islas Galápagos.
¿Qué es lo intrigante? Que la costa occidental de América del Norte continental está a unos 8.000 km de Fiyi y ha habido muy pocas masas de tierra entre América y Fiyi a lo largo del tiempo. ¿Cómo llegaron, entonces, las iguanas a Fiji?
Una posibilidad es que alcanzaron estas islas en un solo viaje de rafting a través del Océano Pacífico, sugiere un grupo de investigadores en un artículo publicado este lunes. En él, analizaron más de 4.000 fragmentos de ADN y más de 2 millones de pares de bases de secuencias genéticas. Los resultados confirmaron que las iguanas de Fiyi (Brachylophus) está estrechamente relacionado con Dipsosaurus, la iguana del desierto de América del Norte. Mediante el análisis de fósiles y árboles evolutivos, determinaron que el linaje de Fiyi surgió hace aproximadamente 34 a 31 millones de años, coincidiendo con la formación de las islas.
Al comparar distintos modelos, los investigadores concluyeron que la hipótesis más probable es que Brachylophus llegó a Fiji a través de una dispersión oceánica desde América del Norte. Este escenario es el que mejor explica la distribución actual y el registro fósil de estos reptiles. Ahora, ¿cómo fue exactamente ese viaje?
Las iguanas de Fiji probablemente se dispersaron desde América del Norte, específicamente desde dentro o cerca del rango actual de Dipsosaurus, un género de iguanas del desierto del oeste de EE. UU. y el norte de México. El viaje pudo haberse facilitado por las corrientes oceánicas que movían el agua desde la costa de México hacia el Pacífico Sur. La travesía pudo durar entre 80 y 120 días. Durante este tiempo, las iguanas pudieron haber sobrevivido gracias a su capacidad de ayuno prolongado y su resistencia al calor y la deshidratación, características observadas en Dipsosaurus, que puede tolerar temperaturas extremas y vivir en zonas sin agua dulce permanente.
“Aunque nuestros análisis indican que las iguanas de Fiji se originaron y llegaron en balsa a América del Norte, hay algunas consideraciones adicionales”, escriben los investigadores. Por ejemplo, no se puede descartar por completo que las iguanas de Fiji hayan llegado a través de una dispersión escalonada, saltando de isla en isla por el Pacífico. Esta hipótesis se basa en la posible existencia de islas volcánicas transitorias que facilitaron la dispersión pero que no dejaron registro fósil. Sin embargo, la evidencia que tienen los científicos hace que esto sea poco probable, ya que implicaría que las iguanas colonizaron múltiples islas donde luego se extinguieron sin dejar rastro. El registro fósil sigue siendo crucial para esclarecer el origen exacto de las iguanas de Fiji y podría proporcionar otra información clave.
No se sabe que ningún otro vertebrado no volador, incluidos los oplúridos o cualquier otro lagarto, haya cruzado distancias tan largas como los ancestros de las iguanas de Fiji, que navegaron en “balsa” más de 8000 km a través del océano Pacífico, un viaje reservado de otro modo para organismos marinos, aves, plantas o invertebrados terrestres. Es decir, este sería el viaje de rafting más largo conocido.
No es la primera vez que el raftgin oceánico se reconoce como un mecanimos importante para diversificación biológica. En 1995, por ejemplo, se observó una estera de vegetación con al menos 15 iguanas verdes individuales ( Iguana iguana ) que probablemente se originaron en las islas de Guadalupe tocando tierra en Anguila, una isla a 300 km de distancia que ya estaba habitada por una especie diferente de iguana, I. delicatissima. Esto resultó en la colonización exitosa de Anguila por I. iguana y la posterior hibridación con la I. delicatissima en peligro crítico de extinción. La observación directa de I. iguana colonizando Anguila demostró en tiempo real la viabilidad del rafting de larga distancia sobre el agua como mecanismo para poblar islas marinas.
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