En los últimos días, a pocas semanas de la realización de la próxima cumbre mundial del clima en Brasil (la COP30), se publicaron dos informes internacionales que revelan cómo los recursos financieros del mundo destinados a proteger los bosques y frenar la deforestación no solo no están siendo suficientes, sino que las inversiones en sectores que aumentan los riesgos sobre estos ecosistemas son abrumadoramente superiores. Se estima, que por cada peso que se invierte en la protección de los bosques, se invierten 200 en sectores que amenazan su conservación.
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“A pesar de toda la atención que se ha prestado recientemente a la financiación de los bosques, aún no hemos comenzado a ver una movilización de fondos a gran escala. La financiación pública internacional sigue estando muy por debajo de lo necesario para alcanzar los objetivos forestales mundiales, con una media de solo 5.700 millones de dólares al año. Este total representa solo el 1,4 % de los 409.000 millones de dólares de financiación pública que se destinan anualmente a subvenciones agrícolas perjudiciales para el medio ambiente”, explica a este diario Erin Matson, autora principal del reporte Forest Declaration Assesment 2025 (FDA).
Este último informe le hace seguimiento al compromiso que adquirieron más de 140 países del mundo en una declaración en la conferencia climática de las Naciones Unidas realizada en Glasgow (Escocia) en 2021 en la que se comprometieron a detener o revertir la deforestación para 2030, es decir, en los próximos cinco años.
En esta misma línea, un informe del Programa de las Naciones Unidas Para El Desarrollo (PNUD), de la ONU, también revisó este asunto y encontró que para cumplir con varios pactos climáticos, de biodiversidad y restauración, los recursos destinados a estas acciones deben triplicarse a más de 300.000 millones de dólares para 2030.
Mientras esto ocurre, el panorama para estos ecosistemas no es alentador. Se estima que durante 2024 el mundo perdió casi 8,1 millones de hectáreas de bosque debido a la deforestación. Además, según cifras de las Naciones Unidas, cada seis segundos se pierde en la Amazonia una superficie de selva tropical aproximadamente del tamaño de un campo de fútbol.
Según los informes, en los últimos años Colombia ha tenido algunos resultados positivos, la deforestación cayó 33 % en el primer trimestre de 2025, pero el reto sigue siendo mantener estas tendencias en el largo plazo.
Y, como recuerda Camilo Correa, investigador de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana (en Bogotá), cuando miramos la pérdida de bosque, “no se debe solo pensar en el número de hectáreas perdidas, sino en las funcionalidades de los ecosistemas. Colombia y los otros países amazónicos pueden tener todavía mucha cobertura de bosque, pero si estos están fragmentados, en pedazos pequeños y atomizados en el espacio geográfico, y además están incomunicados, pierden su capacidad de sostener la fauna”.
Hay que recordar que, según estudios de la FAO, los bosques cubren el 30 % de la superficie terrestre y son fundamentales para “la estabilidad climática, la biodiversidad y el bienestar humano”. Alrededor de una cuarta parte de la población mundial, incluidas aproximadamente mil millones de mujeres, depende directamente de los bosques para su sustento, y se estima que estos ecosistemas son el hogar del 80 % de las especies terrestres.
La cadena detrás de la deforestación
Además de las preocupantes cifras de pérdida de bosque, las dinámicas detrás de estas amenazas continúan limitando los esfuerzos para conservar los bosques. Según explica Matson, la producción de productos básicos —incluidos cultivos, ganado, madera y productos básicos extraídos como carbón, metales y minerales— sigue siendo el principal motor de la deforestación y la conversión de ecosistemas.
En particular, según el informe de Forest Declaration Assesment 2025, la agricultura en el mundo, que aumentó un 56 % entre 2000 y 2022, es la principal responsable de la pérdida de cobertura de bosque.
“Este tipo de deforestación es causada por una serie de factores: los patrones de demanda de productos básicos, tanto para el consumo interno como para el comercio internacional; las regulaciones comerciales y los aranceles que pueden alterar las zonas de producción y los flujos de productos básicos; la dinámica del uso del suelo a nivel nacional, como la especulación inmobiliaria, en la que se considera que el valor del suelo aumenta una vez que se ha talado el bosque; y la débil aplicación de la ley, pues se estima que entre el 69 % y el 94 % de la deforestación tropical es ilegal”, explica Matson.
Como explica Tania González, doctora en Ciencias e investigadora de la ecología del paisaje de la Universidad Javeriana, “en el aumento de la frontera agrícola y pecuaria también influye mucho el fuego que sigue siendo una de las herramientas que se utilizan para limpiar los terrenos, generar nutrientes disponibles y desarrollar actividades agrícolas. Además, se usa para la renovación de pastos en actividades ganaderas”, sostiene.
El reporte también pone sobre la mesa que solo una de cada tres empresas agrícolas y forestales en el mundo tienen políticas o compromisos públicos para evitar la deforestación en toda su cadena de suministro; por ejemplo, en productos como palma, soya, carne, madera o cacao. Esto último, según Forest 500, un informe que evalúa cada año qué tan comprometidas están las grandes empresas y entidades financieras del mundo con frenar la deforestación. Los sectores con mayores problemas de trazabilidad de sus compromisos son los del cuero, la industria cárnica, el caucho y el cafetero.
En esto último también da nuevos detalles el reporte de las Naciones Unidas. En 2023, solo una pequeña fracción de estas cadenas estaba certificada como “libre de deforestación”. Por ejemplo, solo el 46 % de la producción mundial de cacao cuenta con esta certificación. Para el café la cifra está cerca del 40 %.
Otra de las conclusiones del informe Forest Assessment habla sobre la existencia de la “trampa de deuda” que evita que los países en desarrollo inviertan más en la conservación. Para 2024, se estima que la deuda de países en desarrollo es de 31 billones de dólares estadounidenses, lo que impulsa a los países hacia “economías extractivas” y desincentiva el manejo sostenible de la tierra, para destinarlo al servicio de la deuda.
¿Cómo está Colombia en la pérdida de bosques?
El país fue señalado por el informe, junto con Brasil e Indonesia, como uno de los ejemplos de cómo algunas reformas nacionales pueden dar resultados para disminuir la deforestación, aunque “mantener el progreso sigue siendo un gran desafío”.
Colombia redujo la deforestación en 2023 gracias, según el informe, a una mayor prioridad política en la protección ambiental y al fortalecimiento del control y la vigilancia. Sin embargo, en 2024 se registró un repunte, lo que evidenció la necesidad de mantener políticas firmes y apoyo internacional en este campo. En 2025, Colombia volvió a mostrar avances: la deforestación cayó 33 % en el primer trimestre, en particular tras nuevas medidas oficiales para mejorar la gestión ambiental y proteger al personal que trabaja en la defensa de los ecosistemas.
Sin embargo, el informe alerta que las ambiciones de los países, que están siendo insuficientes de por sí, podrían estar llegando a su techo. “Los Compromisos Nacionales Determinados (los compromisos climáticos de cada país en el marco del Acuerdo de París) siguen siendo poco ambiciosos. Los conflictos, la deuda y las disputas comerciales amenazan aún más los esfuerzos de conservación. El debilitamiento de las regulaciones, los retrasos en la aplicación de las políticas y la reducción de la ayuda exterior pueden indicar que el impulso anterior en materia de objetivos forestales puede flaquear aún más”, se lee en el informe.
Como contamos en esta nota, Colombia actualizó hace unas semanas sus metas para la contención de la deforestación, la cual se busca reducir a un rango de 37.500 a 49.999 hectáreas anuales para 2035. Uno de los aspectos más llamativos es que, en su valor máximo (casi unas 50.000 hectáreas), la meta para los próximos diez años es casi igual a la prevista para 2030. Lo que iría en línea con la advertencia del informe.
Sobre este punto, fuentes del Ministerio de Ambiente aseguran que la definición de este límite se trató de una decisión técnica, pues el límite inferior de 37.500 hectáreas representa, según un estudio de la cartera, el valor con el que el país cumpliría con todas las metas de disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2035. Sin embargo, desde el ministerio se considera que establecer este nivel de ambición como una obligación recargaría a este sector, mientras que hay otros frentes como el sector energético o de transporte en los que se podría avanzar más.
Por su parte, le preguntamos al Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) sobre las perspectivas sobre la contención de la deforestación en Colombia. Según la entidad, considerando las cifras históricas de deforestación con las que hasta el momento cuenta el país, se puede señalar que el país se encuentra en la senda de cumplimiento de su meta vinculada con la pérdida de la cobertura forestal.
“Si bien en 2024 hubo un repunte del 43 % respecto de la cifra lograda en el año inmediatamente anterior, todo apunta a que el país se afianzará en esa senda de reducción de la deforestación que fue trazada en 2020”, dice Ghisliane Echeverry, directora del Ideam. “Así, se espera que en 2025 la tasa de deforestación no sea mayor a 100.000. Estos son indicios claros de que el país podría cumplir su meta de solo 50.000 hectáreas deforestadas en 2030, como se propuso en la NDC”.
Pero, ¿qué retos quedan para Colombia en torno a la pérdida de bosques? Para Correa, de la U. Javeriana, “uno de los grandes retos que tenemos en tener mejor lineamientos para medir mejor la pérdida de conectividad de los bosques y, además, priorizar la protección de corredores ecológicos como los que unen los Andes con el piedemonte llanero o con la Orinoquía. Porque si todos estos corredores se rompen, se rompe todo el sistema, y eso, en términos evolutivos, es muy grave, porque los flujos que vienen del Amazonas hacia los Andes son fundamentales para mantener la diversidad global”.
Por su parte, para González, de la Universidad Javeriana, en el país se necesita “ley de manejo integral del fuego considere tres pilares: el rol cultural del fuego, el rol ecológico del fuego, pues no todo disturbio de este tipo es un incendio forestal, y todo lo que tiene que ver con el manejo. Por su parte, en el país se ha avanzado en el tema del monitoreo de los impactos asociados a los incendios, pero se trata aún de una metodología que no está acoplada a las autoridades locales”.
La discusión que se viene por la plata climática
Uno de los puntos que resalta el informe es que “los flujos financieros siguen estando desalineados con los objetivos globales de bosques, biodiversidad y clima”. Y esta se espera que sea una de las discusiones que se darán en la próxima COP.
“Este tema empezó a discutirse durante la cumbre mundial del clima en Dubái, en particular la cuestión de las pérdidas y daños asociados al cambio climático en las nuevas NDC. La magnitud del financiamiento internacional es un asunto que deberá retomarse en la próxima COP”, opina Iván Darío Valencia, Coordinador de Políticas en Colombia del Instituto Global para el Crecimiento Verde (GGGI, por sus siglas en inglés).
Para los autores del informe, una de las mayores esperanzas para mejorar las finanzas es una nueva propuesta conocida como el Fondo de Bosques Tropicales para Siempre (TFFF, por sus siglas en inglés). “Lo novedoso de esta iniciativa [el TFFF] es su escala, su simplicidad, su visión a largo plazo y el liderazgo del Sur Global”, afirma Elisabeth Hoch, directora del think tank Climate and Company.
Su objetivo es crear un mecanismo de financiación a largo plazo, basado en pagos regulares y sostenibles por los servicios ecosistémicos que prestan los bosques (como captura de carbono, biodiversidad y regulación hídrica). Se busca crear un fondo que incentive, además, la inversión de privados con mayores salvaguardas.
Como concluye Matson, “aunque innovador, el modelo del TFFF depende de muchos otros factores externos para tener éxito; en particular, es necesario reformar las regulaciones financieras a nivel mundial para proteger los bosques de inversiones perjudiciales que contrarrestarían cualquier beneficio del TFFF. Además, los países del Sur Global que reciben pagos deben seguir recibiendo apoyo a través de otras reformas, como la reforma de la deuda soberana, con el fin de liberar todo el potencial de la prosperidad económica alineada con los objetivos forestales”.
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