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Un grupo de investigadores documentó los orígenes y la propagación de una tradición de secuestro interespecies en la naturaleza. Los científicos documentaron el transporte de once crías de monos aulladores (Alouatta palliata coibensis) por cinco monos capuchinos carablanca machos inmaduros (Cebus capucinus imitator) durante 15 meses en la isla Jicarón, Parque Nacional Coiba, en Panamá. Las observaciones, dicen los autores, son únicas en el estudio de estos animales.
La investigación, publicada en la revista científica revisada por pares Current Biology, ofrece entonces la primera documentación conocida de una tradición social en la que los animales raptan y secuestran repetidamente crías de otras especies, sin ningún beneficio claro para ellos. Según sus autores, destaca cómo la cultura animal puede asemejarse a la nuestra. “Demostramos que los animales no humanos también tienen la capacidad de desarrollar tradiciones culturales sin funciones claras, pero con consecuencias destructivas para el mundo que los rodea”.
Todos los casos ocurrieron en un grupo de capuchinos, que se han estudiado desde 2017. En 2022, la investigadora doctoral Zoë Goldsborough, del Instituto Max Planck, revisaba las imágenes de una cámara trampa cuando descubrió un avistamiento inusual, algo nunca antes visto en los cinco años de datos anteriores: un mono capuchino cargando a una cría de mono aullador en su lomo.
“Fue tan extraño que fui directamente a la oficina de mi asesor a preguntarle qué era”, recuerda Goldsborough, citada por el Instituto Max Planck. “Teníamos todas las grabaciones de las cámaras de Jicarón de todo el año”, dice Brendan Barrett, asesor de Goldsborough, “así que pudimos reconstruir la escena y ver si este comportamiento extraño era solo un caso aislado o algo más grave”.
Después de descubrir la primera evidencia de capuchinos cargando crías de aullador, los científicos estudiaron las grabaciones de 86 cámaras trampa sin cebo desplegadas de enero de 2022 a julio de 2023 en el parque. “Al principio, pensamos que podría tratarse de una adopción”, dice Goldsborough. En el estudio se explica que existen anécdotas de algunos animales que adoptan crías de otras especies. En un caso bien conocido de 2006, una pareja de capuchinos adoptó a una cría de tití y logró criarla hasta la edad adulta. Pero esta interpretación presentaba un problema: la adopción de animales casi siempre la realizan las hembras, quienes presumiblemente lo hacen para practicar el cuidado de las crías.
En esta ocasión. en casi todos los casos, el portador era el mismo individuo: un macho subadulto al que se llamó Joker. Los investigadores recopilaron las imágenes en una web que documenta la propagación de este comportamiento. Pronto, lo que hacía Joker se expandió entre sus similares. “La cronología completa nos cuenta la fascinante historia de un individuo que inició un comportamiento aleatorio, el cual fue adoptado con creciente rapidez por otros machos jóvenes”, dice Barrett. Los autores lo describen como una tradición social o una moda cultural: un comportamiento que se propaga en una población mediante el aprendizaje social.
La mayoría de las crías de monos aullador captadas parecían sanas en los avistamientos iniciales, pero su estado se deterioró con el tiempo. Al menos cuatro crías murieron, aparentemente por desnutrición. Tres fueron llevadas al menos un día después de su muerte; no se observaron heridas ni depredación en las crías. “Los capuchinos no lastimaron a las crías”, enfatiza Goldsborough en su artículo, “pero no pudieron proporcionarles la leche que necesitan para sobrevivir”.
Los investigadores escribieron en su artículo que creen, entonces, que se trata de casos de secuestro y no de adopción tras el abandono materno por las siguientes razones: la frecuencia con la que aparecieron nuevas crías de aullador (incluyendo dos simultáneamente), se les impidió escapar por la fuerza, y los aulladores adultos intercambiaron llamadas perdidas con las crías durante periodos de hasta 30 minutos. “Dado que los aulladores adultos pesan casi tres veces más que los capuchinos jóvenes, es probable que los secuestros sean riesgosos”, se lee en el estudio. Los científicos desconocen cómo los capuchinos secuestraron a los aulladores, ya que las cámaras trampa no captan la actividad en los árboles, donde es probable que se hayan producido los secuestros.
¿Qué es lo que motiva a los capuchinos para secuestrar a los aulladores? El secuestro y el transporte de crías de aullador no parece tener beneficios evidentes para la aptitud física ni un refuerzo social positivo, dicen los científicos. En otras palabras, los machos no se comen a las crías, no juegan con ellas y no reciben más atención de sus compañeros de grupo mientras llevan una cría. “No vemos ningún beneficio claro para los capuchinos”, dice Goldsborough, “pero tampoco vemos costos claros, aunque podría dificultar un poco el uso de herramientas”.
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