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Financiar la naturaleza: de los discursos a la acción

Invertir menos del 1 % del PIB mundial en soluciones basadas en la naturaleza podría ayudar a enfrentar tanto el cambio climático como la crisis de pérdida de biodiversidad. Sin embargo, solo una fracción de esos recursos se está destinando a dichas soluciones. El dinero existe, pero está en el lugar equivocado. | Opinión.

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Santiago Aparicio Velásquez*
06 de marzo de 2025 - 08:17 p. m.
Río, destino turístico del Amazonas
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Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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A altas horas de la madrugada del viernes 28 de febrero, reunidas en Roma, las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) concluyeron las negociaciones iniciadas en Cali, Colombia, en octubre del 2024, para luego anunciar a los medios de comunicación haber logrado un gran acuerdo frente a la financiación para proteger la biodiversidad. Los temas pactados en convenciones internacionales como esta se materializan a través de lo que se denominan medios de implementación, entre los cuales están el financiamiento, el desarrollo y transferencia de tecnología, la creación de capacidades y la información, entre otros. Probablemente, uno de los más relevantes sea la financiación, pues, como se dice, la conservación sin financiación es solo una buena conversación.

En la COP15 de Biodiversidad, celebrada hace dos años en Canadá, se acordó movilizar anualmente 200.000 millones de dólares para la naturaleza hasta 2030. Con esto se pretendía cerrar la brecha financiera, estimada en 700.000 millones de dólares. En la COP16 de 2024, WWF presentó cálculos actualizados, indicando que se necesitan aproximadamente 967.000 millones de dólares anuales para cumplir con las metas del Marco Global de Biodiversidad y que la inversión actual en la materia apenas se sitúa entre 124.000 y 143.000 millones de dólares al año, es decir, una cifra mucho menor que la necesaria.

A propósito de estos datos, en la COP16 se logró un acuerdo sobre un plan para avanzar, movilizar y monitorear dichos recursos. De igual forma, se lanzó el Fondo Cali, fondo de financiamiento que será operado por Naciones Unidas, y que establece que las empresas deben destinar el 1 % de sus ganancias o el 0,1 % de sus ingresos al fondo con el objetivo de financiar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad. Aunque es un paso importante en la dirección correcta, estamos lejos de que esto pueda materializarse en acciones efectivas. Un tema es tener la ruta y la arquitectura y otro tener los recursos como tal. Así como construir un hospital sin tener el personal o los equipos no puede curar y salvar vidas, tener una hoja de ruta sobre el financiamiento sin las finanzas, no generará per se un impacto sobre la Naturaleza.

Dada la magnitud de la crisis de pérdida de naturaleza, donde el 70 % de la fauna silvestre ha desaparecido desde 1970 debido a los impactos negativos del accionar humano, requerimos un cambio de perspectiva. Solo centrarnos en movilizar recursos para mitigar esta crisis y proteger la flora del planeta (flujos verdes) no es suficiente, debemos contener los flujos de financiamiento dañinos (flujos marrón) que puede tener un impacto mayor. No hacerlo es como caminar dando un paso hacia adelante y luego tres hacia atrás. El daño avanza en avión y las soluciones para revertirlo lo hacen a pie. Muestra de lo anterior es que, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, las finanzas invertidas en actividades dañinas para el medio ambiente ascienden a siete billones de dólares anuales.

Aproximadamente la mitad del PIB mundial depende de los servicios que brinda la naturaleza—desde los alimentos que consumimos hasta el agua que bebemos y el aire que respiramos. Según el informe sobre el Estado de las Finanzas de la Naturaleza de las Naciones Unidas, invertir menos del 1 % del PIB mundial en soluciones basadas en la naturaleza podría ayudar a enfrentar tanto el cambio climático como la crisis de pérdida de biodiversidad. Sin embargo, solo una fracción de esos recursos se está destinando a dichas soluciones. El dinero existe, pero está en el lugar equivocado. A medida que empresas y gobiernos enfrenten con mayor claridad los riesgos e impactos ambientales que ya tocan sus puertas, es de esperar que los flujos financieros comiencen a dirigirse donde realmente se necesitan. Ojalá la conciencia colectiva acelere este cambio antes de que sea demasiado tarde.

*Divulgador científico y autor del libro «El ABC Visual del Cambio Climático».

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Por Santiago Aparicio Velásquez*

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