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Francisco Posada, el caleño que detonó el escándalo de Volkswagen

Uno de los expertos que ayudó a descubrir cómo esta multinacional automotriz evadió sus responsabilidades medioambientales, es colombiano.

Daniel Pacheco, Washington, Especial para El Espectador
06 de diciembre de 2015 - 03:29 a. m.

Como un buen ingeniero mecánico, Francisco Posada, un caleño de 38 años, entiende su lugar en la cadena causal que terminó con la renuncia del director ejecutivo de Volkswagen, Martin Winterkorn, y su primer reporte de pérdidas en 15 años. La productora de carros alemana, la segunda más grande del mundo, protagonizó en septiembre el escándalo corporativo del año, cuando admitió a autoridades estadounidenses que había instalado un software para hacer trampa en los controles de emisiones de gases tóxicos en cerca de 11 millones de vehículos diesel. Al principio de este escándalo, como un desencadenante accidental, estuvo la investigación de este colombiano.

Desde Washington, Francisco lideró el equipo de la ONG que alertó a los reguladores de EE.UU. sobre los problemas en los vehículos Volkswagen. Como investigador senior del Consejo Internacional del Transporte Limpio (ICCT, por sus siglas en inglés), una organización dedicada a la investigación en temas de transporte, Francisco estuvo a cargo de las pruebas y el análisis de datos de 3 vehículos diesel de pasajeros, un Passat y un Jetta de Volkswagen, y un X5 de BMW. Encontró que en el laboratorio, en condiciones controladas, las emisiones de óxido de nitrógeno de los Volkswagen cumplían con los estándares, pero en las pruebas de carretera, los superaban hasta por 40 veces.

Pero el título del “colombiano que tumbó al director ejecutivo de Volkswagen” no le gusta. Ver que en Colombia los medios titularon así su rol en el escándalo le da risa y cuenta que “a uno de mis colegas de la India, que también trabajó en el proyecto, lo llamó igual un medio de su país”. “Al final”, dice con modestia, “lo que me pone feliz de mi trabajo es que tuvo un impacto inmediato, y sacó del ambiente toneladas de óxido de nitrógeno”.

La curiosidad de Francisco y la suerte fueron las armas letales para el fraude de Volkswagen. El proyecto de medición comenzó porque en Europa otros estudios mostraban que varios carros diesel tenían resultados distintos en el laboratorio, donde son certificados sus niveles de emisiones, a cuando eran probados en condiciones de conducción normal en carreteras.

Por eso surgió la idea de hacer una prueba para evaluar si lo mismo pasaba en EE.UU. Pero conseguir carros diesel “fue un dolor de cabeza”. Francisco pasó horas en internet y llamando a concesionarios especializados, con poca suerte. Sólo tenía dos carros, un Jetta y el BMW. Para conseguir el tercero, apenas suficiente para hacer un estudio con una muestra suficientemente grande, tuvo que poner un clasificado. Al final el azar dictó que fuera un californiano con un Volkswagen Passat el que respondiera al aviso en un periódico.

Cuando salieron los resultados el equipo de Francisco duró ocho meses analizándolos. No entendían por qué los resultados de los dos Volkswagen eran tan distintos en condiciones de conducción normal, que superaban por mucho los niveles permitidos. El BMW, de otro lado, se comportó perfectamente. “Los Volkswagen se comportaban tan mal, y no tenía sentido. No pudimos ofrecer una teoría fuerte. Pero el proyecto sólo era medir”. Fueron estos resultados los que pusieron a Volkswagen en la mira de las autoridades ambientales de EE.UU., y luego de muchas más pruebas, desataron el escándalo.

Mucho más atrás en la sucesión de hechos que tienen a este caleño como detonador de la debacle de Volkswagen, está el páramo de Las Hermosas, en el Valle del Cauca. Los paseos de mochilero de Francisco formaron su gusto por la naturaleza y el aire limpio que quiso combinar con la ingeniería mecánica. Estudió becado en la Universidad del Valle. Él y su hermano fueron los primeros profesionales de un núcleo familiar que describe como “de clase media media”. Unos años después de graduarse y trabajar en el sector automotriz, se fue a la Universidad de West Virginia a hacer su doctorado. Cuando terminó, y ante la encrucijada de ir a trabajar para los que producían carros, o en el sector que los regulaba, se decidió por el ICCT, donde está desde el 2010.

Cuando viene a Colombia, Francisco dice que “la gente no es consciente de lo sucio que es el aire”. Convertido en todo un catador de emisiones, lo que le molesta es saber que la tecnología para mejorar drásticamente el medio ambiente ya existe, pero como en el caso de Volkswagen, los reguladores estatales siguen un paso atrás de los productores privados de carros, mientras son los ciudadanos los que respiran la trampa.

 

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Por Daniel Pacheco, Washington, Especial para El Espectador

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