Cada año, la humanidad libera un promedio de 51.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, o de dióxido de carbono equivalente (CO2e), en la atmósfera. Para ponerlo en perspectiva, esto significa que en el último minuto que acaba de pasar los seres humanos y sus actividades han emitido cerca de 97.000 toneladas. No se trata de una cifra sencilla de dimensionar en nuestras cabezas, pero sus efectos son cada vez más claros.
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Por ejemplo, según lo reconoció la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y otras agencias científicas como la NASA y el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea, el 2024 fue el año más caluroso desde que se lleva registro en la historia moderna. Este dato muestra los retos para lograr lo pactado en el Acuerdo de París para mantener el aumento de las temperaturas por debajo de 2 °C, y preferiblemente 1,5 °C, con respecto a los niveles preindustriales.
Como le contamos en esta nota, Colombia ya fijo sus nuevas metas ambientales que presentará ante la ONU. Entre otros puntos, el país se comprometió a que en 2030 las emisiones no superen los 169,44 millones de toneladas de CO₂ equivalente y que para 2035 se ubiquen en un rango máximo de 155 a 161 millones de toneladas. En 2018 el país emitió el equivalente a 302 millones de toneladas directas.
Para evitar que el mundo se enfrente a un desastre climático, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), realiza ciclos de informes que resumen la evidencia y guían a los gobiernos sobre el camino a seguir.
En este momento, de hecho, cientos de científicos han comenzado a trabajar en el Séptimo Ciclo de Evaluación (AR7, por sus siglas en inglés). Entre ellos, se encuentra Jorge Hernán García, investigador y docente de la Universidad de los Andes, que fue seleccionado como autor principal del Grupo de Trabajo III, enfocado en la mitigación del cambio climático, específicamente en el capítulo que analiza las emisiones pasadas y actuales, así como sus principales impulsores
En entrevista con El Espectador, García habla sobre el rol que jugará en el IPCC, los retos para detener las emisiones de gases de efecto invernadero y cómo avanza Colombia en esta tarea mundial.
¿Cuál será su rol en el nuevo informe del IPCC?
Como autor principal, estaré estudiando y liderando la relación entre las emisiones de gases de efecto invernadero, a diferentes escalas y sus impulsores o ‘drivers’. En particular, buscamos determinar qué macrotendencias se han detectado en los últimos años en factores como la población, crecimiento económico, el desarrollo tecnológico, pero también en las políticas de mitigación. En resumen, estaré interpretando un poco lo que ha sucedido detrás de esas tendencias de emisiones.
Usted es, de formación, ingeniero civil. ¿Cómo llegó a dedicarse al estudio del cambio climático?
La formación de ingeniero se centra en la solución de problemas, más allá de un perfil particular. Luego de una serie de visitas a los parques naturales del país, me enfoqué en temas ambientales. Con esta visión terminé estudiando una maestría en economía ambiental y después un doctorado en economía con énfasis en políticas ambientales. Actualmente, me dedico al estudio del cambio climático desde una perspectiva económica.
Uno de los hitos en mi carrera fue que trabajé cerca de 6 años en el Centro de Investigación Internacional sobre el Cambio Climático (CICERO) en Oslo, en Noruega, que es un centro interdisciplinario sobre este tema, donde hay climatólogos e investigadores líderes en diferentes disciplinas. Allí me familiaricé con el trabajo y el proceso del IPCC.
Durante los últimos años se ha escuchado, de manera creciente, del impacto de los gases de efecto invernadero en el clima del planeta. ¿Cuáles son esos elementos que aún desconocemos sobre sus impulsores? ¿Cómo cree que el nuevo informe del IPCC dará nuevas luces al respecto?
Algo importante a tener en cuenta sobre estos informes es que el IPCC no realiza nuevas investigaciones, sino que recopila los resultados de las investigaciones existentes relevantes para el cambio climático, las analiza e interpreta como un cuerpo de evidencia científica. Uno de los retos es que cada año se publican cada vez más estudios y se produce nueva información sobre este tema, y tenemos la tarea de analizar grandes volúmenes de información.
Uno de los puntos más interesantes será estudiar lo que ha ocurrido en años recientes y lo que está ocurriendo actualmente, tanto a nivel local como global, con relación al cambio tecnológico. Un ejemplo son las energías renovables, y las políticas asociadas. y qué tipo de conclusiones nos están empezando a arrojar la evidencia.
¿Qué balance deja Colombia en este desafío mundial para reducir sus emisiones?
Colombia tiene un perfil de emisiones que difiere de lo que vemos a nivel global, donde las emisiones por la quema de combustibles fósiles corresponden, aproximadamente, a dos tercios de las emisiones globales, mientras que las emisiones generadas por el cambio y el uso de la tierra son entre el 20 % y el 25 %. En Colombia esa relación se invierte, las emisiones netas generadas por el cambio y el uso de la tierra son entre un 50 % y un 60%, y las del sector energía como un todo son poco menos de un tercio de las emisiones totales. La prominencia en Colombia de las emisiones generadas por el cambio y uso del suelo se debe en buena medida a la deforestación.
Esto aumenta el reto, pues no son actividades que sean fáciles de medir, como poner sensores en una chimenea de una fábrica, sino que estamos intentando medir y controlar lo que ocurre en grandes extensiones de tierra. En Colombia, además, hay retos futuros, pues la población está creciendo y, si bien tenemos una matriz eléctrica más o menos limpia con las hidroeléctricas, la matriz energética, en particular la del transporte, aún emite emisiones importantes; hay que avanzar en descarbonizarla.
Frente a esto último, en términos de políticas para mitigar las emisiones, ¿cuál parece ser la más efectiva?
El desarrollo tecnológico autónomo por parte de las empresas y actores económicos puede llevarnos lejos, pero para acelerar la reducción de emisión de gases de efecto invernadero es necesaria la regulación. En esto es fundamental asignar un precio lo suficientemente alto a las emisiones de dióxido de carbono. Este precio actúa como una señal que guiará las decisiones de producción y consumo que inducirá la descarbonización de las economías.
Cada vez hay más jurisdicciones en el mundo donde se le cobra un precio a los agentes que emiten CO₂ La tendencia es que el precio a las emisiones sea cada vez más alto. Incluso en países con economías mixtas como Vietnam y China se están implementando este tipo de políticas de mercado, ya que han demostrado resultados prometedores en la reducción de emisiones de manera costoefectiva.
¿Están siendo efectivas estas políticas de mitigación en Colombia?
En esta materia, el país ha implementado varias políticas como el desmantelamiento de los subsidios a la gasolina que, además de disminuir el hueco fiscal, tiene como resultado que las actividades contaminantes cada vez sean más costosas. Por su parte, Colombia también ha implementado el conocido impuesto al carbono en algunos sectores que, aunque es relativamente bajo, es un paso en la dirección correcta. .
Pero hay ciertas tareas pendientes…
Una primera tarea es ajustar el mecanismo de compensación que tiene el impuesto al carbono en el país y su gobernanza. Este mecanismo permite a las empresas y agentes contaminantes compensar una parte de sus emisiones en proyectos en sectores no regulados como el forestal, en lugar de pagar el impuesto. Estudios recientes han demostrado que, a pesar de que el mecanismo busca canalizar financiación para la protección de ecosistemas claves del país como la Amazonia, no ha generado los resultados esperados.
Otro tema importante es el posible desmonte del subsidio al ACPM, lo cual es un tema complejo, pues puede encarecer la canasta familiar en una sociedad con grupos sociales muy vulnerables, pero es algo que se tiene que hacer de forma progresiva al mismo tiempo que se comienza a apostándole a la electrificación. En lo que tiene que ver con energía solar, el país ha avanzado en años recientes y alcanzó poco más de 2000 megavatios de capacidad instalada, pero en energía eólica seguimos atrasados, en particular porque no hemos encontrado una forma de articular a las comunidades locales en departamentos como La Guajira a la actividad productiva de generación.
Por su parte, y a pesar de que el Programa Nacional de Cupos Transables de Emisión (PNCTE) está contemplado en la Ley de Cambio Climático de 2018, ningún gobierno ha logrado implementarlo hasta la fecha. Este es un instrumento de mercado que ha ayudado a diferentes jurisdicciones alrededor del mundo a limitar las emisiones e impulsar que las empresas y a los agentes económicos a que inviertan en procesos de descarbonización.
En ocasiones, cuando se habla de descarbonizar la economía, existe cierto ruido de que Colombia no contamina tanto como gigantes como Estados Unidos o China, por lo que se deberían limitar sus ambiciones climáticas. Lo que suma a crecientes voces mundiales que impulsan el negacionismo climático. ¿Qué responde usted a estas críticas?
Cuando un bus se vara, todos sus pasajeros deben ayudar a empujarlo. De la misma manera, el sistema climático de nuestro planeta está en crisis, y es crucial que todos contribuyamos a mitigar el impacto de nuestras acciones. Adicionalmente, hay una cuestión fundamental: cuando hablamos de mitigación, hay dos caras del problema: la producción y el consumo. En el caso de las emisiones, suele concentrarse en medir cuántas emisiones genera un país o cuánto combustible fósil consume. Pero si se reduce el consumo en un lugar, alguien, en principio, debería dejar de producir en otro, y muy pocos países están dispuestos a hacerlo. De ahí surge la discordia. Para ser efectivas, las medidas deben ser globales, porque las acciones unilaterales —ya sea de un país o de un individuo— tienen un impacto limitado sobre las emisiones totales.
Precisamente por eso, el reporte es elaborado por numerosos autores de distintos países: un esfuerzo global de la comunidad científica para entregar la mejor información a los Estados y gobiernos. La lucha contra el efecto invernadero es también un proceso global y, como tal, requiere una conversación entre diferentes actores para coordinar acciones. Vivimos en un mundo complejo, y las medidas aisladas o atomizadas pierden eficacia: el contexto es global y solo la acción coordinada puede generar resultados significativos.
En el contexto de la transición energética se ha hablado del gas natural como un combustible que puede servir como pívot en las economías latinoamericanas. Sin embargo, estas explotaciones están relacionadas con un aumento de las emisiones de metano, un gas que calienta a mayor ritmo la atmósfera que el CO₂. ¿Considera que es una opción viable?
Cuando buscamos soluciones al cambio climático, no hay soluciones sencillas. No existe esa situación en la que todo el mundo gana, y a veces hay que escoger el mal menor en temas de mitigación. Un ejemplo de esto también son las energías renovables que requieren de minerales críticos, y requiere pensar en salvaguardas para la protección del medioambiente a nivel local.
Lo mismo ocurre con la energía nuclear, que conlleva preocupaciones medioambientales, pero hay que ponerlas sobre la mesa de discusión.
Y, por otro lado, las noticias que escuchamos sobre el cambio climático puede generar ansiedad y una sensación del fin del mundo. ¿Qué tan preocupados deberíamos estar?
Si algo he aprendido leyendo la literatura científica sobre el cambio climático, y en conversaciones con algunos de los científicos que más saben sobre este tema, es que estamos enfrentados a un problema de escala global, con asimetría en los causantes y los impactos. Y el conocimiento nos está invitando a ser responsables con nuestras acciones.
Ahora, hay historias positivas de países que han logrado desacoplar su crecimiento económico de las emisiones de CO₂, pero también hay desarrollos tecnológicos, que no son lineales y se podrían acelerar en los próximos años, lo que ayuda a impulsar una nueva narrativa más optimista del futuro del planeta.
¿Qué buenas noticias destacaría frente a los avances en el planeta?
Hay muchas innovaciones tecnológicas y políticas que ya están disponibles y están siendo implementadas, es decir, con la tecnología actual implementada sistemáticamente podemos reducir las emisiones. Por ejemplo, si se comparan los requerimientos de energía que se utilizaban con los bombillos de filamento, los de Thomas Alva Edison, con los bombillos LED que ahora iluminan los hogares y las ciudades del mundo, estos últimos son sumamente más eficientes en el uso de electricidad. Y si esto se suma a que esa energía es generada con pocas emisiones, tenemos un ejemplo importante de cómo avanzar.
¿Qué acciones podemos realizar a nivel individual para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta?
La acción más importante es entender que nuestras decisiones de consumo envían un mensaje directo a los productores. Y, en segundo lugar, recordar que vivimos en una democracia: lo que sentimos y pensamos debería reflejarse en las políticas que se implementan. En últimas, las acciones de consumo son relevantes, pero quizá lo más decisivo sea cómo estas se traducen en políticas públicas.
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