La ciencia se toma los páramos de Boyacá

Investigadores de uno de los jardines botánicos más importantes del planeta, en compañía de científicos colombianos, están estudiando en detalle los ecosistemas de este departamento. Tras hacer expediciones a lugares inexplorados, preparan varios proyectos para mostrar cómo la biodiversidad puede aportar al desarrollo de las comunidades.

Sergio Silva Numa / @SergioSilva03
01 de abril de 2018 - 03:02 a. m.
Durante dos expediciones, varios científicos de diferentes institutos recopilaron cerca de 3.700 plantas. Quince pueden ser nuevas para la ciencia.  / Sergio Silva Numa
Durante dos expediciones, varios científicos de diferentes institutos recopilaron cerca de 3.700 plantas. Quince pueden ser nuevas para la ciencia. / Sergio Silva Numa

Es posible que Mauricio Diazgranados sea la persona que más sabe de frailejones en el mundo y una de las que han estudiado más de cerca los páramos. Ha recorrido muchos kilómetros recolectando muestras para intentar comprender esos ecosistemas y esas plantas que hace unos años describió en este diario como bastante excéntricas y difíciles de imaginar para alguien que no las ha visto: “Forma de palma, hojas peludas y gruesas, como orejas gigantes de un burro, pelos blancos, amarillos, plateados o dorados, y por encima de la roseta de hojas, largas ramas florales con flores amarillas”. Hoy, después de bajar y subir muchas montañas, de haber hecho su tesis doctoral sobre estas especies, insiste: “Nos falta muchísimo por conocer de los frailejones”.

La última vez que Mauricio exploró los páramos colombianos fue hace menos de un mes. A finales de febrero viajó a uno que no estaba en su lista, en compañía de un grupo de 40 científicos de varios países. El páramo de Chiscas, a más de 250 kilómetros de distancia de Tunja y en el extremo noroeste del Parque Nacional Natural El Cocuy, los recibió en la noche con nieve y granizo. “No existían colecciones de botánica registradas para esa zona. Creo que fuimos los primeros científicos en entrar”, dice. Para hacerlo necesitaron 19 caballos, 12 carpas, guías locales, cocineros, arrieros y mucha paciencia para que después de décadas de conflicto hubiese paz.

Mauricio habla desde Londres. Su oficina está en uno de los jardines botánicos más importantes del planeta: el Kew Gardens, ubicado al suroriente de la capital inglesa, tiene varias particularidades que seducirían a cualquier biólogo: una biblioteca que resume unos dos mil años de conocimientos en plantas, un gran herbario al que se la añaden 25 mil ejemplares cada año y una colección de hongos con cerca de 1,25 millones de especímenes secos. También tiene un banco de ilustraciones con alrededor de 200 mil dibujos y pinturas. Algunas recientes, otras recopiladas desde el siglo XVIII.

Él es uno de los tres colombianos que forma parte de un grupo de 300 investigadores  del “Kew” (los otros son Óscar Pérez-Escobar, experto en genómica de orquídeas, e Isabel López, quien trabaja con fitoquímica y usos de plantas) y está al frente de un proyecto que lo ha vuelto a unir con los páramos de Boyacá: un acuerdo de cooperación científica entre Reino Unido y Colombia para entender mejor nuestra biodiversidad. Por eso, entre noviembre y marzo, estuvo explorando de nuevo los bosques y las montañas de ese departamento con 49 personas de universidades e institutos colombianos y extranjeros. En dos expediciones recolectaron más de 3.700 plantas, hongos y líquenes. Y aunque Mauricio es reservado con los datos, pues prefiere esperar a que sean sometidos a la rigurosidad de las publicaciones científicas, todo indica que encontraron 15 especies nuevas y 45 nuevos reportes para Colombia.

La idea es que, luego de comprender mejor esa riqueza y de intercambiar saberes con poblaciones locales y científicos nacionales, se busquen nuevos caminos para que ese conocimiento contribuya al desarrollo del país y de las comunidades. En términos un poco más técnicos, con esa colaboración quieren promover la bioeconomía bajo el paraguas del proyecto Colombia Bio. Para hacerlo hay sobre la mesa 20 millones de libras esterlinas (algo así como $60 mil millones) y varias entidades involucradas. El Instituto Humboldt, Colciencias, Parques Nacionales, el Kew Gardens y la Gobernación del departamento son algunas de ellas. Boyacá es la primera región donde estos esfuerzos de la ciencia se han puesto en marcha.

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Entre las particularidades que tiene el Kew Gardens hay una en la que Mauricio se detiene con más detalle: un banco con 2.200 millones de semillas de unas 38.500 especies. Están guardadas en cajas fuertes a una temperatura entre -18 y -20 grados Celsius. En un mundo en el que uno de cada cinco tipos de plantas tiene alguna amenaza, este mecanismo de conservación ha sido uno de los más efectivos que ha encontrado la ciencia para salvarlas de la extinción. Hay tantas y son tan diversas, que es posible que las bóvedas del Millennium Seed Bank Partnership, como se llama oficialmente, sea el lugar donde está la mayor concentración de plantas vivas del planeta.

Hay varias colombianas que muchos botánicos han ido recogiendo de valles y suelos. Una de ellas tiene especial interés para Mauricio: la Espeletia paipana, un frailejón del que sólo quedan unos 20 individuos vivos. Mientras descubren mecanismos para que germinen, por ahora esta será la mejor manera para conservarlos. “No los podemos ver desaparecer y quedarnos de brazos cruzados”, dice.

Antes de 2010, mientras hacía su investigación doctoral, ya había comprobado que algo no andaba bien con los páramos de Boyacá. Siguiendo fotografías a blanco y negro, así como viejos apuntes, logró encontrar el punto exacto donde el botánico español José Cuatrecasas había descubierto varias especies de frailejones décadas atrás. “El Páramo”, lo llamaban. Tras confirmar con los campesinos, lo que encontró fueron cultivos de papa y fríjol.

¿Cómo evitar que eso siga sucediendo? ¿Cómo conservar esos ecosistemas? Hay muchos caminos, pero para Mauricio es vital proteger las semillas. Por eso, entre los seis proyectos que trazó con los científicos del Kew Gardens y el Humboldt, fue abrir un banco de semillas enfocado exclusivamente a resguardar especies de alta montaña. Ya empezó a marchar con el apoyo de de Michael Way, científico del Millennium Seed Bank, y en la sede de Villa de Leyva hay una pequeña colección de 80 plantas endémicas de Boyacá.

Es difícil resumir en unas líneas lo que están haciendo todos estos científicos en el departamento, pero vienen varias sorpresas en camino. Una es un portal en línea en el que se condensará toda la información disponible de las plantas de Colombia. Otro será una compilación de las especies útiles boyacenses. Los cálculos sugieren que hay unas 1.500 con usos conocidos, pero hace falta indagar con más cuidado cuáles podrían ser la base de proyectos productivos comunitarios. Una más busca entender cuál será el impacto del cambio climático en las plantas de los páramos. Es pronto para dar noticias, pero los últimos estudios que prepara Mauricio, que pronto verán la luz, indican que no todo marcha tan bien. Las muestras que recogió en las últimas caminatas y expediciones sugieren que el estado de las poblaciones de frailejones es cada vez peor.

Por Sergio Silva Numa / @SergioSilva03

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