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La conservación del jaguar: una especie de amores y odios

La situación de la población de jaguares en Colombia no es alentadora. Aún cuando las poblaciones de la Amazonía están estables, en el resto del país solo existen alrededor de 1.500 ejemplares. ¿A qué se debe esto?

13 de julio de 2020 - 08:00 p. m.
Imagen de un cachorro de Jaguar tomada al borde del camino en desarrollo de actividades de muestreo.
Imagen de un cachorro de Jaguar tomada al borde del camino en desarrollo de actividades de muestreo.
Foto: Sergio Escobar-Lasso 2017

Diego Zárrate es biólogo marino de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, actualmente es coordinador de investigación de ProCAT Colombia, una fundación enfocada, desde hace 15 años, en la conservación de especies y ecosistemas amenazados. Su trabajo se ha centrado en la creación de estrategias de convivencia entre la comunidad de la región caribe y la amazonia, y diferentes especies de grandes carnívoros, entre ellas el jaguar. Lea: Las claves para conservar al jaguar en la Amazonia

Esta especie se encuentra fuertemente amenazada por los conflictos con las comunidades locales, la pérdida y transformación de sus hábitats naturales y la disminución por cacería ilegal de sus presas. En los Llanos Orientales, por ejemplo, los campesinos pueden matar hasta 22 jaguares cada año. Es por esto que una de las estrategias que Zárrate ha planteado tiene que ver con trabajar de la mano con la comunidad.

El Jaguar hace parte del listado de especies sombrilla en nuestro país, eso quiere decir que los esfuerzos enfocados a su conservación benefician a un sinnúmero de especies diferentes, así como al ecosistema. Hay 36 especies de felinos silvestres en el mundo, 6 están en Colombia. “Lo que pretendemos es buscar soluciones que nos ayuden a mejorar la conservación del territorio y al mismo tiempo mejorar las condiciones de vida de la comunidad. Finalmente los problemas ambientales, son problemas también sociales” asegura Zárrate.

Históricamente, las comunidades locales, campesinas, ven a la especie como un enemigo, pero gracias a Jaguar Friendly, el sello con el que trabaja Diego Zárrate, poco a poco, han empezado a entender que esta especie hace parte también del ecosistema y comprenden que su existencia y permanencia en el territorio mejora sus cultivos. Sólo un 5% de todo el Caribe colombiano es un hábitat propicio para el jaguar.

Como se mencionó anteriormente, la especie se está viendo afectada por la relación que conserva con el hombre, es por esto que ha sido necesario además de trabajar en la resolución de conflictos, elaborar estrategias económicas aplicadas a la conservación. “Nos hemos encargado de trabajar en certificaciones ambientales intentando mejorar el costo de productos de fincas que se comprometan a conservar los hábitats de estas especies”, afirma Zárrate. Puede leer: La conservación de los jaguares, el legado de Alan Rabinowitz para Colombia

La idea es que la comunidad no solo comprenda que la especie es un buen vecino sino que además entienda que es un beneficio económico. Es importante que las personas pasen de ser una amenaza para la especie y consideren la conservación como una alternativa de bienestar. Es necesario trabajar en este tipo de metodologías y lograr que lleguen a ser acciones reales de conservación. La Sierra Nevada de Santa Marta es uno de los pocos resguardos que tiene el jaguar en el Caribe.

El jaguar a pesar de que es una especie resiliente, sigue necesitando bosques en buen estado de conservación. El Sistema Nacional de Áreas de Protegidas ha cumplido una labor clave, muchos de los parque naturales del país, tanto por su estado como por su tamaño continúan siendo muy útiles para mantener las poblaciones de jaguares. Sin embargo, en Colombia la transformación de estos territorios ha sido grande, la deforestación y los monocultivos están acabando con los lugares en los que habita la especie y la relación con la humanidad también hace parte del problema. Lea: Los estudiantes que salvan jaguares amazónicos de la deforestación

Es por esto que es importante pensar de manera diferente los territorios, y trabajar en la construcción de corredores de conectividad entre la especie y el ser humano. El entendimiento del equilibrio entre la conservación y el uso es fundamental en este proceso.

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