La “bomba de tiempo” del crecimiento desenfrenado de la población mundial podría nunca estallar, según un nuevo informe publicado por el colectivo Earth4All este lunes 27 de marzo. El nuevo estudio fue encargado por el Club de Roma, que había realizado un estudio sobre los límites del crecimiento hace más de 50 años.
El informe abordó dos escenarios, es decir, dos situaciones hipotéticas que no son predicciones, y que dependen de los cambios en una serie de factores, como las tasas de natalidad, por ejemplo. En uno de ellos, llamado Too little, too late (demasiado poco, demasiado tarde), los investigadores estiman que la población mundial alcanzaría un máximo de 8.600 millones de personas en 2050 y descendería a 7.000 millones en 2100. Este escenario asume que el desarrollo económico mundial es similar al de los últimos 50 años y que “muchos” de los países más pobres logran librarse de la pobreza extrema.
“Aunque el escenario no desemboca en un colapso ecológico o climático total, la probabilidad de colapsos sociales regionales aumenta a lo largo de las décadas hasta 2050, como resultado de la profundización de las divisiones sociales tanto internas como entre sociedades. El riesgo es especialmente grave en las economías más vulnerables, mal gobernadas y ecológicamente vulnerables”, advirtió el informe. (También puede leer: La minería en los fondos marinos podría tener impactos ‘irreversibles’)
El otro escenario, llamado Giant leap (salto gigante), asume que empiezan a haber “inversiones sin precedentes en la mitigación de la pobreza, especialmente en educación y sanidad, junto con cambios extraordinarios en las políticas de seguridad alimentaria y energética, desigualdad e igualdad de género”. En este escenario, se estima que la población alcanzará un máximo de 8.500 millones de personas alrededor de 2040 y disminuirá a unos 6.000 millones a finales de siglo.
En los dos casos, las estimaciones son mucho menores que las que han hecho otras organizaciones, como la ONU o The Lancet. El año pasado, la Organización de las Naciones Unidas estimó que la población mundial llegaría a los 9.700 millones de personas para mitad del siglo y seguiría creciendo varias décadas después.
La clave del decrecimiento poblacional, indicaron los investigadores de Earth4All, está en la mejora de varios indicadores socioeconómicos, por medio de la inversión. “Sabemos que el rápido desarrollo económico de los países de renta baja tiene un enorme impacto en las tasas de fertilidad. Las tasas de fecundidad descienden a medida que las niñas acceden a la educación y las mujeres se empoderan económicamente y tienen acceso a una mejor atención sanitaria”, explicó en un comunicado Per Espen Stoknes, jefe del proyecto Earth4All y director del Centro para la Sostenibilidad de la Escuela de Negocios de Noruega. (Le puede interesar: Los más afectados por la contaminación del aire en Bogotá)
Además, consideraron otros factores como la educación de las mujeres y el acceso a métodos anticonceptivos, la alteración de los recursos naturales, la producción de alimentos y el uso/abuso del medio ambiente.
Aunque uno de los enfoques del informe es cómo el decrecimiento poblacional puede estar relacionado con la mejoría de la situación ambiental, Beniamino Callegari, uno de los autores de infore, dijo que: “Esto nos da indicios para creer que la bomba demográfica no estallará, pero aún nos enfrentamos a retos importantes desde el punto de vista medioambiental. Necesitamos un gran esfuerzo para abordar el actual paradigma de desarrollo de consumo y producción excesivos, que son problemas mayores que la población”.
Es decir, que el gran problema no es la sobrepoblación, necesariamente, sino la huella ambiental del reducido porcentaje más rico de la población mundial. “Los lugares donde la población aumenta más rápidamente tienen huellas ambientales por persona extremadamente pequeñas en comparación con los lugares que alcanzaron el pico de población hace muchas décadas”, explicó Jorgen Randers, uno de los principales modeladores de Earth4All.
Este colectivo está formado por instituciones económicas y de ciencias medioambientales, como el Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, el Centro de Resiliencia de Estocolmo y la Escuela de Negocios BI de Noruega.
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