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La revolución digital: ¿al borde de un apagón?

Cada gota de agua y cada kilovatio de energía cuentan. Reflexionar sobre nuestro consumo y sus consecuencias es prioritario.

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Santiago Aparicio Velásquez*
17 de junio de 2025 - 08:59 p. m.
Imagen de referencia. La gran pregunta es ¿cómo satisfacer la necesidad de usar más energía sin depender de fuentes que agravan la crisis climática?
Imagen de referencia. La gran pregunta es ¿cómo satisfacer la necesidad de usar más energía sin depender de fuentes que agravan la crisis climática?
Foto: EFE - Alberto Estevez
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La creciente demanda de energía, impulsada por avances tecnológicos como la inteligencia artificial, nos enfrenta a un dilema: ¿cómo satisfacer esta necesidad sin depender de fuentes que agravan la crisis climática?

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Hoy se habla con mayor frecuencia de una posible crisis energética. Las soluciones tecnológicas que desarrollamos aceleradamente, como la inteligencia artificial, requieren una gran cantidad de energía. Esto se debe a que los modelos de IA operan en centros de datos que funcionan todo el día, consumen mucha electricidad y necesitan sistemas de enfriamiento potentes para no sobrecalentarse. Un ejemplo es el nuevo campus de Meta en Luisiana, uno de los más grandes del continente americano. La demanda energética crece sin cesar, superando la oferta disponible. El reto es claro: generar más energía sin seguir dependiendo de combustibles fósiles, cuya quema intensiva ha engrosado la capa de gases de efecto invernadero (GEI) que envuelve nuestro planeta.

El Sol, fuente primordial de energía, irradia calor y luz que llegan a la Tierra en aproximadamente ocho minutos. Esta energía permite procesos vitales como la fotosíntesis. Sin embargo, la creciente concentración de GEI en la atmósfera impide que parte de esa energía reflejada vuelva al espacio, atrapándola y elevando la temperatura global. Esto altera el equilibrio climático que ha sostenido la vida en el planeta.

La paradoja es evidente: a pesar de recibir abundante energía solar, enfrentamos una crisis energética debido a cómo la generamos y consumimos. En el siglo XIX, la revolución industrial nos hizo dependientes del carbón. Hoy, la revolución digital corre el riesgo de repetir ese patrón si no cambiamos de rumbo.

Eventos climáticos extremos, como sequías prolongadas, agravan la situación. Muchas regiones dependen de hidroeléctricas para generar electricidad, y la falta de lluvias reduce su capacidad, poniendo en riesgo actividades cotidianas cómo refrigerar alimentos o climatizar espacios.

En Colombia, cerca del 51,9 % del territorio se encuentra en Zonas No Interconectadas (ZNI), áreas que no están conectadas al sistema eléctrico nacional y dependen de soluciones locales. A medida que estas zonas accedan a energía, la demanda crecerá aún más.

En América Latina, el 45 % de la electricidad proviene de hidroeléctricas. Aunque las energías renovables están en crecimiento, solo el 14 % proviene de fuentes no convencionales como la solar o la eólica. Esta alta dependencia del agua, en un contexto de variabilidad climática, representa un riesgo importante para la estabilidad energética.

Las energías renovables, además de diversificar la matriz y ofrecer acceso descentralizado, generan más empleo. Invertir en energía solar fotovoltaica, por ejemplo, crea 1,5 veces más empleos que en combustibles fósiles. Sin embargo, el ritmo actual de crecimiento no es suficiente.

Además de aumentar la generación, es crucial enfocarse en la eficiencia energética, especialmente en la industria y en el transporte de energía. Así como es ineficaz intentar optimizar el uso del agua solo desde el ahorro doméstico, sin reparar fugas y desperdicios en redes, lo mismo ocurre con la energía. El ahorro debe concentrarse donde el impacto es mayor. Este ahorro debe pasar por la mesura en el uso de la Inteligencia Artificial, pues el uso excesivo de esta y otros avances tecnológicos podría estar acrecentando la problemática actual de crisis climática.

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Cada gota de agua y cada kilovatio de energía cuentan. Reflexionar sobre nuestro consumo y sus consecuencias es prioritario, pues así como la revolución industrial tuvo unos costos ocultos gigantes con dinámicas irreversibles la revolución digital podría reforzar las. La orientación de esta revolución hacia la construcción de bienestar público aportando a solventar problemas apremiantes como la crisis climática, crisis de pérdida de biodiversidad y crisis por contaminación plástica es esencial.

Divulgador científico y autor del libro «El ABC Visual del Cambio Climático».

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Por Santiago Aparicio Velásquez*

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