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La transición energética en Colombia es “Made in China”

En los últimos cinco años, seis de cada 10 carros eléctricos que se registraron en Colombia provenían de China, y también llegaron al país paneles solares con la capacidad suficiente para abastecer a más del 25 % del país. La influencia de ese país en la transición energética se ha consolidado durante el gobierno Petro. Hay, sin embargo, varias inquietudes sobre lo que implica ambiental y socialmente impulsar las energías renovables y depender tecnológicamente del gigante asiático.

Andrés Mauricio Díaz Páez

28 de septiembre de 2025 - 09:00 a. m.
Imagen de referencia. China produce el 80 % de paneles solares y el 60 % de aerogeneradores que llegan a todo el mundo.
Foto: AFP - STR
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Durante su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas esta semana, el presidente Gustavo Petro lanzó varios dardos a Donald Trump, su colega en Estados Unidos. La mayoría estaban relacionados con la reciente descertificación por parte de ese país a Colombia en la lucha contra las drogas. Pero no fue el único punto en el que dejó ver sus desacuerdos con el presidente norteamericano.

También criticó su “falta de acción frente a la crisis climática” y lo acusó de usar sus políticas migratorias como una distracción frente a la necesidad de acelerar la transición energética. “La solución es dejar de consumir carbón, petróleo, gas e hidrocarburos, y pasar rápido al agua, al Sol, al hidrógeno verde, a los vientos. Pero la palabra descarbonización suena ahora subversiva en las conferencias de los grupos de países poderosos”, añadió en Nueva York.

No es la primera vez que Petro busca posicionar las energías renovables, que han sido una de las banderas de su Gobierno, en un espacio internacional. En mayo, durante su visita a China, planteó una idea que repitió el pasado martes: “Si América Latina desarrolla su potencial de energía limpia, podrá limpiar toda la matriz de energía fósil de Estados Unidos”. Precisamente, la transición energética de Colombia ha estado impulsada por los pasos del gigante asiático.

Durante esa visita, el presidente firmó el ingreso de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una estrategia con la que China busca convertirse en el principal socio comercial del mundo, entre otras cosas, en tecnologías para la transición energética. En nuestro país ese terreno ya lo tienen ganado. Desde 2012, por cada 10 carros eléctricos nuevos que se han registrado en el Registro Único Nacional de Tránsito (RUNT), al menos cinco son de marcas chinas.

Además, según cifras del monitoreo que hace Ember Energy sobre la transición energética en el mundo, solo en 2025 hemos importado 2,5 millones de paneles y celdas solares desde ese país, un 20 % de todos los que les hemos comprado durante los últimos ocho años.

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Esa influencia en la transición energética de Colombia y el mundo es el resultado de un plan trazado por el gobierno de China para convertirse en una potencia económica. Pero acelerar la transición energética, que también significa explotar minerales como el cobre y el coltán, despierta algunas inquietudes ambientales, sociales y económicas que no pueden omitirse cuando hay un socio comercial que acapara gran parte del mercado de las energías renovables.

La construcción de una potencia económica

Aunque la cercanía de Colombia con China se ha fortalecido durante el gobierno Petro, las relaciones entre ambos países empezaron hace más de 50 años. Su relación diplomática inició en febrero de 1980, cuando Colombia rompió lazos con Taiwán y reconoció al gobierno de la República Popular China como el único legítimo en esa región.

Desde entonces, y hasta la primera década de 2000, el rol de la economía china en Colombia “estaba centrado en la exportación de carbón, hierro, níquel y petróleo, porque tenían un modelo económico basado principalmente en los combustibles fósiles”, cuenta David Castrillón Kerrigan, magíster en estudios de Asia y docente investigador de la Universidad Externado.

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En ese momento, ya llegaban a Colombia algunos modelos de carros chinos y celulares que replicaban los diseños de marcas reconocidas, con precios bajos pero sin destacarse mucho en el mercado. Entre 2008 y 2012 el gobierno chino tomó una serie de decisiones para darle un vuelco a su modelo de desarrollo económico. Ese cambio, en palabras de Castrillón, se resume en “poner la calidad por encima de la cantidad”.

Para Camilo Defelipe Villa, Ph.D en teoría política del derecho de la Universidad Normal de China Oriental y profesor asistente de la Universidad Javeriana, ese “cambio de parecer” estuvo fuertemente influenciado por “planes fijados desde el gobierno central para avanzar en desarrollos tecnológicos, como grandes subsidios a la investigación y la construcción de enormes parques industriales”. Todo esto incluyó a empresas de propiedad estatal y de capital privado que producen tecnologías para la transición energética.

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Esa forma de producción, apunta Wílmar Suárez, analista energético de Ember Energy, surgió con una “visión dual. Primero, producir sus propias tecnologías para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero internamente. Por otra parte, hacer un desarrollo tecnológico para que China pudiera tener tecnologías competitivas, a precios competitivos y que se pudiesen producir en grandes volúmenes”. Las grandes cantidades, además de satisfacer las necesidades nacionales, servirían para vender a precios bajos al mundo.

Los resultados son evidentes, pues de allí salen el 80 % de paneles solares y el 60 % de aerogeneradores para energía eólica del mundo, según Ember Energy. También son el principal vendedor de carros eléctricos y tienen el 75 % de las patentes de investigación relacionadas con energías limpias a nivel global.

La influencia de China en la transición energética colombiana

Hay varios datos que ayudan a dimensionar cómo ha crecido la influencia de China en la transición energética de Colombia. Primero, en la movilidad. La empresa China Harbour Engineering Company, un gigante de la infraestructura de ese país, está detrás de la construcción de la primera línea del Metro de Bogotá, que será eléctrica.

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Además, de acuerdo con las cifras que recopila la Asociación Nacional de Movilidad Sostenible, entre 2012 y 2019, en el RUNT se registraron 1.941 carros eléctricos. De estos, apenas 292 (el 15 %) eran de marcas chinas, mientras que 1.649 venían de otros países. El panorama cambió radicalmente en los últimos cinco años: se han registrado 18.824 carros eléctricos en el país, de los cuales 11.472 (más del 60 %) corresponden a marcas chinas, como se aprecia en la infografía que acompaña este texto.

Otro sector en el que han tomado relevancia en los últimos años es el de los vehículos híbridos enchufables, que combinan motores eléctricos y de gasolina. Entre 2012 y 2024 se registraron 9.237 de estos en Colombia. Aunque la participación de las empresas chinas ha sido menor que las de otros países, solo en los últimos tres años han registrado 1.798 carros con esta tecnología.

Su participación en la generación de energía solar es más arrolladora que en la movilidad. Las cifras que recopila Ember Energy, que provienen de los registros de exportaciones de China, calculan que desde 2017 a Colombia han llegado 7 gigavatios (GW) de capacidad energética en paneles y celdas solares, lo que equivale a un 35 % de la capacidad nacional actual, sumando todas las fuentes de energía.

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Aunque toda esa capacidad no se encuentra aún en funcionamiento, ya que depende del ritmo al que se construyen los parques solares, las cifras de SER Colombia, el gremio de las empresas de energías renovables, estiman que ya hay una capacidad cercana a los 2,4 GW de energía solar funcionando. Eso es más del 10 % de toda la que hay en el país, y se espera que para finales de 2026 se alcancen los 4 GW.

Para Suárez, hay un factor fundamental que ha permitido que China se convierta en el principal proveedor de paneles solares: la caída de los precios de esa tecnología. La capacidad de generación de energía de un panel solar se mide en vatios, que también permiten calcular su precio. En 2017, los primeros reportes de Ember Energy indican que Colombia compraba paneles solares a China a un valor de US$0,38 por cada vatio de capacidad. Para 2023, ese precio bajó a US$0,2 y en lo que va corrido de 2025 se han pagado a US$0,09.

Otra forma de entenderlo, como se aprecia en la infografía, es que hace dos años le compramos a China una capacidad de 1,4 GW en paneles solares, por un precio superior a los US$300 millones. En los ocho meses que han pasado del 2025, les hemos comprado 1,6 GW por US$150 millones. “Es una caída gigantesca en los precios, que le permite a economías emergentes como la de Colombia comprar ese tipo de tecnologías”, añade Suárez.

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El país también se ha convertido en un lugar atractivo para la inversión china relacionada con la transición energética. La empresa Power China Colombia tiene 12 proyectos de energía solar, algunos aún en proceso de construcción, que suman 0,5 GW. Además, la multinacional JCHX está planeando abrir la mina de cobre más grande de Colombia en Córdoba, un mineral clave para la producción de paneles solares, aerogeneradores y baterías para los carros eléctricos. De allí espera extraer 25.000 toneladas de cobre anualmente, según información de su página web.

Todo esto podría incrementarse en los próximos años con la entrada de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, además, con inversiones de empresas chinas en proyectos a nivel nacional. Pero, ¿qué implicaría eso para Colombia?

El costo de la transición energética

El interés que tiene China en Colombia no solo es el de un mercado para sus carros eléctricos y sus paneles solares, sino que también está enfocado en recursos esenciales para producirlos o ponerlos a funcionar, como el Sol, el viento, el cobre y el coltán. “Si nos fijamos en dónde son abundantes esos recursos en Colombia, nos encontramos con zonas de alta conflictividad”, advierte Defelipe, de la U. Javeriana.

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Se refiere, por ejemplo, a los conflictos sociales y ambientales en La Guajira, en donde se encuentra el mayor potencial de energía eólica y también se extrae la mayor cantidad de carbón del país. También a la presencia de coltán, un mineral crítico para la transición energética, en Vichada, Vaupés y Guainía, en plena Amazonia, el bosque tropical más importante del mundo. A esto se suma, afirma Suárez, que “en las discusiones sobre la transición energética en Colombia las comunidades tienen un rol más relevante que en otras partes del mundo”.

En proyectos de minería y energías renovables en Colombia se han dado conflictos con empresas francesas, estadounidenses, turcas, entre otras. Teniendo en cuenta que en el país hay pocas empresas chinas, en comparación con otros países de la región, Defelipe plantea la posibilidad de revisar cómo ha sido la relación de esas empresas con las comunidades en donde se encuentran. “La idea es ver qué se ha hecho bien y mal, y qué papel podría cumplir el Estado para no repetir los conflictos que se han presentado en proyectos mineros y de energías renovables”.

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También es importante tener en cuenta que en algunas regiones de China, como Xinjiang, la ONU ha emitido alertas por posibles violaciones a los derechos humanos en programas de trabajo forzado. “En Estados Unidos y Europa existen normativas claras para restringir la entrada de mercancías que provengan de estas regiones o de empresas acusadas de violaciones a los derechos humanos. Pero Colombia ha tenido siempre una posición muy distante con este tema”, asegura Defelipe, refiriéndose a que en el país no hay medidas similares hacia las exportaciones de ese país.

Desde El Espectador enviamos un cuestionario al Ministerio de Comercio Exterior para conocer si existen restricciones a la entrada de este tipo de mercancías vinculadas al trabajo forzado. También, en qué se ha avanzado tras la entrada de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta en materia de transición energética. Igual contactamos a la Embajada de China en Colombia para hablar sobre estos temas. Sin embargo, al cierre de esta edición no obtuvimos respuesta de ninguna de las dos entidades.

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El futuro de la influencia de China en la transición energética en Colombia va a depender, entre otras cosas, de las tensiones que esto genera con Estados Unidos. Trump ha querido posicionar a ese país como un exportador de gas licuado (GLP), un combustible que se usa en las industrias para producir calor, hacia Latinoamérica. Las energías renovables, que ya son un mercado dominado por China, son un competidor directo de ese combustible. Para Suárez, de Ember Energy, esta competencia directa entre un combustible estadounidense y las tecnologías chinas podría generar presiones por parte del país norteamericano hacia un país como Colombia, para promover la compra de GLP.

En el marco de esas tensiones, para Defelipe es esencial recordar que China es el segundo socio comercial de Colombia en importaciones, pero no en exportaciones. Es decir, “les compramos mucho, pero les vendemos poco”. Según cifras de la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), en 2024 Colombia importó alrededor de US$14.700 millones desde China. Sin embargo, solo exportó hacia ese país US$2.300 millones, principalmente en petróleo, carbón y ferroníquel.

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Eso genera un riesgo, advierte el informe de Analdex para 2024, por “la necesidad de mantener un equilibrio en la dependencia comercial y tecnológica con China, el riesgo de endeudamiento asociado a proyectos de infraestructura de gran escala y los posibles impactos en la industria local ante una mayor competencia de productos chinos”.

A pesar de esto, Castrillón considera que la relación con China plantea “una oportunidad en al menos dos sentidos. El primero, como un gran mercado para que Colombia posicione sus productos. El segundo, es ofrecer el territorio colombiano como una plataforma para producir partes y ensamblar vehículos eléctricos u otros productos para la transición energética”. Por ejemplo, la multinacional china BYD, principal proveedor de carros eléctricos en el mundo, ya está construyendo fábricas propias en Brasil y México, algo que el profesor de la U. Externado cree que podría hacerse en nuestro país.

El atractivo de Colombia para el gigante asiático es evidente, señala Defelipe, pero todavía “no hay un acuerdo formal”. La Iniciativa de la Franja y la Ruta es apenas un memorando de entendimiento y “va a ser lo que ambos países quieran hacer de ella”. A punto de empezar una nueva campaña presidencial, “las señales de los candidatos van a ser importantes”, concluye el investigador de la U. Javeriana, pues son claves para saber cómo será la relación del próximo gobierno con China, el país que mueve la transición energética en Colombia.

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Por Andrés Mauricio Díaz Páez

Periodista y politólogo enfocado en temas ambientales, transición energética y educación.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com
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